
El manejo ecosistémico de los recursos marinos en el océano Austral
El desafío es, entonces, retomar el trabajo conjunto entre todos los países que integran la CCRVMA junto a la industria y las ONG, para redoblar esfuerzos que permitan definir una nueva estrategia de manejo de la pesquería de kril, con un robusto programa de seguimiento.
Desde su entrada en vigor en 1982, la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA, también conocida como CCAMLR por sus siglas en inglés) ha sido una organización pionera en muchos sentidos.
En primer lugar, ha tenido un enfoque ecosistémico, es decir, una gestión integrada del ambiente y los recursos vivos. También ha guiado su acción siguiendo un principio precautorio que busca evitar daños al ecosistema en aquellos casos donde no se dispone de datos suficientes.
Del mismo modo, estableció en sus primeras décadas de funcionamiento un programa científico de observación en buques y un programa de seguimiento del ecosistema, en específico de especies dependientes del kril, un organismo clave para la vida polar.
En su seno se han discutido y generado varias medidas de conservación que han permitido proteger el ecosistema y, al mismo tiempo, dar espacio al manejo sustentable de los recursos. Esto ha provocado que a lo largo de su historia muchas organizaciones internacionales y países hayan seguido el ejemplo de la CCRVMA para el manejo de los recursos pesqueros.
No obstante, los cambios ambientales recientes han planteado desafíos para la toma de decisiones relacionadas con el manejo de recursos como el kril (Euphausia superba) o la austromerluza (Dissostichus spp.)
La península Antártica y el Ártico son áreas que hoy están mostrando muy claramente los efectos del calentamiento global. Las proyecciones indican pérdidas de especies y hábitats para el año 2100, incluyendo, por cierto, especies marinas.
Sabemos que el kril se ha contraído hacia el sur en términos de distribución y ya se han registrado especies exóticas que han logrado cruzar la gran barrera de la corriente circumpolar para arribar preliminarmente a las aguas antárticas.
Los pingüinos, por su parte, muestran complejos patrones de cambios. Algunas especies, como el pingüino papúa, tienen una dieta variada y no han sido tan afectadas como aquellas especies que dependen directamente de kril y, por tanto, son muy sensibles a los cambios de distribución de las poblaciones de este diminuto crustáceo.
Por otro lado, nuevos estudios de modelamiento dan alarmantes señales de ralentización de la formación de aguas del fondo antártico. Estas aguas se forman alrededor del Continente Blanco para hundirse y nutrir la gran correa transportadora de corrientes que circula por el planeta, aportando gigantescas cantidades de oxígeno, carbono y nutrientes, elementos clave para la productividad de los océanos, especialmente de nuestro océano Pacífico.
Hacer ciencia en la Antártica es caro y las complejidades logísticas son muchas. Por lo mismo, la mayoría del conocimiento está basada en una corta ventana de tiempo, el verano austral, en donde hay mejores condiciones de acceso y clima más benigno, al menos en la Península, pero son muchas las interrogantes de los procesos que ocurren en el resto del océano Austral. A esto se suma la fuerte variabilidad interanual producto del cambio climático.
Por muchos años el soporte de la ciencia han sido los Programas Antárticos Nacionales. Sin embargo, la situación que viven varios programas antárticos (reducción de plataformas, como rompehielos, y otros cortes presupuestarios) ha afectado la cobertura espacial y temporal en la colecta de datos.
La industria, a través de los buques pesqueros y buques de operadores de turismo, se ha transformado en un potencial elemento clave para la recolección de información científica que apoye la toma de decisiones en conjunto con las plataformas convencionales de investigación.
Hay factores que están tensionando el manejo precautorio de la pesquería en áreas de la CCRVMA. Por ejemplo, los cambios ambientales como la disminución de la cobertura del hielo marino alrededor de la Antártica otorga mayor acceso temporal y espacial a las flotas pesqueras. Lo anterior se suma a otros factores como la recuperación de las poblaciones de cetáceos y el creciente interés de la industria por aumentar las capturas de kril.
Es así como en los últimos años y en el marco de las discusiones de una nueva estrategia de manejo en la pesquería del kril, se ha resaltado la necesidad de monitorear sitios y lugares en donde la pesquería se ha concentrado, aumentando así las posibilidades de competencia en determinados períodos del año, sumado a la necesidad de establecer medidas de protección espacial, como la existente propuesta de una Área Marina Protegida desarrollada por Chile y Argentina.
Lo complejo de la discusión ha hecho incluso que expire la medida de conservación que distribuía las capturas a lo largo de la Península y las islas Orcadas y Georgias del Sur en el arco de Scotia, cambiando así los patrones de distribución de la pesquería que se dieron en el último par de décadas.
El desafío es, entonces, retomar el trabajo conjunto entre todos los países que integran la CCRVMA junto a la industria y las ONG, para redoblar esfuerzos que permitan definir una nueva estrategia de manejo de la pesquería de kril, con un robusto programa de seguimiento.
Chile puede jugar un rol todavía más importante del que ha jugado históricamente a través del nuevo rompehielos Óscar Viel, que permita reafirmar el rol de nuestro país en las discusiones de CCRVMA para la protección de la biodiversidad y los recursos marinos vivos antárticos.
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