La manifestación que se registró el viernes pasado en todas las ciudades de Chile fue, por lejos, la mayor de la historia de nuestro sufrido país. Ni siquiera el sanguinario dictador Augusto Pinochet fue capaz de conseguir este indeseado logro de su émulo, Sebastián Piñera, el único mandatario que ha decretado estado de emergencia, toque de queda y ha enviado a los militares a la calle a combatir contra sus compatriotas desde el retorno de la democracia. Por algo tiene solo un 14% de aprobación ciudadana.
¿Cómo fue posible que, en medio de un estado de emergencia con destrucción, represión, muertos, heridos y torturados, se movilizaran en forma pacífica y sin miedo más de un millón y medio de personas de todas las edades y condiciones sociales, sin un líder que los convocase y condujese, y sin una propuesta que canalizase sus legítimas demandas?
La respuesta, aún en estos tiempos digitales, es impactante: fue posible gracias a las redes sociales.
Facebook, Instagram y, en especial, Twitter fueron los canales mediante los cuales miles de convocantes llamaron a la movilización. El mecanismo usado: los hashtags.
Los hashtags son una magnífica fuente de información. Además de ser la respuesta del cómo se organizó la manifestación, nos permiten saber el por qué: las razones que tuvo ese más de un millón de manifestantes para salir a la calle a protestar (porque esto fue una protesta), y a desafiar a Piñera y a todo el aparato represor que este organizó en su contra.
#Chiledespertó fue uno de los principales. Nos da cuenta de una toma de conciencia ciudadana acerca de los abusos cometidos por quienes detentan el poder político y económico, y de un hastío, de un «¡ya basta!», contra los abusadores, representados por Sebastián Piñera y su cohorte de ministros sarcásticos y burlones. Los manifestantes, era que no, exigían que se ponga fin a los abusos de una vez por todas.
#ChileQuiereCambios también fue relevante. Complementario con el anterior, representa el clamor popular de poner en práctica a la brevedad las medidas que se requieren para terminar con décadas de abusos continuos y sistemáticos. «¡Cambios ahora!» fue lo que reclamaron los manifestantes.
#ChileViolaLosDerechosHumanos y su versión internacional #ChileViolatesHumanRights nos contactaron con ese Chile impactado de ver cómo su presidente enviaba a los militares a la calle y cómo estos, sintiéndose con el derecho de golpear y disparar a mansalva, asesinaban y torturaban a inocentes. Los manifestantes salieron a denunciar ante el mundo la brutalidad de Piñera, de su ministro del interior, de su policía y de sus militares.
#Noestamosenguerra habla de una rebelión pacífica en contra de Piñera, quien intentó mostrar todo este movimiento popular como una acción dirigida por seres siniestros y muy poderosos que nunca identificó («alienígenas» dijo la primera dama), para sembrar el caos y establecer la anarquía y el terror. Da cuenta también de una sospecha que necesita ser confirmada o desmentida a la brevedad, sean cuales fueren las consecuencias de la verdad: que parte de lo que ocurrió fue un montaje, como lo evidenciarían la falta de protección de supermercados y estaciones del tren subterráneo pese al riesgo de que las incendiaran, la total ausencia de grabaciones que muestren los atentados y las decenas de videos que circulan por las redes sociales evidenciando a militares y policías en actitudes a lo menos dudosas.
#Piñerarenuncia y #Chadwickrenuncia, que recibieron una inusitada difusión, fueron la expresión de un pueblo hastiado no solo de un presidente incompetente y fantasioso (y de su colaborador más cercano), sino de todos los políticos que han tolerado y fomentado los abusos o han sido incapaces siquiera de identificarlos y combatirlos. Es un reclamo generalizado en contra de la clase política como un todo, y un categórico mentís contra aquellos que pretenden apropiarse de la movilización.
Por último, #lamarchamásgrandedeChile fue un anhelo cumplido. El pueblo chileno quiso mostrar que podía manifestarse unido, que no necesitaba permiso de nadie para hacerlo, que no le temía a sus opresores y, qué duda cabe, tuvo pleno éxito en ello.
¿Qué viene ahora? ¿Cómo sigue adelante este proceso de tan brillante puesta en escena? ¿Cuáles son los pasos siguientes tras esta magnífica partida? ¿Serán otra vez las redes sociales las protagonistas?
Usando mi lógica premarcha (debo confesar que lo ocurrido este domingo me ha hecho poner en duda muchas de mis certezas), se me ocurre que todo este malestar ciudadano, toda esta indignación desatada, debe ser canalizada. Hay que darle forma, llevarla al papel, transformarla en una propuesta concreta. Hay que transparentar los abusos —todavía la gente no se percata de los que comenten las Administradoras de Fondos de Pensiones mediante la comisión de administración anticipada y las comisiones fantasmas, ni ha tomado conciencia de que la modernización tributaria de Piñera consiste en obligar a todos los chilenos a pagar los cuantiosos servicios públicos que consumen las empresas para que así estas paguen los impuestos de sus propietarios; aún no se han destapado los prósperos negocios privados que subyacen casi en cada servicio público (transporte, salud, educación, medicamentos y hasta la recolección de la basura)— y ver la forma de ponerles atajo.
Y se me ocurre también que alguien, una persona o un grupo de personas que disfruten del respeto de sus conciudadanos, debe tomar su liderazgo. Uno muy consultivo y participativo, pero liderazgo al fin y al cabo.
Por desgracia para el país, Sebastián Piñera no parece ser el hombre adecuado. Él es parte del problema, culpable o cómplice de varios de los abusos que persisten en Chile (regaló a perpetuidad las pesquerías a unas pocas empresas; ocupó facturas falsas; tiene una empresa que efectúa todas sus operaciones en Chile, pero que tributa en un paraíso fiscal; implementó el goodwill tributario, que es un mecanismo creado para rebajar en forma indebida los impuestos a un grupo de grandes contribuyentes; y un largo etcétera). ¿Cómo podría liderar una propuesta destinada a suprimirlos?
Hoy se ha impuesto la protesta pacífica, pero está latente el germen del estallido social. La información oculta está apareciendo y la gente ya no está dispuesta a tolerarla. La compuerta que resguarda los sórdidos negocios que unos pocos efectúan a costa de todos los chilenos ya se entreabrió. ¿Qué pasará cuando se abra en su totalidad?
Un líder es urgente. También una propuesta que considere todos los abusos, proponga soluciones factibles y priorice.
De manera que, siguiendo con esta tendencia de los hashtags, yo propondría dos para ver si su difusión ayuda: #QuiénEsElLíder y #CuálEsLaPropuesta. En una de esas, las redes sociales solucionan el problema.