La deuda de los hogares para el 2018 equivale al 73,3% de sus ingresos disponibles (RDI), según el Informe de Política Monetaria del Banco Central del Segundo Semestre del 2018 (IPOM). Los medios de comunicación lo registran como un “máximo histórico”. El Banco Central cuenta con este dato desde el 2003 y efectivamente es un record histórico. Ese año la deuda de los hogares equivalía el 36,6% de sus ingresos disponibles. Pero al investigar más de cerca la serie completa de datos que el mismo Banco Central entrega, la visión es algo diferente.
Cada año entre 2003 y 2010 la deuda de los hogares (como proporción del ingreso disponible) rompió el máximo histórico del año anterior. Llegando en 2010 a un 59,1%. Se estabilizó en torno al 58% durante 2011 y 2012, para luego comenzar su imparable ascenso entre 2013 y 2018. Durante estos 7 años, la deuda de los hogares fue rompiendo cada año el máximo histórico del año anterior. El 2014 superó el 60% y tres años más tarde ya se empinaba sobre el 70%. El mayor crecimiento se registró en 2007, donde crece 8 puntos porcentuales más que el año anterior.
Los datos anteriormente expuestos son consistentes si se comparan con el Producto Interno Bruto (PIB). Según el Informe de Estabilidad Financiera del 2° Semestre de 2018 del Banco Central (IEF), para el año 2010, la deuda total de los hogares equivalía al 36% del PIB, y para el segundo trimestre del 2018 había aumentado a un 47%. El crecimiento de las deudas no es sólo crédito hipotecario, sino también de tarjetas de crédito bancarias y de casas comerciales, así como de Cajas de Compensación, Cooperativas de Crédito y Ahorro, Cajas de Asignación Familiar, Automotriz y Educación.
La morosidad tampoco ha parado de crecer los últimos 5 años, llegando a 4.529.480 millones de personas en esta situación para diciembre de 2018; para mismo mes del 2014 la cifra era de 3.427.114 según cifras de Universidad San Sebastián usando los datos de DICOM-Equifax. Es decir, en 4 años, los morosos aumentaron en 1 millón, a un ritmo de 250 mil anual. Ya se quisieran las cifras de empleo tales datos.
Por lo tanto, no ha de llamarnos la atención tales cifras, ya que se trata de un comportamiento “normal” de las últimas dos décadas sobre las cuales tenemos información. Es estructural, como dirían algunos. Tal aspecto estructural, tiene a su vez, explicaciones que se alejan de la mera contingencia del crecimiento anual.
Las mayores tasas de crecimiento de la deuda de los hogares durante los últimos 20 años se encuentran en un ciclo amplio de financiarización entre crisis asiática (1998-1999) y crisis sub prime (2008-2009), aumentando entre 2003 y 2010 más de un 60% la deuda de los hogares en relación a los ingresos disponibles. En primer lugar, está la ampliación del retail financiero, la cual se da por medio de la reforma a la Ley General de Bancos de 2001, que reduce a la mitad los requerimientos para abrir un banco, de esta forma, las casas comerciales más grandes compran las financieras que quebraron luego de la crisis asiática y se masifica el negocio del crédito, diversificándose las instituciones oferentes de crédito y transformándose las antiguas financieras y divisiones de consumos de los bancos.
El Banco Falabella nace en 1998, el Banco Ripley en 2002, Banco París en 2003 y, tanto las Cajas de Asignación Familiar como las Cooperativas de Ahorro y Crédito, pueden ofrecer crédito hipotecario y de consumo desde el 2002. El 2005 surge el Crédito con Aval del Estado (CAE), aumentando de forma normal y permanente el número de deudores estudiantiles y el total de la deuda al menos hasta 2017.
Un poco antes del CAE y paralelo a la ampliación del retail financiero, se comienza a hacer masiva la salida de los primeros pensionados del Sistema de AFPs, hecho que impulsó las reformas al sistema (inclusión del “Pilar Solidario”) realizadas en 2008 durante el gobierno de Michelle Bachelet. En ese mismo período los salarios promedio, se vieron estancados en su crecimiento registrando un aumento promedio real entre 2000 y 2009 de un 0,5% anual según la Encuesta Suplementaria de Ingresos del INE.
El máximo histórico que se registra de deuda de los hogares en relación a sus ingresos disponibles, ha sido una constante las últimas dos décadas, con una tendencia imparable. Sus bases son estructurales ya que, quienes san sido objeto de las reformas sociales y financieras de las últimas décadas se endeudan más y, por ende, se ven afectos a mayor morosidad. La mayor proporción de morosos corresponde a las comunas más pobres y populares, como San Ramón y Lo Espejo, las cuales superan el 37% de morosos de su población total. Mientras que en Vitacura equivale al 12,6%, a pesar de que es la comuna que más monto promedio de morosidad tiene.
Cerca del 34% del total de morosos son menores de 29 años o bien mayores de 60 años, dando cuenta de que tanto los jóvenes en edad de estudiar, como los adultos mayores en edad de jubilar se encuentran en situación de morosidad peligrosa, por ser grupos más dependientes de una seguridad social ausente. De hecho, el monto de la morosidad de los mayores de 70 años aumentó un 12,7% anual en diciembre de 2018, siendo el mayor aumento de todos los tramos etarios del informe citado. El monto de la morosidad para los mayores de 65 años que perciben el Pilar Básico Solidario ($102.897) aumentó en un 10,7% el mismo período, siendo de $716.334, que es casi 7 veces el monto recibido por el PBS.
Este eterno retorno del máximo histórico de la deuda, nos debe llevar a un debate estructural que implica una discusión sobre el sistema de seguridad social que tenemos, el valor del trabajo productivo y reproductivo que asignamos socialmente, así como un cuestionamiento a una visión que hipoteca derechos sociales para darle mayor ganancia al sistema financiero. La deuda señala límites peligrosos que el mismo Banco Central nos invita a pensar cada vez que saca el Informe de Política Monetaria (IPOM), así como el Informe de Estabilidad Financiera (IEF) cada semestre.
“Todos estos elementos configuran un escenario en el cual los hogares han visto reducidos sus márgenes financieros y, por tanto, su capacidad para enfrentar shocks futuros de ingreso y/o tasas de interés. Esto refuerza la importancia de continuar monitoreando la evolución del endeudamiento y comportamiento de pago de los hogares, toda vez que tienen implicancias centrales para la estabilidad financiera.” (IEF, 2018: 29)
Una visión de más largo plazo le da sentido de urgencia y ya no tan solo un esfuerzo de monitoreo a este lento y constante crecimiento de la deuda de los hogares por sobre sus ingresos, que impone límites a la insaciabilidad financiera.