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Malas decisiones políticas y enfermedades emergentes: la nueva amenaza

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Por: Patricio Retamal Merino


Señor director:

Las enfermedades emergentes y reemergentes constituyen una de las principales amenazas sanitarias para la población mundial. Al punto que el año 2019 la OMS declaraba en su página web las 10 amenazas para la salud global, de las cuales 5 tenían una directa relación con este tipo de enfermedades: la pandemia de influenza, Ébola y otros patógenos de alta letalidad, la resistencia antimicrobiana, el dengue y el VIH/SIDA. Sin embargo, las otras 5 amenazas también se vinculan, aunque indirectamente, con las enfermedades emergentes, incluyendo la contaminación del aire y el cambio climático, las enfermedades no transmisibles, los entornos frágiles y vulnerables, la atención primaria de salud debilitada y la renuencia a la vacunación. Estas amenazas se vieron materializadas abruptamente a finales de ese mismo año, con la emergencia del SARS CoV-2, poniendo de manifiesto que estas enfermedades representan efectivamente un riesgo de gran magnitud para la salud global.

En los meses venideros y a la luz del desarrollo tecnológico de herramientas diagnósticas primero, preventivas y terapéuticas después, se observó que la desigualdad socioeconómica iba también a tener un impacto directo en el acceso a estas herramientas, particularmente grave en el caso de las vacunas. En la práctica, decisiones políticas de los países con más recursos intentaron acaparar el stock de vacunas en significativo desmedro de los países más pobres, principalmente del continente africano y asiático. Los estados intentaron establecer campañas masivas de vacunación en sus poblaciones, motivados por un urgente sentido de restaurar la normalidad sanitaria, social, económica. Pero tempranamente aprendimos de la capacidad de adaptación del SARS CoV-2, con el surgimiento progresivo de variantes que, en el contexto de estas campañas de vacunación, lograron establecerse como un problema sanitario endémico, con la necesidad de permanente revacunaciones. Es decir, las vacunas no lograron detener la transmisión del virus, aunque si atenuaron sus consecuencias clínicas. La desprotección de las poblaciones vulnerables en los países pobres, intentó ser mitigada por esfuerzos activos de la OMS para recaudar fondos, donaciones y vacunas, que fueran destinadas a estas zonas del planeta donde el virus podía circular eficientemente, mutar, y evolucionar a nuevas variantes, poniendo en riesgo no solo a estas poblaciones, sino que nuevamente a todo el planeta.

Por tanto, el capitalismo como sistema socioeconómico y la desigualdad actual e histórica que se estableció en nuestros países y continentes, favorece la propagación de los agentes emergentes y re-emergentes. Y esta no es una crítica interesada, sino más bien un llamado de atención para entender que la oferta y la demanda no pueden ser las condiciones por las que se zanjan los problemas sanitarios globales. Los agentes patógenos no van a respetar los límites geopolíticos ni los modelos de desarrollo de los países, sencillamente van a encontrar a las personas desprotegidas, a las poblaciones susceptibles y tendrán la oportunidad de evolucionar a nuevas cepas, nuevas variantes, nuevas amenazas.

Este panorama, tan evidente para los profesionales de la salud y las instituciones sanitarias nacionales e internacionales, está siendo soslayado groseramente por el actual gobierno de Estados Unidos, y específicamente por Donald Trump. Su administración ha tomado la decisión política de salir de la OMS, y cerrar el flujo de ayuda y recursos que apoyaban programas de salud en todo el mundo. En una ceguera intencionada, este movimiento económico, promotor de una precariedad sanitaria global, solo facilitará la emergencia y propagación de agentes biológicos que podrán afectar a todo el planeta, incluyendo a EEUU. Es como un let´s make America vulnerable again. Y es que la ayuda estadounidense era significativa, notoria en diversos ámbitos del desarrollo científico y en la asistencia de estrategias de prevención, tratamiento y control de las principales enfermedades del planeta. Y con gran impacto precisamente en aquellas latitudes donde el riesgo de aparición de agentes pandémicos es mayor. Lamentablemente no hay muchas esperanzas de que en un futuro cercano la administración estadounidense recapacite. Nos queda al resto de los países, y a los investigadores y profesionales de la salud, mantener la perspectiva racional de la colaboración internacional, única estrategia efectiva para atenuar el riesgo y el impacto de las enfermedades emergentes.

Patricio Retamal Merino
Médico Veterinario. Profesor Asociado
Universidad de Chile

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