Señor Director:
Pocas veces en el Festival de Viña, hasta no hace mucho tiempo el bien llamado “Festival de la Canción”, al que ya le queda poco de esas “canciones” de verdad (ya “pasadas de moda”), creo, como digo, que en muy pocas ocasiones se había visto un público realmente enfervorizado y de la forma que demostró estarlo, con algún artista de la calidad y eminencia como fue la segunda noche de esta fiesta que debería seguir siendo preferentemente de la música y no de la entretención trivial y, por lo general, rayano en lo vulgar. Porque Bocelli, desde la primera de las arias de ópera que interpretó, entusiasmó a un “Monstruo” que pareció haber despertado de una larga siesta de banalidad y frivolidad reinante por años.
Me sorprendió gratamente la aprobación notable de un público que demostró haber gozado con largos y cerrados aplausos. El “Monstruo” estaba feliz, manifestando el deleite de escuchar lo clásico, lo que no pasa de moda y continuará por siglos siendo celebrado. Para no creerlo, ¿no? Estoy seguro que para una mayoría significativa de quienes veíamos por TV, la reacción del público fue todo una sorpresa. Muchos aseguraban que había más bien escepticismo por parte de una juventud reggaetonera, rockera y nada cercana a la ópera ni al clasicismo.