Señor Director:
El gasto público en salud materno-infantil no solo es eficiente, como sostiene la literatura, sino que también constituye un pilar fundamental en la promoción de la igualdad dentro de los países y por tanto en los indicadores de desarrollo humano. Las inversiones en esta área son fundamentales no solo para corregir desigualdades actuales, sino también para establecer bases sólidas para el desarrollo sostenible de las generaciones futuras.
En consideración a lo anterior, en 2007, Chile implementó el programa Chile Crece Contigo (ChCC), diseñado para acompañar, proteger y apoyar integralmente a niños y niñas desde la gestación hasta los 4 años de edad, hoy hasta los 9 años. Esta política pública, según un estudio de la USACH (2019) alcanza una cobertura entre el 75% y el 80% de los recién nacidos, obteniendo resultados positivos, por ejemplo, disminución del bajo peso al nacer y reducciones en las tasas de muerte fetal.
La relevancia de estas políticas trasciende las cifras inmediatas. La evidencia científica señala que la gestación y la primera infancia son períodos críticos no solo para la transmisión biológica, sino también para el traspaso transgeneracional de fortalezas y vulnerabilidades sociales. La salud y el bienestar en estas etapas influyen en la vida de las generaciones actuales y futuras, pues factores como el estado nutricional, el estrés materno, el tipo de parto y los cuidados en la primera infancia pueden tener implicancias para la salud a largo plazo.
Estos hallazgos destacan la importancia de que los Estados adopten una perspectiva preventiva. La inversión en estas etapas del curso de vida no solo es una herramienta para disminuir las brechas en salud y desarrollo infantil, sino también una apuesta sostenible y sustentable a corto, mediano y largo plazo. Por lo que su cuestionamiento presupuestario es políticamente negligente.
En este contexto, el programa Chile Crece Contigo se erige como un ejemplo de política pública que no solo repara desigualdades, sino que también reconstruye y transforma el tejido social. Invertir en este tipo de estrategias no es solo un deber ético, sino una necesidad imperiosa para construir sociedades más saludables, resilientes y equitativas en un mundo que enfrenta inmensos desafíos. Solo mediante esta visión podemos propender al bienestar de las generaciones presentes y futuras, cimentando un futuro más justo y próspero para todas y todos.
María José Cornejo Moreno. – Prof. Asistente Departamento de Promoción de la Salud de la Mujer y el Recién Nacido. Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
Jovita Ortiz Contreras. – Directora y prof. Asociada del Departamento de Promoción de la Salud de la Mujer y el Recién Nacido. Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.