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Caso Huawei: entre el ciberespionaje, el G5 y la disputa global Opinión

Caso Huawei: entre el ciberespionaje, el G5 y la disputa global

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Mladen Yopo
Por : Mladen Yopo Investigador de Política Global en Universidad SEK
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Huawei ha vuelto a salir negativamente en los últimos meses en los escasos minutos que la televisión abierta le da a los asuntos internacionales en el contexto de la pugna EE.UU – China o lo que el almirante (r) estadounidense, James Estavridis, ha descrito como un retorno “al estado normal de rivalidad entre las potencias” (El Mercurio 01/12/2018). Así, además de la publicidad que la promociona, esta empresa china de alta tecnología en comunicaciones fue mencionada en diciembre de 2018, a causa de la detención en Canadá de la hija del fundador y directora financiera de la empresa, Meng Wanzhou, a solicitud de EE.UU. por 10 cargos federales en contra de dos filiales de Huawei por el robo de tecnología al operador de telefonía T-Mobile (un sistema llamado “Tappy”) y 13 cargos en contra del grupo chino y la ejecutiva por la “violación” del régimen de sanciones a Irán (El País 29/01/2019).

Esta empresa volvió a las noticias chilenas con la visita del secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo a nuestro país y en el contexto de la “guerra” que le declaró la administración del Presidente Trump al fabricante de equipos más avanzado en la tecnología 5G, por el temor al espionaje o al control de las redes desde Pekín. El medio peruano RPP del 15/04/2019 destacaba que el presidente chileno Sebastián Piñera que “tenía entre sus planes visitar el campus del gigante de las telecomunicaciones en su próxima visita a China, (…) cambió su agenda” (cosa que no fue así) luego de lo expresado por Pompeo: “Sabemos que Rusia y China vendrán a tocar su puerta. Y cuando se les deja pasar, ya sabemos lo que ocurre (…) Cuando las dificultades se provoquen, sepan que Estados Unidos estará detrás de Sudamérica”.

Más allá de la posible presión para descartar la visita a Huawei que ejerció Pompeo o las que ejerce China para consagrar sus intereses (ejemplo en los casos del litio o bolones de acero, y cuyo protagonista es el embajador Xu Bu en persona o mediante columnas), en su artículo titulado “5G: La otra cara de la guerra digital”, Gonzalo Toca da pistas claras para entender este conflicto al expresar que estas tecnologías de quinta generación están llamadas a convertirse en el esqueleto de un nuevo mundo (es decir en un activo estratégico). Habla de “los coches sin conductor, el que lo conectará todo para controlarlo en remoto o absorber sus datos, el que abrirá el camino para la sensorización de nuestro cuerpo y el que hará posible una nueva medicina y quizás hasta una nueva sociedad. Técnicamente, la velocidad se aceleraría hasta el punto de que podremos descargar una película de dos horas en menos de 4 segundos frente a los 6 minutos a los que estamos acostumbrados con una red 4G…Las posibilidades para reducir el consumo de energía de las conexiones y ampliar el abanico de dispositivos conectados podrían ser inmensas” (esglobal.org 10/04/2019). Hablamos de un cambio “cuántico”.

Si lo miramos en lo concreto, particularmente en el contexto de la carrera por acumular patentes de esta nueva tecnología, a los vencedores se les pagará una comisión por utilizar sus hallazgos, sus empresas competirán con ventaja frente a rivales que tendrán que adaptarse a sus tecnologías y también contarán con una relación privilegiada con los principales operadores del futuro de Internet. Entre los contendientes de este desarrollo, están la Unión Europea con países como Suecia, Finlandia, Francia y Holanda, y con empresas como Ericsson y Nokia; Estados Unidos con Qualcomm, Interdigital, Intel y Cisco; en Asia, China con Huawei y ZTE, Japón con Fujitsu y Panasonic y Corea del Sur con Samsung y LG, etc. No son las únicas, pero la consultora Eurasia las identifica como las principales empresas titulares de patentes 5G” (esglobal.org 10/04/2019).

El analista Raúl Sohr ha resaltado que la empresa china ha tomado la delantera en la carrera tecnológica con la implementación del 5G, agregado que “en materia de 5G, no hay ninguna empresa occidental que esté al nivel de desarrollo de Huawei, por lo tanto, en este caso no se les puede culpar de que ellos han copiado, es al revés, es occidente el que se siente en desventaja“. Esto es avalado por la consultora Eurasia, al expresar que las empresas china como Huawei podrían poseer ya el 40% de las patentes esenciales de las redes 5G. Agrega que sus redes nacionales podrían dar el salto y operar sin necesidad de apoyarse en las 4G en 2020, es decir, cinco años antes que las de EE. UU. y la UE. Eso se traduciría en que, por varios años, China poseería las mejores infraestructuras del planeta para innovar en Internet. El “dragón” asiático, que ya acumula más del 50% del mercado del comercio electrónico global y podría superar el 60% en 2022, según la consultora eMarketer, está en condiciones de aprovechar la oportunidad.

Sohr además sostuvo que “no hay ninguna evidencia hasta ahora de que Huawei haya estado involucrado en espionaje” (CNNChile 08/03/2019). Sin embargo y a pesar de no contar con pruebas fehaciente, en lo que sí hay cierto consenso es en relación a la inseguridad (real o intencionada) que generan las nuevas tecnologías y Huawei entre ellas. El analista Evan Ellis en un artículo (Infobae del 15/04/2019) sobre los riesgos detrás de la tecnología de vigilancia china, por ejemplo, decía que “al igual que con sectores como las computadoras y las telecomunicaciones, China desea apoyar la exportación global de tales sistemas por parte de sus compañías para promover tecnologías que reconoce como estratégica (…) según sus propios documentos oficiales, como Made In China 2025. (Agrega) que los riesgos derivados de la difusión del uso del equipo y las arquitecturas de vigilancia chinos son múltiples y significativos, e incluyen: 1) la sensibilidad de los datos recopilados sobre personas y actividades específicas, especialmente cuando se procesan a través de tecnologías como el reconocimiento facial, integrado con otros datos, y analizado a través de inteligencia artificial (AI) y otros algoritmos sofisticados; 2) la capacidad potencial para obtener subrepticiamente el acceso a esos datos, no solo a través de los dispositivos de recolección, sino en cualquier número de puntos a medida que se comunican, almacenan y analizan; y, 3) el potencial a largo plazo para que dichos sistemas contribuyan al mantenimiento de regímenes autoritarios cuyas elites corruptas brindan acceso estratégico y beneficios comerciales al estado chino”.

A partir de esta inseguridad o de otras más tradicionales como la denunciada por el The Wall Street Journal (29/04/2019) de un reclutamiento creciente de oficiales de inteligencia de EE.UU. por parte de espías chinos, Gonzalo Toca, citando al diario The New York Times, dice que “EE.UU. les ha informado a los países donde tiene bases militares de que no consideraría seguras sus comunicaciones si las gestionase una empresa como Huawei…les han dicho a sus aliados en la OTAN que ponen en riesgo su seguridad nacional otorgando contratos de 5G a empresas chinas” (esglobal.org 10/04/2019), advertencia que correría para, por ejemplo, la participación de Huawei en construcción de cable fibra óptica Puerto Montt – Puerto Williams en Chile.

El tema de la capacidad de recolección de datos y/o espionaje hoy, sin embargo, no es solo un tema de China o de Rusia (ej. este último es acusado de interferir en las campañas presidencial y legislativas – El País 03/08/2018). Basta recordar las revelaciones que hacía WikiLeaks, el portal del conocido Julian Assange, sobre el uso de estas tecnologías de las agencias de inteligencia de EE.UU. Entre los medios que llamaron la atención de esta denuncia estaban el celular y la televisión. Es decir, la CIA puede espiar a cualquiera con un alcance similar o mayor al del sistema de la NSA (National Security Agency) denunciado por Edward Snowden en 2013. Se hablaba en aquel momento, por ejemplo, del programa “Ángel que Llora”, diseñado para los televisores inteligentes de la empresa surcoreana Samsung, la cual pone un modo “off falso» pero no lo está y graba las conversaciones y las manda directo a un servidor secreto de la CIA (el propio manual de estos aparatos lanzados en 2015 advertía de ello) (nacion.com.ar 08/03/2017). Los teléfonos celulares también estaban en la mira, por ejemplo con Siri, el asistente de Apple, que escucha siempre lo que se dice a su alrededor y lo envía a la empresa, o los sistemas como iOS y Android. De la misma forma se comporta Alexa de Amazon, sistemas de mensajería como WhatsApp, Signal y Telegram o programas como Windows, Mac OS X y Linux.

En todo caso y al final, el tema central va más allá de Huawei y la “ciberguerra” con su “ciberespionaje) y su respuesta de “ciberdisuación” por llamarlo de alguna manera. El tema de fondo es el ascenso de China como candidato a primera potencia global. Pekín está dibujando un patrón que dice que quiere ser escuchado e incluso liderar la agenda internacional en cuestiones cruciales en los próximos años. Lo ha dejado claro creando una institución alternativa al Banco Mundial, imponiendo el yuan como moneda de intercambio y reinando en el comercio electrónico (léase en el fondo cambiar el Bretton Woods System); convirtiéndose en el epicentro internacional del transporte eléctrico; ampliando sus “cabezas de playa” con la construcción de islas artificiales o promoviendo vías que le permitan una articulación de sus intereses mundiales: ahí está la nueva Ruta de la Seda (OBOR – One Belt One Road), un megaproyecto que construye y/o se apropia de carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos, oleoductos y gasoductos, y otras infraestructuras para unir China a Asia Central y del Sureste, Europa, África e incluso América Latina (no hay lugar al que China no mire y alcance por tierra, aire y mar – ver El Mostrador 18/09/2018). Y se podría continuar citando hechos, como la modernización de sus FF.AA. (es el segundo mayor presupuesto en defensa del mundo con un crecimiento por encima del 10% entre el 2000-2016 con el objetivo de ser el 2050 el principal poder militar), mostrando su estatura estratégica al darse la licencia de desoír fallos de la Corte Internacional de Justicia (ver caso de disputa con Filipinas), explicitando la anexión de Taiwán incluso por la fuerza, tratando de sacar a EE.UU. de Asia o impulsando su versión del futuro de Internet a través de los desarrollos de las redes 5G, entre otras; es decir aumentando y desplegando sus capacidades estratégica con un propósito hegemónico.

El Dr. John Chipman, director del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) de Londres, en su artículo “A new geopolitical challenge to the rules-based order” (Un nuevo desafío geopolítico al orden basado en reglas, de noviembre de 2018 – iiss.org), caracteriza este desafío expresando que hoy está siendo menos difícil desafiar el orden mundial existente. Dice que esto se hace a través de lo que llama “guerra de tolerancia” y que no es más que probar las distintas tolerancias/resistencias a acciones unilaterales, es decir “ganar sistemáticamente ventajas tácticas sobre opositores indecisos” sin plantear un desafío simétrico explícito (propio de la Guerra Fría).

Estos hechos, particularmente la estrategia industrial Made in China 2025 y el desarrollo militar, han llevado a expertos como la investigadora de la Academia Nacional de Ciencia y Tecnología (Acatech) de Alemania, Christina Müller-Markus, a decir que este desarrollo hacia una superpotencia “ha encendido también la luz roja en Unión Europea (UE)”. En esta dirección, por ejemplo, un reciente documento de la Comisión Europea declara a China como «un rival sistémico» que ya no puede ser tratado como país en vías de desarrollo (El País 15/03/2019). Esta aprehensión se ancla en hechos como que la inversión China en la UE “en activos estratégicos y con alto valor tecnológico agregado” alcanzó a 181.000 millones de euros entre el 2000 – 2018, ello a pesar de que la inversión europea en China es similar pero con la diferencia que es en el sector productivo y con limitaciones de entrar en el sector financiero y en las licitaciones públicas. La UE también teme que la dependencia del capital chino (mucho de origen y de manejo estatal) en algunos países, sobre todo que en los del sur de Europa, introduzca una peligrosa cuña a la unidad continental (El País 14/08/2018). Le preocupa también el sobreendeudamiento y la estabilidad financiera de países en los Balcanes y en África así como el control que adquiere China de ellos. Guntram B. Wolf, director del centro de análisis económico Bruegel expresó que “la inversión china es bienvenida. Se convierte en un problema cuando detrás hay capital estatal y cuando puede llevar a influir en las decisiones de los países”. Bruselas completa su análisis con la amenaza de un cierre de los mercados si no se producen medidas recíprocas de apertura y el control de inversión en sectores estratégicos (El País 15/03/2019).

Hasta el momento, como expresa un artículo del Japan Times del 19/03/2019 (“The high cost of a new cold war”), solo Australia y Nueva Zelanda se han sumado a la demanda de EE.UU. de prohibir Huawei, mientras Canadá considera hacerlo y Europa se ha negado al igual que India y Corea del Sur. Continua el artículo argumentando que más allá de las implicaciones en la seguridad nacional, está el hecho de que prohibir a Huawei resultará en costos más altos y en una demora significativa en el uso del 5G, y EE.UU. no le ha ofrecido “compensación o recompensa a sus aliados vacilantes”.

Si bien la Comisión Europea no se ha sumado a la ofensiva de Washington contra Huawei (aunque empresas como Vodafone suspendieron, a finales de enero, el uso de los productos de Huawei en sus infraestructuras), reconoce el carácter neurálgico de las nuevas redes de telefonía y de comunicación en general, y el riesgo de que cualquier punto vulnerable pueda ser explotado para causar «grandes daños». Este es un dilema que viene planteándose hace tiempo como se vio en el 2016, por ejemplo, con la compañía holandesa Philips que vendió su unidad de iluminación a un fondo de inversión chino pero que luego fue vetado por Washington por el impacto en la seguridad. Caso similar ocurrió con la alemana Osram, quien vendió su línea de producción LED a una empresa china, pero cuando esta última quiso el control de esta compañía se encontró con la airada reacción del estamento político y sindical de Alemania, lo que los hizo desistir. Hoy Deutsche Telekom está revisando su política de adquisiciones de equipos después de los cargos contra de Huawei (Europapress 29/01/2019), mientras equipos de la Universidad de Waseda en Tokio, de la Universidad de Stuttgart, la empresa electrónica japonesa NEC, Deutsche Telekom y otras entidades académicas, gubernamentales y de negocio firmaron una alianza estratégica para el desarrollo de sistema 5G que reemplace a los Huawei (Nikkei Asia Review 28/03/2019).

Los puntos sensibles en la relación con China que tenía Europa y otros países giraban en torno a la falta de respeto de los derechos humanos y de libertades fundamentales o la situación del Tíbet. Si estas interpelaciones continúan, el abanico se habrá generalizado y abarcará áreas tan diversas como el cambio climático, la carrera de armamento o las exportaciones agroalimentarias. Por ejemplo, la UE le reclama a China que haga realidad su compromiso de poner techo en 2030 a las emisiones de CO2 y recuerda a Pekín que, aunque ha suscrito el Protocolo de París, está financiando la construcción de plantas eléctricas a base de carbón en muchos países. En el terreno militar, Bruselas le indica a China que su ascenso al 2050 “con las FF.AA. tecnológicamente más avanzadas” del mundo, los obliga a reaccionar en consecuencia y les advierten que «las amenazas híbridas intersectoriales, incluidas las operaciones de información, y las grandes maniobras militares, no solo socavan la confianza sino que suponen un desafío a la seguridad de la UE», lenguaje que Bruselas reservaba solo para la Rusia de Vladimir Putin (El País 11/03/2019).

Hacía mucho tiempo que no se veía una carrera geopolítica de resultados tan imprevisibles. Mixin Pei la llaman una “nueva Guerra Fría” (Proyect Syndicate 18/02/2019) y dice que a diferencia de la disputa EE.UU.- URSS, la actual competencia Chino-EE.UU. involucra a dos economías que están fuertemente relacionadas entre ellas y con el resto del mundo y que ella será disputada en este plano más que el militar en el Mar de China o del estrecho de Taiwán. Ello explica la actual guerra comercial, es decir al encontrarse en la economía China las bases de su auge. En este contexto algunos analistas piensan que si EE.UU. quiere ganar esta “Guerra Fría” debe romper sus lazos comerciales con China y estimular a sus aliados a hacer lo mismo. Claro que esto es más fácil decir que hacer como se ve en las dudas del Pdte. Trump de seguir escalando el conflicto a pesar de mantenerse el déficit; los costos son altos para EE.UU., China se muestra dispuesto a reducirlo para evitar el escalamiento y tener que compensar a aliados no muy entusiastas, dado los propios desafíos que le ha puesto a la relación (léase nuevas tarifas arancelarias o cobros por las tropas en Europa por ejemplo).

Este auge militar de China también ha desatado una nueva carrera armamentista. Ahí están los US$ 69 mil millones más en el presupuestos militar estadounidense para aumentar su “hard power” (El Mostrador 03/03/2018), los mayores gastos navales desde la II Guerra anunciados por el primer ministro de Australia Christopher Pyne (defenceconnect.com.au 30/01/2019) o el cambio del constructo defensivo japonés con dos portaviones, compra de cazas F-35A y aumento del gasto militar (La Vanguardia 19/12/2018).

Al final y como decía un artículo del diario El País, China es un socio (potencia) tan imprescindible como inquietante y es aquí donde aparece Huawei en el ajedrez mundial.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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