Piñera se enfrenta nuevamente al dilema de ser Jefe de Estado/Gobierno y líder de su coalición. El senador RN Francisco Chahuan viene insistiendo hace tiempo en que «el Presidente Sebastián Piñera debe ser Jefe de Estado y restarse de ser jefe de la coalición, para que sea la propia coalición la que genere el debate respecto de cómo se va a conformar un proyecto político». En las antípodas, el presidente de Evópoli y diputado Francisco Undurraga sostiene que “Sebastián Piñera, sin lugar a dudas, es el líder más relevante que tiene la coalición” y que “en ese contexto es el jefe de Gobierno, por lo tanto, es Sebastián Piñera quien actúa como el líder de la coalición”. Estamos frente a un tema no resuelto desde el punto de vista del diseño de reglas en la relación Mandatario y coalición, en un régimen presidencialista que está en la base de buena parte de las tensiones entre Jefe de Estado y coalición.
Un atisbo de desorden se comienza a observar en las filas del oficialismo. El disciplinamiento durante la campaña, primero, y luego durante la fase de designación de cargos en el Ejecutivo, había logrado contener los espíritus de fronda en la coalición de derecha. Pero la pugna para evitar que La Moneda tomara posición en la tramitación de la ley de identidad de género está dando cuenta de tempranas tensiones en Chile Vamos.
Desde una perspectiva analítica, estaríamos frente a un clásico dilema de los sistemas presidencialistas. Pero también ante una disyuntiva que el Presidente Piñera no podrá eludir por mucho tiempo más, sin que ello signifique amenazas a la gobernabilidad de su coalición.
De acuerdo a nuestro ordenamiento institucional, el Poder Ejecutivo es ejercido por un Presidente de la República que concentra funciones como Jefe de Estado (es decir, quien representa la unidad del Estado a nivel interno e internacional) y Jefe de Gobierno (en tanto responsable del Gobierno de un Estado o de una subdivisión territorial de este). Pero también, en los últimos gobiernos de coalición, los presidentes han podido concentrar las funciones de líder de la respectiva coalición.
Desde el retorno a la democracia solo el ex Presidente Aylwin pudo administrar con éxito los tres roles: jefe de Estado, Gobierno y líder de su coalición. Frei y Lagos ejercieron claramente los roles de jefe de Estado y Gobierno, no renunciando a ser líderes de coalición. Sin embargo, este último desempeño no estuvo exento de tensiones y les fue más complejo el resultado de las disputas entre “autocomplacientes “y “autoflagelantes”. Bachelet en sus dos administraciones y Piñera en su primer mandato, optaron por no asumir el rol de líderes de sus respectivas coaliciones. Muchas de las causas de los problemas de sus gobiernos tienen explicación en el “fuego amigo” y el rol de los jugadores con poder de veto partidario en sus respectivas coaliciones con los presidentes.
[cita tipo=»destaque»]Optó por el clima de opinión que apoya a la medida, sorprendiendo al oficialismo y en un claro un intento por conectar emocionalmente con ese clima y esos públicos. El cálculo tiene que ver con dos órdenes de cosas. En primer término, el Presidente sabe que por ahora dispone de capital político para esta toma de posición que le posibilitará aplacar por el momento la crítica de los sectores ultramontanos de su coalición. Pero la señal detrás de su decisión importa un claro llamado de atención a los jugadores con poder de veto partidario en la UDI ─como el que ejerce la senadora Van Rysselberghe─ RN y Evópoli, en el sentido de que esta vez no estará quizás nuevamente dispuesto a renunciar a su rol como líder de coalición, lo que supone un nuevo trato con dicho conglomerado que deberá tomar nota de esta nueva lógica de relacionamiento con La Moneda y su Presidente.
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En el balance de las administraciones bacheletistas, la Presidenta mostró una mayor concentración por los temas de Estado y Gobierno que en el de liderazgo de su coalición. Piñera, por su parte, entre 2010 y 2014, evidenció una menor disposición para relacionarse con los partidos y ser árbitro de disputas internas. Esto lo llevó a subvalorar el poder de veto de los partidos, lo que se expresó en el llamado fuego aliado de RN y la UDI, que terminó minando su liderazgo presidencial.
En este segundo mandato Piñera se enfrenta nuevamente al dilema de ser Jefe de Estado/Gobierno y líder de su coalición. El senador RN Francisco Chahuan viene insistiendo hace tiempo en que «el Presidente Sebastián Piñera debe ser Jefe de Estado y restarse de ser jefe de la coalición, para que sea la propia coalición la que genere el debate respecto de cómo se va a conformar un proyecto político». En las antípodas, el presidente de Evópoli y diputado Francisco Undurraga sostiene que “Sebastián Piñera, sin lugar a dudas, es el líder más relevante que tiene la coalición” y que “en ese contexto es el jefe de Gobierno, por lo tanto, es Sebastián Piñera quien actúa como el líder de la coalición”. Estamos frente a un tema no resuelto desde el punto de vista del diseño de reglas en la relación Mandatario y coalición, en un régimen presidencialista que está en la base de buena parte de las tensiones entre Jefe de Estado y coalición.
La experiencia muestra que coaliciones partidarias y el presidencialismo no son incompatibles en la medida en que existan reglas formales e informales que regulen la dinámica política dentro de la coalición, moderando de este modo las disputas personales y las pujas por influencia y espacios de poder.
Por ahora no disponemos de reglas. La decisión de Piñera a favor de permitir el cambio registral desde los 14 años con consentimiento de los padres, supone una acción decidida de liderazgo en su relación con Chile Vamos.
El Presidente tomó posición en el debate ideológico y doctrinario en su sector a partir de un cálculo costo-beneficio. El Mandatario debe haber evaluado qué le reportaba menor costo: si la desaprobación de sectores conservadores de su coalición o la de los amplios sectores de la sociedad y del clima de la opinión pública favorable a la medida.
Optó por el clima de opinión que apoya a la medida, sorprendiendo al oficialismo y en un claro un intento por conectar emocionalmente con ese clima y esos públicos. El cálculo tiene que ver con dos órdenes de cosas. En primer término, el Presidente sabe que por ahora dispone de capital político para esta toma de posición que le posibilitará aplacar por el momento la crítica de los sectores ultramontanos de su coalición. Pero la señal detrás de su decisión importa un claro llamado de atención a los jugadores con poder de veto partidario en la UDI ─como el que ejerce la senadora Van Rysselberghe─ RN y Evópoli, en el sentido de que esta vez no estará quizás nuevamente dispuesto a renunciar a su rol como líder de coalición, lo que supone un nuevo trato con dicho conglomerado que deberá tomar nota de esta nueva lógica de relacionamiento con La Moneda y su Presidente.