Señor director:
Recuerdo el dolor de pies de tanto caminar con mis zapatos de colegio, cargando una mochila llena, viajando en micro y metro para llegar a mi panorama favorito del año: la Feria del Libro de Santiago. Nadar entre el mar de personas, oler libros, conversar con mis amigas y los vendedores sobre los libros que soñabamos con comprar. Hacer una vaquita y elegir entre todos los libros el único que podíamos pagar. O llenarse de solo vitrinear.
Visité la FILSA el martes y lo que vi no hizo más que destrozar esos recuerdos. De esos días de ensueño, nada. Estaba pobre, con puestos de relleno, pocas editoriales interesantes y los mismos precios que las librerías.
¿Fue la avaricia de quienes organizan la FILSA lo que la mató? ¿Será la salida de las editoriales grandes e independientes a hacer sus propias (y mejoradas) ferias lo que cavó su tumba? Donde un par de editoriales y puestos de cursos de inglés y lectura rápida intentan vender a unas cuantas personas decepcionadas que iban buscando la antigua gloria de la ex feria más importante del año.
Ni siquiera recomiendo visitar el velorio, menos considerando que cobran entrada.
Fran Cabezas,
Bibliotecaria
@leosolomujeres