Pipeteando frustración
Señor director:
Tengo 25 años, y en mi generación se respira una atmósfera de desesperanza abrumadora. Somos testigos del auge de la desinformación, frecuentemente disfrazada de libertad de expresión, y como científico, esto resulta profundamente frustrante. La vida del científico no es fácil: muchos de nosotros vivimos lejos de nuestras familias y hogares, dedicándonos a la investigación con el propósito de entender mejor nuestro universo, nuestro planeta y nuestros cuerpos, además de enfrentar las crisis actuales con objetividad, basándonos en el método científico.
El método científico, como creación humana, no es perfecto. Sin embargo, es nuestra herramienta más sólida para comprender la realidad, especialmente cuando se combina con el pensamiento crítico. A pesar de esto, mientras miles de científicos alrededor del mundo trabajan con rigor y compromiso, un movimiento creciente de desinformación desestima y ridiculiza esos esfuerzos.
Cuando un científico se levanta temprano, sacrifica tiempo con sus seres queridos y posterga su vida personal para investigar, y concluye que las concentraciones de gases de efecto invernadero aumentan año tras año, lo que intensifica desastres como los incendios forestales en California, la crisis es clara y alarmante. Pero cuando una figura tan influyente como el presidente de una gran potencia desacredita estas evidencias diciendo: “Se va a poner más helado, solo espera y mira, no creo que la ciencia lo sepa”, no solo estamos ante una falacia peligrosa que pone a todos en riesgo, sino también frente a un insulto al método científico y al trabajo de quienes lo seguimos con dedicación.
¿Cómo puede ese científico encontrar la motivación para levantarse la mañana siguiente y continuar trabajando por nuestra sociedad si su labor será ignorada o mas aun desacreditada? La respuesta es que, eventualmente, muchos dejarán de intentarlo. Y eso, Sr. Director, está debilitando gravemente a una comunidad científica ya de por sí vulnerable.
Actuar contra la desinformación no es solo un acto de justicia hacia quienes dedicamos nuestras vidas a la ciencia; es una medida esencial para preservar el último bastión de la racionalidad, que ha sido clave para el progreso de nuestra civilización.
Atentamente,
Brandon Marcus.
Licenciado ciencias biológicas UC. Estudiante de magister en Instituto Max Planck de Microbiología Marina, Alemania.