
El difícil y pedregoso camino para llegar a la Secretaría General de ONU
Si la expresidenta Bachelet decide competir por la Secretaría General de la ONU en este mundo desbocado y suceder a António Guterres, deberá partir garantizándose el apoyo de Lula/Brasil, para que eso arrastre al conjunto de los países de la región.
El portugués António Guterres concluye el 31 de diciembre de 2026 su segundo período como secretario general de Naciones Unidas. En este año en que se cumple el 77 aniversario de la creación de la ONU (24 de octubre de 1945), deberá asumir un nuevo timonel el trabajo más difícil o más imposible del mundo (sobre todo hoy), como lo describió su primer secretario general, Trygve Lie, cuando en 1953 traspasó el mando a su sucesor, Dag Hammarskjöld.
Desde 1945 se han sucedido 9 secretarios generales (ninguna mujer, a pesar de haberse presentando candidaturas como la de Susana Malcorra). Después de un noruego (Trygve Lie) y un sueco (Dag Hammarskjöld), se eligió al birmano U Thant, al austríaco Kurt Waldheim, al peruano Javier Pérez de Cuellar, al egipcio Boutros Boutros-Ghali, al ghanés Kofi Annan, al coreano Ban Ki-moon y, finalmente, a António Guterres, aunque le habría correspondido a un candidato o candidata de Europa Oriental, pero el acuerdo político se inclinó por Guterrres.
Además de un pacto tácito de no elegir a ningún Estado de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad (EE.UU., Rusia, China, Gran Bretaña y Francia – los P5), se constituye también que tras los 5 años del mandato el secretario general pueda optar a una renovación por otros 5 años, como ha sucedido con Guterres. Otra norma no escrita (y no exenta de excepción, como se vio con la elección de Guterres) es el criterio del reparto geográfico entre los cinco grupos principales de Estados de la ONU (África; América Latina y el Caribe; Asia y el Pacífico; Europa Occidental y otros; y Europa Oriental).
De conformidad con el genérico Artículo 97 de la Carta de la ONU, el secretario general es elegido por la Asamblea General a recomendación del Consejo de Seguridad por consenso o mayoría (la votación no es en las urnas sino “sacando varillas”).
En la Asamblea General participan los 193 Estados miembros de la organización y cada uno tiene un voto y la elección suele ser por aclamación. En este sentido, en todo caso y como de costumbre, el órgano determinante es el Consejo de Seguridad compuesto por 15 Estados miembros, pero radicando el verdadero poder (capacidad) en los cinco miembros permanentes (los P5, potencia con derecho a veto) en la elección del primer funcionario de una secretaría que tiene casi 50 mil profesionales/empleados distribuidos en todo el mundo.
En el 2015 se ensayó por primera vez un nuevo procedimiento más transparente, abierto e inclusivo (un poco más legítimo) de selección y nombramiento, con un proceso de solicitud de candidaturas a los Estados miembros, la publicidad de los nombres de las personas candidatas y audiencias, diálogos o reuniones con todas ellas, con el fin de que expusieran su visión y sus propuestas para el cargo. Sin embargo y más allá de este avance, una necesaria reforma de la ONU deberá contemplar que el secretario(a) general sea electo(a) directamente en la Asamblea General por votación, sin pasar por el Consejo de Seguridad.
El proceso, entonces, empieza con la publicación de una carta conjunta de las presidencias de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad, informando del inicio del proceso de selección. Luego, ambas presidencias distribuyen los nombres de las personas que hayan sido presentadas por los países, así como sus programas.
Tras ello, se invita a los candidatos y candidatas a que presenten su programa y su visión de futuro y participen en un diálogo con los Estados miembros. Por último y tras arduas negociaciones, el Consejo de Seguridad formula una recomendación a la Asamblea General, la que deberá elegir y nombrar al futuro(a) secretario(a) general mediante una resolución.
La expresidenta Michelle Bachelet expresó recientemente, en un foro en Nueva York por el 30° aniversario de la Conferencia Mundial de la Mujer de Pekín (1995), que está pensando “ser candidata a la Secretaría General” de la ONU. Los anuncios de Bachelet fueron recibidos con aplausos de la audiencia, de la ex primera dama de EE.UU. Hillary Clinton y de la exministra de RR.EE. de Argentina, Susana Malcorra, también participantes en el foro.
Es claro que para el cargo de secretario(a) general se requiere que el o la elegida encarne el más alto grado de eficiencia, competencia e integridad y demuestre un firme compromiso con los propósitos/principios de la ONU. Guterres, por ejemplo, fue diputado en el Parlamento portugués por el Partido Socialista por varios años, primer ministro de Portugal entre 1995 y 2002, presidente de la Internacional Socialista de 1995 a 2005 y desde el 2005 hasta 2015 ejerció como Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
Y, por lo mismo, la expresidenta Bachelet tiene méritos más que suficientes: además de exmandataria de Chile y exministra de las carteras de Defensa y Salud, suma años de experiencia como miembro de distintas entidades de la ONU, siendo la primera encargada de ONU Mujeres y luego como Alta Comisionada de la ONU para los DD.HH. Además, tiene una imagen positiva/impecable en África, Asia, Europa y otros rincones del mundo.
A las funciones administrativas y capacidades, hay que sumarle el contexto internacional en el que se desarrolla la elección y el mandato. Al respecto, y con motivo del 75 aniversario de la ONU, la Asamblea General el 2020 aprobó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (desarrollo sostenible, paz universal y acceso a la justicia), agenda que solo puede abordarse mediante un multilateralismo revitalizado.
Sin embargo, el nuevo secretario(a) general enfrentará un escenario que va en sentido opuesto, donde sus estructuras están cada vez más debilitadas. Uno cada vez más inseguro por diversas guerras y conflictos (Ucrania, Gaza, Sudán…). Uno incierto y lleno de desafíos estratégicos (ej., calentamiento global y sus efectos – migraciones). Uno menos objetivo en sus relatos al estar la realidad/datos mediatizados por informaciones falsas y/o virtualizadas por el poder. Uno falto de una arquitectura política y de seguridad eficaces y estables, con capacidad para regular las presiones ejercidas por las crisis, las tendencias de una globalización capitalista con rasgos extremos (ej., acumulación del capital) y de poderes autoritarios que han acelerado la competencia estratégica con efectos negativos para un mundo que urge de relaciones normadas/cooperativas.
La guerra comercial impulsada por liderazgos autoritarios, transaccionales y egocéntricos de extrema derecha, como el de Trump, uno lleno de macartismos y avaricias desenfrenadas, sin duda, está trayendo reacciones que cambiarán normas de comportamiento, precios, canales y cantidades vendidas y compradas en el mercado internacional (además del botón de los aranceles, hoy él exige incluso a empresas extranjeras dejar las políticas de diversidad); está modificando las variables de seguridad y las formas de funcionamiento de los circuitos diplomáticos, comerciales y culturales, flexibilizando las alianzas a partir de intereses parciales e inmediatos.
Al final, construyendo una incertidumbre con un gran impacto en la geopolítica y procesos mundiales. Entonces, habrá que ver la correlación entre la retórica versus los hechos y las contraargumentaciones y resistencia del resto del mundo y países afectados, y cómo se mueven en esta elección.
En todo caso, lamentablemente hoy son las grandes potencias (a excepción relativa de Europa) que están en el Consejo de Seguridad las que violan y/o aceptan la violación de los DD.HH., internacional y humanitario; las mismas que están debilitando la libertad, la democracia y las formas civilizadas de convivencia en pro de un realismo del poder (ahí esta Trump crítico de los organismos internacionales).
Si la expresidenta Bachelet decide competir por la Secretaría General de la ONU en este mundo desbocado y suceder a António Guterres, deberá partir garantizándose el apoyo de Lula/Brasil, para que eso arrastre al conjunto de los países de la región. Pero esta pretensión hoy choca, por una parte, con los deseos de México (de su presidenta Claudia Sheinbaum) de presentar como candidata para el organismo a Rebeca Grynspan, exvicepresidenta de Costa Rica y actual titular de la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo.
Y, por el otro, enfrenta la realidad de una región bastante fracturada y, en cierta medida, tribalizada, haciendo cuesta arriba el trabajo diplomático/de campaña en pro de un consenso regional para apoyar a una figura que muestra divergencia y críticas frente a ciertas realidades del subcontinente y también con los liderazgos populistas-autoritarios de las grandes potencias.
Otro tema no menor, como lo expresó la embajadora de Chile en la ONU, Paula Narváez, es que la expresidenta, si decidiera postular al cargo, lo haría ad portas del nuevo Gobierno en Chile, el que podría ser de izquierda o derecha. En ese contexto y más allá de ser una honra para el país en su conjunto, debería lograr un consenso nacional para su apoyo y hoy la derecha y la extrema derecha están en una suerte de cruzada ideológica envalentonada por el auge internacional de un conservadurismo autoritario-populista (limitador de la democracia y su diversidad) en varios países, lo que dificulta más ese consenso.
El experto de la ONU Richard Gowan, hace un tiempo dijo que “cualquier persona que afirme saber quién va a estar al frente de la ONU dentro de un año es un vidente, un fantasioso o un mentiroso”. Teniendo este difuso contexto, entonces, a la expresidenta le hubiese salido más fácil optar por un tercer período presidencial.
Sin embargo, es claro que ella es una persona que acepta desafíos de esta envergadura y muy bien puede sentar un nuevo precedente y ser la primera mujer en ocupar la Secretaría General en el principal organismo multilateral, además de darle voz a América Latina en este mundo que urge de encuadres civilizatorios. Pero debe ser un trabajo de país de “joyería”, fino, persistente y amplio.
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