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Dime dónde estudiaste y te diré hasta dónde puedes llegar en política: a propósito de Moreno y Desbordes Opinión

Dime dónde estudiaste y te diré hasta dónde puedes llegar en política: a propósito de Moreno y Desbordes

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Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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A nivel político, el peso de la elite es más transversal que en las empresas. Los apellidos se repiten, y también se hereda el poder. Aunque esto se da en todos los sectores, en la derecha es aún más potente, ya que ahí se combina poder político y económico, además de algo de aristocracia y, por supuesto, sólidas redes sociales. Miremos el panorama actual, considerando que es en ese sector donde suenan –tempranamente– más nombres para postular por el sillón presidencial en 2021. José Antonio Kast, Manuel José Ossandón, Joaquín Lavín y Alfredo Moreno. Todos de familias con tradición política y empresarial. Elite pura. Ninguno de la escuela E-556 o el Liceo A-109, en los que estudió Mario Desbordes.


Dicen que valgo callampa”, se quejó amargamente Mario Desbordes en una entrevista en Vía X. La crítica, dirigida a la prensa, fue una especie de catarsis pública, cuyo trasfondo sonó más a confesión terapéutica que a conversación política. El diputado afirmó sentirse discriminado socialmente y lanzó una frase que, de seguro, identificó a más de un dirigente de su partido: “Soy el hueón de la escuela con número, de liceo público, que está a cargo del partido más grande del país, al que no le reconocen una estatura intelectual ni de historia para estar al mando de un partido así”. Una mezcla entre lamento y orgullo, pero, por sobre todo, con sabor a revancha. Y, claro, la frase no iba dirigida a los periodistas, sino a la elite política en general. ¡Toma, cachito de goma!, como diría Yerko Puchento.

Para nadie es un misterio que este es un país fuertemente dirigido por una elite que se desenvuelve de manera transversal en todos los ámbitos de la sociedad. Pero donde su impacto es brutal es en la esfera de la política y los negocios. Allí los líderes suelen conocerse desde niños. Se han educado en los mismos colegios, jugado en los mismos barrios y compartido en los mismos clubes. Es lo natural, lo cotidiano. La diferencia de hace 30 o 20 años es que el desarrollo y crecimiento de Chile ha permitido un mayor grado de diversificación en torno a los sectores en que habitan –si antes era El Golf, hoy es La Dehesa– y el número de Colegios ha aumentado –del Verbo Divino, Saint George, San Ignacio o Tabancura de los 80, sumamos ahora al Cumbres, San Benito y otros–, pero en la práctica sigue siendo estructuralmente similar. Los apellidos se repiten y las redes son las mismas.

Esta elite, cuando hablamos de negocios, tiene un grado de homogeneidad incomparable con otros países y suelen traspasar sus fortunas y poder de generación en generación. De hecho, en EE.UU. esto iría contra la ideología del self-made man. Pertenecen en un alto porcentaje al mundo conservador, católico y de derecha. No lo esconden ni menos lo disimulan. Les importa influir cultural y políticamente, por tanto, son dueños de medios de comunicación. Tienen una devoción por los canales de TV, aunque no sean rentables e incluso mantengan números rojos.

[cita tipo=»destaque»] La gente en Chile siempre ha optado por esta elite, incluido el médico Salvador Allende. Y por ahora el panorama no cambiará. Las señales que se hacen a sectores más populares son solo eso: gestos. De hecho, este repentino interés por el mundo evangélico –mejor dicho, el voto evangélico– está empezando a traerle problemas al Gobierno. Además de la resistencia que tendrán por los aspectos relacionados con la transparencia de los dineros cuando se discuta la Ley de Culto, las serias acusaciones que enfrentan los Durán-Durán, principales aliados de La Moneda, por lavado de activos y enriquecimiento ilegal –gracias al “diezmo” que entregan los fieles–, podrían transformarse en un dolor de cabeza para el Presidente Piñera. [/cita]

Pero a nivel político, el peso de la elite es más transversal que en las empresas. Los apellidos se repiten, y también se hereda el poder. Los Coloma, Lagos, Allende, Alessandri, Girardi, Walker, Chadwick, Zaldívar y Aylwin –la lista es muy larga–, han formado parte del paisaje de los partidos tradicionales hace décadas. También estudiaron en los mismos colegios y universidades, sus hijos son amigos, tienen casas en los mismos lagos y playas, comen y toman sol juntos en verano. Discuten de día en el Parlamento, pero después comparten el happy hour en el bar del hotel en que se quedan un par de días a la semana en Valparaíso. Por suerte, gracias al cambio del sistema electoral, este panorama comenzará a cambiar gradualmente –ya se incorporaron los Vallejo, Bellolio, Jackson–, pero tomará muchos años.

Aunque esto se da en todos los sectores, en la derecha es aún más potente, ya que ahí se combina poder político y económico, además de algo de aristocracia y, por supuesto, sólidas redes sociales.

Miremos el panorama actual, considerando que es en ese sector donde suenan –tempranamente– más nombres para postular por el sillón presidencial en 2021. José Antonio Kast, Manuel José Ossandón, Joaquín Lavín y Alfredo Moreno. Todos de familias con tradición política y empresarial. Elite pura. Ninguno de la escuela E-556 o el Liceo A-109, en los que estudió Mario Desbordes.

La gente en Chile siempre ha optado por esta elite, incluido el médico Salvador Allende. Y por ahora el panorama no cambiará. Las señales que se hacen a sectores más populares son solo eso: gestos. De hecho, este repentino interés por el mundo evangélico –mejor dicho, el voto evangélico– está empezando a traerle problemas al Gobierno. Además de la resistencia que tendrán por los aspectos relacionados con la transparencia de los dineros cuando se discuta la Ley de Culto, las serias acusaciones que enfrentan los Durán-Durán, principales aliados de La Moneda, por lavado de activos y enriquecimiento ilegal –gracias al “diezmo” que entregan los fieles–, podrían transformarse en un dolor de cabeza para el Presidente Piñera.

Por de pronto, Desbordes tiene razón. Ser diputado y presidente del partido más grande de Chile, de seguro, ya se acerca a su techo, bueno, tal vez podrá ser senador, pero difícilmente podrá competir por un cupo presidencial. Este está reservado para la elite. Para los que estudiaron en el Verbo Divino, como Piñera, o el San Ignacio, como Alfredo Moreno, el más seguro hombre apadrinado por el Presidente para su sucesión, pese a los esfuerzos de Ossandón por tener a ese sponsor.

Alfredo Germán Moreno Charme, ignaciano de El Bosque, está haciendo una muy buena labor como ministro y también muchos méritos para estar en la papeleta de las primarias de la derecha. Aunque hasta 2010 no tuvo una trayectoria política, pero sí empresarial y académica destacada, Moreno ha logrado ganarse un buen espacio en ese mundo, pese a las dudas que genera en RN –han criticado su actitud “burlesca”– y el apoyo decidido que ha recibido de un grupo de diputados de la UDI para ser presidenciable.  El Plan Araucanía y el de Compromiso Social –apoyado por toda la elite empresarial– le están dando un sello “social”, que podría arrebatarle a Lavín la categoría “derecha social”, esa que Ossandón patentó en 2017 y que luego perdió producto de sus constantes zigzagueos políticos.

Y la semana pasada Moreno dio su primer gran golpe mediático, más allá de las intenciones del ex canciller. Estuvo de huésped ilustre de Felipe Berríos –el cura con mayor prestigio en la Iglesia católica hoy–, en la población La Chimba de Antofagasta, un territorio que muestra las contradicciones del país: pobreza extrema en una región minera, migrantes y delincuencia.

El ministro alojó en la mediagua en que vive Berríos, lo que se entiende por esa tradición de los alumnos del San Ignacio de vivir un tiempo en un lugar de esfuerzo para que conozcan y valoren tal realidad. El sacerdote jesuita sentenció la visita con una frase que de seguro estará impresa en los dípticos del ministro cuando sea candidato: “Es una persona muy valiosa, con una inteligencia emocional y sentido social tremendo”.  Mal que mal, viniendo de un compañero de colegio, no podía ser mejor. Y, claro, pese a vivir en La Chimba, Felipe también es parte de la elite, gracias a Dios.  

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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