Todas las teorías de desarrollo regional coinciden en lo mismo: debe existir colaboración en todos los niveles entre el gobierno regional/local; la sociedad civil donde son claves las universidades, sindicatos y ONGs de todo tipo; y las empresas privadas. Allí se construyen los pactos sociales y el capital puente de la confianza (Robert Putnam), se hace posible evitar el aislamiento para producir verdaderas sinergias (Nuria Cunill, Sergio Boissier) y se comparte renta relevante para producir ciencia e innovación aplicada en cluster productivos en diversas áreas para crear diversificación económica y empleos de calidad (Michael Porter).
Lo último fracasa en Chile por el centralismo histórico del poder político y empresarial en la zona pudiente de Santiago, evitando una ley de rentas regionales (resistida por Hacienda, los intelectuales de las universidades de la elite y los grandes consorcios tanto con Bachelet como con Piñera). La arquitectura e infraestructura material del sistema no favorece el aporte estructural de las empresas a los territorios (patentes ínfimas en la minería y pesca, inexistentes para forestales, puertos y eléctricas), lo que es agravado por el bajísimo aporte empresrial o las grandes fortunas- como personas naturales- a las universidades regionales. Como muestra de Según la Universidad de Harvard en su estudio del año 2018. Chile tiene una baja acción filantrópica de personas y empresas a fundaciones sin fines de lucro con sólo cien millones de dólares en el puesto 18 de 24 países escrutados. De hecho, todo el sistema universitario ha recibido en las últimas décadas en torno a solo 50 millones de donaciones promedio anual, bajando a 27 millones en el último trienio medido por de estudio de Juan Manuel Ojeda y Javier San Martín de Pauta.Cl (enero 2019) sobre donaciones recibidas por las 62 universidades y los 27 institutos profesionales entre los años 2001 a 2017.
En los aportes a las universidades se replica la concentración económica de Chile en su elite del Barrio Alto de Santiago y sus centros universitarios católicos, privados y localizados cerca de la llamada “cota mil”. Al analizar las 16 instituciones que recibieron para el período más de seis millones y el Informe CIPER sobre el origen de las donaciones a las universidades 2007-2011, se aprecia claramente la concentración en las católicas Universidad de Los Andes (Opus Dei, Las Condes) que recibió 175.5 millones de dólares con grandes donaciones de la familia Fernández, y la Pontificia Universidad Católica de Chile con mayores aportes empresariales diversos (Pelambres del grupo Luksic, CELCO y Copec de Angellini, Banco Santander, entre otros) por 158 millones de dólares, sumando ambas más de la mitad de las donaciones. La única universidad pública o tradicional con montos significativos es la Universidad de Chile con 75.2 con grandes aportes de la Minera Escondida. Más atrás se ubica con 25 millones y medio la Universidad del Desarrollo vinculada al gremialismo con donaciones de empresas ligadas a los escándalos de financiamiento ilegal y las privatización del sistema previsional: Penta, Soquimich, Cuprum, Isapre Vida Tres.
Con montos similares y origen distinto se encuentra la U. Alberto Hurtado principalmente de aportes filantrópicos de la propia familia Hurtado que le han permitido proyectar su campus patrimonial en el centro poniente de Santiago. Más atrás se ubican otras públicas o tradicionales como la U. T. F. Santa María (16.7), Austral (11.5), U. de Concepción (8) y U. de Santiago (6.8). Sin embargo, prevalecen las instituciones privadas (Adolfo Ibáñez 15; Andrés Bello 11,3; Viña del Mar 8.5) o privatizadas como el Inacap (12), así como otras católicas: Del Norte 13.5 y Finis Terrae 13.
Al mirar el cuadro el predominio de las confesionales supera el 70% de las donaciones y si entiende como privadas a la católicas junto a las instituciones propiamente particulares llega al 80% de las donaciones. Las públicas (U. de Chile y USACH) y tradicionales (UTFSM, UDEC y Austral) alcanzan sólo el 20% de los 660 millones escrutados.
En relación al centralismo, el sesgo llega a un 90% en universidades de la zona metropolitana, llamando la atención el bajo aporte de las empresas mineras, forestales y de celulosa a los territorios donde extraen los recursos naturales, donando más a los centros universitarios de le elite dominante del Gran Santiago.
De los datos se concluye el sesgo oligárquico, confesional y centralista, la baja donación en general lo que interpela a los ex alumnos de instituciones tradicionales de las territorios a buscar que sus empresas o como personas naturales puedan aportar a romper la fuerte sesgo elitista en un sistema que no entrega recursos adicionales relevantes a las universidades públicas y tradicionales. Del mismo modo, la extrema focalización de las grandes empresas y bancos en una decena de universidades de Santiago repone el debate si el sistema debiera contemplar que la mitad de las donaciones debieran ir a un fondo compensatorio y de desarrollo de las universidades regionales. Otra idea ante el esquivo consenso por rentas regionales relevantes en el país del veto empresarail-central.