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Racismo, símbolos y legado histórico

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Por: Roberto Sagredo Kraunik


Señor Director: 
En Estados Unidos, a consecuencia del asesinato de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis, han resurgido las voces de quienes estiman que la cultura estadounidense se encuentra impregnada de símbolos que celebran o perpetuan el recuerdo de personas y conductas asociadas al racismo. En este contexto, hemos visto cómo han sido derribadas estatuas de personajes como Cristóbal Colón, cambios de nombres de calles y edificios, advertencias en películas que hacen referencia a la Guerra Civil o a la cultura sureña, pero también medidas adoptadas institucionalmente como el cambio de la bandera del estado de Mississippi, que incluye en su esquina superior izquierda la bandera de batalla de los Estados Confederados de América; cambio que fue aprobado el día de hoy por la legislatura de dicho estado.
Más que un revisionismo histórico, estas medidas nos recuerdan que los símbolos y conmemoraciones debemos presentarlos sobre la base que lo público expresa lo bueno, lo que se busca y espera de la comunidad y lo que queremos dejar para las demás comunidades y quienes nos sucedan en el tiempo. Una estatua, el nombre de una calle, una película o una bandera son imágenes que unen, que celebran, que reflejan un momento que buscamos replicar o conservar, no que buscamos remover o evitar que ocurra. Si queremos que realidades como la esclavitud, el linchamiento, la segregación y la supremacía racial sean aprendidas como algo que no debemos repetir, existen espacios para ello en los museos, los libros y otros espacios que se abren al estudio, al juicio, pero no a la consagración.
En Chile, hemos tenido episodios históricos que reflejan superioridad racial, asimilacionismo, discriminación asociada a los orígenes étnicos y negación de otras culturas distintas a una implícitamente «oficial»; todo lo cual se encuentra muy presente en nuestros símbolos y cultura nacional. Sin embargo, no ha existido un movimiento auténticamente mayoritario o transversal que haya sido capaz de denunciar esto o de enfatizar la importancia que tiene la conformación de una cultura chilena inclusiva y respetuosa de ciertos valores como la diversidad cultural y la inclusión de todos quienes pertenecen a este país. Paulatinamente, desde el retorno a la democracia, ha adquirido mayor relevancia la situación de los pueblos indígenas como parte de Chile; mientras que en los últimos años, producto del aumento en la inmigración, el problema de la discriminación racial y la xenofobia resultan visibles. Aún así, se trata de temas que resultan de interés de gente políticamente motivada y directamente afectada, por lo que han sido ignorados o tratados superficialmente.
Esta discusión y una eventual solución tomarán años, pero es posible comenzar por medidas que dejen de visibilizar un legado que no debe ser celebrado, o que contribuyan a recuperar culturas negadas por un discurso «oficial», por respeto a los pueblos indígenas de Chile y a quienes siendo parte de nuestra comunidad se identifican con otras culturas. Así, cambiar nombres de calles o remover estatuas de personas responsables de la «pacificación de la Araucanía» y del genocidio del pueblo selk’nam en Magallanes, restituir toponimia de origen indígena e incorporar la realidad de los inmigrantes de países latinoamericanos en nuestra enseñanza y manifestaciones culturales públicas, son un primer paso para hacernos cargo de un legado racista que debemos ser capaces de superar, para avanzar hacia la construcción de una sociabilidad inclusiva.
Atentamente,
Roberto Sagredo Kraunik
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