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El Plan Estadio Seguro cierra su desastrosa historia

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Por: Rodrigo Salinas


Señor director: 

El Plan Estadio Seguro cierra su desastrosa historia luego de 14 años de absoluta inoperancia. Una política pública que, lejos de erradicar la violencia en los estadios, fue testigo pasivo —cuando no cómplice— del avance y consolidación de las barras bravas como verdaderas estructuras de poder paralelas al deporte.

Esto no es un fenómeno nuevo. La UEFA ya vivió algo similar en 1985, tras la tragedia del Estadio Heysel, donde murieron 39 personas. En respuesta, se aplicó un veto de cinco años a todos los clubes ingleses en competencias europeas. No obstante, sólo cuatro años más tarde ocurrió una tragedia aún mayor en Hillsborough, donde fallecieron 97 personas. Fue solo entonces cuando el gobierno de Margaret Thatcher decidió actuar con verdadera contundencia, entendiendo que el fútbol, sin orden ni responsabilidad, puede convertirse en un campo de impunidad y muerte.

Hoy, en Chile, estamos en un punto de inflexión similar. La ineficacia estatal, el acomodo de los clubes y la pasividad generalizada han permitido que la violencia se naturalice en nuestras canchas. El llamado es simple, aunque impopular: veto al fútbol chileno, investigar a las barras bravas, y sanciones reales a los clubes que no cumplan con condiciones mínimas de seguridad, identificación y control. Basta de medidas cosméticas. Si queremos recuperar el fútbol para las familias, hay que actuar con decisión, aunque moleste a algunos intereses.

Rodrigo Salinas Rojas
Psicólogo clínico
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