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Cuando los jóvenes nos dicen más de lo que oímos Opinión

Cuando los jóvenes nos dicen más de lo que oímos

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Marcelo Sánchez
Por : Marcelo Sánchez Gerente General Fundación San Carlos de Maipo.
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La pregunta es si nosotros, los adultos, estamos realmente escuchando.


Recientemente conocimos los resultados de la Encuesta Nacional de Juventud y Bienestar 2024 de SENDA, un verdadero barómetro emocional aplicado a más de 30 mil estudiantes de segundo medio en Chile. Cómo quisiéramos que esa encuesta se aplicará más tempranamente, cuando comienzan a aparecer tempranamente en educación básica los primeros factores de riesgos.

En una primera lectura nos encontramos con cifras que pueden parecer alentadoras: cerca de 8 de cada 10 encuestados manifiestan sentirse felices y satisfechos con su vida. No obstante, surgen inmediatas y profundas contradicciones. 

Felices, pero también solos. Las redes muestran una cara que no alerta a padres y cuidadores de lo que realmente les pasa, falta comunicación con las personas más significativas en sus vidas. Un tercio de los adolescentes dice sentirse un fracaso. Cerca de la mitad piensa que no es bueno para nada.

Palabras que duelen. Detrás de ellas hay una historia, que no encontró el apoyo de un adulto para acompañarlo y contenerlo. Abundan así las inseguridades que les afectarán en el tránsito a la adultez. Asimismo, la dificultad para relacionarse y sentir empatía se manifiesta con fuerza en el 28,7%, quienes reconocen haber golpeado a alguien el último año. Seis de cada 10 prefieren pasar más de tres horas al día en redes sociales, antes que relacionarse cara a cara. 

El algoritmo domina por sobre la conversación, la compañía, el juego, regular emociones es un proceso que requiere de contexto, de vínculo humano. La falta de supervisión adulta, la dificultad de dar y recibir afecto, la influencia de amistades que también buscan anestesiar el malestar con consumos de alcohol y otras drogas, se multiplican, sustituyendo los espacios de relación con otros. 

Como adultos debemos fortalecer nuestro rol protector con la niñez, enfrentar la necesidad de salud mental, de fortalecer el afecto en nuestras relaciones con ellos, de estar presentes y comunicarnos adecuadamente, acompañar antes que juzgar. 

Es necesario impulsar una Agenda Temprana de Prevención Social que apoye a padres y cuidadores en esta tarea con programas basados en evidencia, que resulten y sean una herramienta efectiva para ejercer nuestro rol. Una oferta que debe llegar oportunamente con calidad y cobertura adecuada a nivel local. Los jóvenes ya están hablando. La pregunta es si nosotros, los adultos, estamos realmente escuchando.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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