Señor Director:
Los resultados electorales en España han vuelto a reanimar el debate sobre el surgimiento de lo que a veces se llama “extrema derecha”. Y cabe tener cuidado con las extrapolaciones analíticas, tanto a nivel conceptual como a nivel de tendencias electorales mundiales.
Si uno sigue a Cas Mudde, por ejemplo, parece necesario distinguir entre partidos que rechazan la esencia de la democracia, léase la soberanía popular, y donde caben todos los partidos y grupos que pueden enmarcarse dentro del neofascismo internacional; de aquellos partidos que aceptan la esencia de la democracia pero que se opone a elementos fundamentales de la democracia liberal, particularmente el derecho de las minorías, la separación de poderes y el Estado de Derecho. La primera suele ser calificada como extrema derecha, mientras la segunda como derecha radical.
Segundo, si se toman los datos de ParlGov, que aglomera resultados para partidos de derecha radical y extrema en 37 sociedades post-industriales para los últimos 60 años, los resultados en ningún caso son homogéneos. En algunos países (Italia, Alemania, Suecia), las derechas han tenido un alza relativa, especialmente en los últimos 10 años; otros países (Bulgaria, Dinamarca, Noruega), han experimentado un descenso en el poder de las derechas; y finalmente otros (Países Bajos, República Checa, Croacia), se han mantenido estables.
Inevitablemente, entonces, el análisis debiera tomar en cuenta estas diferencias y las particularidades que cada movimiento, grupo o partido político de extrema derecha o derecha radical posee en función del momento histórico y posición topológica que ocupa en una determinada sociedad.
Guido Larson Bosco
Docente Facultad de Gobierno
Universidad del Desarrollo
