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La bandera de la ecología y otros emblemas nacionales Opinión

La bandera de la ecología y otros emblemas nacionales

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¿Qué tiene que ver la defensa de la ecología del día que hizo Piñera en la ONU con la broma de la bandera que le mostró a Trump? Simple, parecía que la bandera de la ecología que levantó Piñera ante la ONU era un buen gesto, pero día siguiente, vemos que su discurso, sus gestos, bien pueden ser parte de una gran broma. La pregunta es cuál de los dos discursos va en serio: ¿La imagen de la bandera donde Chile es un estado más de los Estados Unidos, perdiendo su independencia; o el discurso ecológico?, acaso un sarcasmo de la realidad de las comunidades que viven en las zonas de sacrificio tanto Chile, como en cualquier lugar del planeta.


El día 27 de septiembre de 2018 el presidente Sebastián Piñera presentó un discurso de más de treinta minutos ante la Asamblea General de la ONU. A muchos de quienes lo escuchamos nos sorprendió que dedicara una parte importante de su discurso a la urgente necesidad mundial de enfrentar el cambio climático. Condición que Chile vive, especialmente, dadas las características geográficas que lo determinan. Así, las circunstancias impuestas por el cambio global y la necesidad de que nuestro país sea parte de las naciones que lideren una nueva actitud hacia el planeta, se hacía presente en esa importante tribuna.

Por cierto, el discurso incluyó otros temas geopolíticos, pero, el que parecía más relevante, por la novedad y su contingencia, es el del ecologismo como bandera que guíe los destinos de esta larga y angosta faja de tierra y mar, que parece siempre lejana. Chile se presentaba ante las demás naciones bajo una nueva estrella, una nueva bandera, una, concreta y activa, que implica reaccionar por las próximas generaciones para que el mundo sea posible también en el futuro.

El Presidente de la República utilizó palabras técnicas, una fraseología concreta que para quienes conocen de los temas asociados al cambio climático parecían el augurio de una nueva conciencia, al menos a nivel gubernamental. Casi, se escuchó como el manifiesto de un cambio cultural del que Chile sería parte, antes que el mismo planeta se vuelva en sí mismo una “zona de sacrificio”. Para utilizar ese terrible epíteto con que se designan los lugares donde se emplazan empresas e industrias cuyos procesos contaminantes tienen como consecuencia el aniquilar, a corto o largo plazo, las propiedades medioambientales amigables con la vida humana y natural.

[cita tipo=»destaque»]Como sea, la broma, el mal chiste del Presidente Piñera tiene muchas lecturas posibles. Primero, la voluntad, por medio de una imagen, de presentar a Chile como colonia norteamericana, cuando no lo somos, ni lo hemos sido. Segundo, imaginar, de forma humillante, cómo los propios chilenos nos sentimos respecto del poder de los Estados Unidos en el contexto mundial. Tercero, jugar con ambos símbolos patrios, sin importar lo que representan, ni lo que han significado en la historia de ambas naciones. Cuarto, arriesgar las relaciones internacionales, dado que el Presidente Piñera no puede adelantar cómo podría tomar algo así el Presidente del otro país.[/cita]

Es más, por los parlantes de la asamblea a de la ONU se escuchaba, sin duda por primera vez –sin traducción posible– los nombres de dos localidades de la zona central de Chile: Puchuncaví y Quintero. Dos lugares, originalmente asentamientos indígenas, uno costero y el otro un fértil valle interior, que, luego, a poco correr del Siglo XX, se convirtieron en la antítesis, en el infierno de la contaminación y la asfixia para sus habitantes, tanto a la orilla del mar como en el campo, por la actividad industrial y energética. No obstante, el que el tema haya sido mencionado ante la ONU parecía marcar un rumbo firme para un cambio. Una transformación en la relación del gobierno actual para con las medidas necesarias ante la contaminación de las aguas, del aire, del suelo y del mar. Todos estos conceptos formaron parte del discurso del Presidente de la República, así como el llamado mundial a reaccionar lo antes posible.

Sin embargo, si esas señales podían significar un signo de esperanza para los chilenos, un día después, el 28 de septiembre de 2018, al reunirse con el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, con la misma mano que levantó el Presidente Piñera para arengar la urgencia ante el cambio global, Chile fue testigo cómo alzaba con un gesto casi pueril una hoja impresa en la que –aludiendo un meme que circula en las redes sociales– se muestra la bandera de Chile convertida en un fractal de la bandera de los Estados Unidos de Norte América.

Un gesto que mancilla el emblema patrio. El propio líder de los chilenos, su Presidente, se hace parte de lo que se puede reconocer como un acto de deshonra del símbolo nacional. La representación, es una puesta en abismo, donde no tan solo se satiriza el histórico blasón, sino, además, se atreve, delante del Presidente de los Estados Unidos, también a relativizar la bandera del país anfitrión. Un símbolo que, tanto allá como acá, para cualquier alteración o cambio, requiere respeto y prudencia.

Como sea, la broma, el mal chiste del Presidente Piñera tiene muchas lecturas posibles. Primero, la voluntad, por medio de una imagen, de presentar a Chile como colonia norteamericana, cuando no lo somos, ni lo hemos sido. Segundo, imaginar, de forma humillante, cómo los propios chilenos nos sentimos respecto del poder de los Estados Unidos en el contexto mundial. Tercero, jugar con ambos símbolos patrios, sin importar lo que representan, ni lo que han significado en la historia de ambas naciones. Cuarto, arriesgar las relaciones internacionales, dado que el Presidente Piñera no puede adelantar cómo podría tomar algo así el Presidente del otro país.

Es decir, no consideró ni la más mínima regla de cortesía, de diplomacia, de decoro y, por último, de respeto por su propia investidura. Por lo mismo, el Presidente Piñera ha insultado tanto a su anfitrión en su casa como a quienes hemos quedado aquí, en su casa, sus connacionales. Así es como esa estrella que hace que la bandera de Chile se integre a la bandera de los Estados Unidos está vacía y fue vaciada en ese acto. Es una estrella hueca. Hueca como la parodia que implica. Fatua, como una mala broma.

Pero qué tiene que ver la defensa de la ecología del día con la bandera. Simple, parecía que la bandera de la ecología que levantó Piñera ante la ONU era un gesto de buena estrella. Una nueva para Chile. Sin embargo, como la mano que borra lo que escribe con el codo. Al día siguiente, vemos que su discurso, sus gestos, bien pueden ser parte de una gran broma. La pregunta es cuál de los dos discursos va en serio: ¿La imagen de la bandera donde Chile es un estado más de los Estados Unidos, perdiendo su independencia; o el discurso ecológico?, ¿sarcasmo de la realidad de las comunidades que viven en las zonas de sacrificio tanto Chile, como en cualquier lugar del planeta?

Cuando un Presidente de la República no respeta los símbolos patrios solo se pueden anticipar malos augurios. Malas bromas. Nunca sabremos qué discurso es el de la verdad, el que dice que dice o el que muestra y que hace. Como sea, no esperemos que las nuevas generaciones respeten símbolos, signos, escudos y banderas, si los líderes de la nación no son los primeros en demostrar gratitud hacia lo que significan, aunque sean solo símbolos.

Quizás me he tomado muy en serio un chiste, pero como nos enseña la vida, eso de reír es relativo. Aunque cuando se trata del bienestar de las naciones y las comunidades que lo integran, esa risa puede ser también el último gesto, la mueca de la asfixia, del ahogo, la deformada contorsión de quien cree poder reír del sacrificio ajeno sin saber que es el propio también. Flamean banderas, no sabemos si son de duelo, también en la amplia zona de sacrificio llamada Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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