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El sueño chino

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Marcela Vera Díaz
Por : Marcela Vera Díaz Economista y académica de la Universidad de Santiago
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¿Qué requiere entonces Chile para poder desarrollar una relación no solo comercial con la República Popular China? 


Chile entero ha visto cómo China, día a día, da demostraciones de sus innovaciones tecnológicas, el fortalecimiento de su democracia consultiva y el vigoroso crecimiento económico que ha promovido que el gobierno del gigante asiático resguarde la felicidad y belleza de China. Con este horizonte, mientras en Chile soñamos con China, veíamos desembarcar al presidente de la República Popular China, Xi Jinping, en Perú para inaugurar el puerto de Chancay y llegar a una serie de acuerdos estratégicos, nos preguntábamos: ¿Por qué no se construyó un puerto así en Chile? ¿Qué hemos hecho como país que no hemos promovido este tipo de inversiones chinas en nuestro país?

Durante los últimos años, China ha aumentado considerablemente sus importaciones de productos chilenos e incluso ha diversificado el tipo de productos que compra a nuestro país, convirtiéndose en nuestro principal socio comercial, aportando a Chile más de 38.234.789.000 dólares (fob) durante el año 2024. ¿Qué requiere entonces Chile para poder desarrollar una relación no solo comercial con la República Popular China? 

En la actualidad, observamos el uso político y mediático derivado de la filtración de un chat entre Cariola e Irací, conversaciones que tratan sobre un conjunto de supuestos hechos particulares, pero que, sin embargo, se utilizan para referirse a ello como si fuera una práctica general de los empresarios chinos o de los chinos. ¿Acaso estas presuntas acciones puntuales justifican una generalización peyorativa que involucra a más de 1.400 millones de personas y todo un sistema de relaciones sociales, económicas, políticas y culturales forjado a lo largo de 5.000 años de historia?

Para China, los símbolos construyen realidades, cuyo pasado se representa adelante. Es muy delicado referirse, como se hizo en una columna del Mercurio, a aquellos símbolos que les abren las heridas de uno de los momentos dolorosos en su historia; ello no es una broma ni mucho menos es algo aceptable. El respeto a la cultura de cada nación es un principio que debe guiar la discusión pública. Símbolos como la trenza solo recuerdan una imposición de los colonizadores occidentales durante la invasión a China. Momento que es superado por el pueblo chino durante la revolución de Xinhai (1911), cuando muchas personas se cortaron las trenzas, como un acto de rebelión y liberación.

Asimismo, el idioma chino es altamente complejo en su pronunciación, y nadie en China se burla de la forma en que los extranjeros lo pronuncian o lo escriben. Por ello, es relevante, si queremos incentivar el buen desarrollo en nuestras relaciones con China, no promover chistes racistas u ofensivos; el humor debe tener grados éticos para el fortalecimiento de los tan anhelados procesos de colaboración con el dragón asiático. 

El ministro de Relaciones Exteriores de la República Popular China, Wang Yi, hace unos días mencionaba en su conferencia, en el marco de las Dos Sesiones, la decisión de China de seguir aportando a la construcción de una comunidad de futuro compartido entre China y América Latina y el Caribe. Chile no se debe quedar rezagado de esta oportunidad estratégica solo porque no profundicemos y cuidemos nuestras relaciones políticas y culturales con la moderna y brillante República Popular China.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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