Sobre “Las falacias del sector forestal”
Señor director:
Matías Guerrero en una columna reciente enumera las que él considera falacias del sector forestal. Falacias con las que se buscaría defender lo indefendible. Su estrategia es revestir sus opiniones de un supuesto consenso científico avasallador respecto a que los monocultivos plantan pobreza o, como señaló Karina Riquelme en una columna anterior, que el modelo forestal es incompatible con la vida. Son claramente exabruptos discursivos, alegatos desde la emocionalidad que responden a un activismo social y, en el caso de Guerrero, también científico. Sin embargo, los pocos recursos argumentativos que este último nos compartió son pobres y confusos.
En primer lugar, las especies pirófitas no son aquellas que promueven la propagación de incendios. Todas las especies vegetales, todas, promueven la propagación de incendios. Salvo que Matías nos ilustre con una o más especies arbóreas, arbustivas o herbáceas que en presencia de fuego no se quemen y propaguen las llamas. Lo cierto es que las especies pirófitas son aquellas que se benefician de los incendios, porque evolucionaron en ambientes donde se producen incendios por causas naturales. Ninguna planta, seamos claros, produce, promueve o facilita el inicio de incendios, y todas los propagan.
Respecto a la sustitución, los números pueden torturarse para decir cualquier cosa. El 38% que menciona Guerrero es sobre una superficie acotada en un período acotado. No sobre la superficie total plantada. Si tomamos un superficie específica podríamos decir que el 100% de esa superficie sustituyó bosque nativo. Por otra parte, nadie ha señalado jamás que no existió sustitución de bosque nativo por plantaciones. No del 38%, pero sí del 10 al 15% de la superficie total plantada. Eso ya no ocurre, y no ocurrirá en el futuro. La legislación y las prácticas silvícolas actuales son incompatibles con la sustitución.
Y sobre el origen de la sequía, el autor de la columna tendría que ponerse de acuerdo. Los monocultivos desecan el paisaje o reducen los caudales. No es lo mismo. Como tampoco es lo mismo comparar el efecto de las plantaciones sobre la escorrentía respecto a una formación nativa que respecto a un suelo desnudo. La escorrentía y la pérdida de suelo evitada por una cubierta de plantaciones respecto a un suelo desnudo nunca está en los cálculos del activismo científico. No es extraño, no sienten la necesidad de ser imparciales.
Plantar árboles para satisfacer las necesidades de la población y manejarlos en forma sustentable jamás será incompatible con la vida. El papel aguanta todo, pero nadie está obligado a guardar silencio ante el maximalismo discursivo que disfraza el activismo visceral de razonamiento científico.
Julio Torres Cuadros
Académico FCFCN U. de Chile
Secretario Ejecutivo Colegio de Ingenieros Forestales