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Violeta ya no está en el Museo de Violeta Parra

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Por: Tita Parra


Sr. director:

En estos días se cumplen 58 años de la partida de mi abuela Violeta Parra, el 5 de febrero de 1967. Es una fecha en la cual nos sumimos en profunda reflexión, por esta dolorosa pérdida. Fui la única nieta que pudo recibir su extraordinario amor de abuela inolvidable, la gran madre que estructuró mi ser en la infancia, con su imaginación y creatividad desbordante. Es ahora en los senderos de la madurez, cuando más he logrado comprender esos valores. La comunión con ella se ha ido transformando, liberando y abriéndose cada vez más. Hoy en día la Violeta es la abuela que habita en mi corazón. 

Hago pública esta declaración de amor de nieta, y me parece importante aclarar que no estoy involucrada en el manejo ni la gestión del Museo Violeta Parra, ni como nieta ni como miembro de la Fundación Violeta Parra. Participé activamente en la gestación del museo, que fue una odisea de muchos años, y colaboré en la programación de conciertos de la sala Antar, que llevaba el nombre de mi hijo, hasta que el museo fue destruido durante el estallido social. También estuve allí cantando y trabajando en proyectos, especialmente en la conmemoración de los Cien años de Violeta Parra en 2017.

Con los primeros piedrazos en los ventanales empecé a darme cuenta de que la Violeta ya no estaba más en ese lugar, y que una fuerza indomable la estaba sacando de esas paredes de cemento. La Violeta estaba en la protesta social y sus canciones se cantaban y tocaban junto con las de Víctor Jara en las calles de todo Chile. El espacio se convirtió en un campo de batallas de violencia y horror. Tuvimos que gestionar de urgencia el rescate de las obras. 

El museo se burocratizó y paralizó, cambió de perfil, ya que está conformado por diversas instituciones estatales con representantes que van cambiando en cada gobierno. Esto dificulta que tenga una línea editorial acorde a los objetivos iniciales que motivaron su creación, y lo ha ido convirtiendo en una galería confusa de diversas actividades dirigidas principalmente a forzar su existencia entre las ruinas. 

Nunca se han aclarado los hechos criminales de los incendios, los múltiples heridos ni las pérdidas oculares. Ante esta situación siniestra del museo durante la pandemia después del estallido, la Fundación Violeta Parra comenzó a gestionar otro destino para seguir con su misión de resguardo y difusión de la obra de Violeta Parra, y fue así como se ha instalado en la Universidad Católica, después de una lucha enorme por recuperar la obra visual, sacarla del lugar donde se mantuvo embalada por cinco años y comenzar una etapa nueva libre de burocracia y censura, de violencia y abandono. En un entorno académico, seguro, de máximo rigor curatorial, con acceso gratuito para el público, se ha constituido la Casa de Violeta Parra en el Campus Oriente de la Universidad Católica hace ya más de un año.

Hemos sugerido que el espacio incendiado se pueda convertir en un museo de arte popular dedicado a las maestras cultoras que inspiraron a Violeta Parra: alfareras, poetas, cantoras, a la mujer folklorista chilena. Que pueda seguir funcionando con un nuevo nombre, en pos de la preservación y difusión de la cultura popular. Los dineros que el Estado está invirtiendo deberían ser destinados a un proyecto elaborado con objetivos concretos y bien pensados, y no seguir siendo un museo con el nombre de Violeta Parra, pues en definitiva este nombre ya no corresponde. Se está visibilizando por fin esta incongruencia, y es motivo de esta carta informar a la opinión pública y reconsiderar esta figura y su forma de gestión. 

Tita Parra 

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