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Chile necesita una nueva Ley de Trasplantes Opinión

Chile necesita una nueva Ley de Trasplantes

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Eduardo Hitschfeld
Por : Eduardo Hitschfeld Médico-Cirujano y Médico-Legista
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Actualmente hay una baja en disponibilidad de órganos, especialmente a nivel de riñón. Es el más fácil de hacer, no tiene actualmente rechazo y deja al paciente sano por el resto de su vida, pues basta un 50% de un riñón para no caer en insuficiencia renal.

Este es un tema especialmente relevante en Chile porque se implementaron los centros de diálisis que cobran al Estado por cada diálisis realizada. Personalmente he visto que van a buscar en ambulancia a ancianos a su casa para consignarlos al cobro. Los ancianos están postrados en cama y prácticamente los raptan. Razón por la cual existe un lobby en contra de la posibilidad de contar con mayor disponibilidad de trasplantes en el país.

Por otra parte, he visto jóvenes que llevan más de 15 años dializándose porque no hay órganos disponibles, especialmente de riñón. Importante destacar que la diálisis depura la sangre por un momento y hay que hacerla 3 veces a la semana. El trasplante la depura todo el tiempo. En la diálisis las personas están atadas a la disponibilidad de una máquina, régimen alimenticio y drogas diarias. No hay comparación con la calidad de vida de un trasplantado, quien prácticamente solo necesita una revisión cada cierto tiempo (según caso clínico).

Una nueva Ley de Trasplantes para Chile: dispondría que todos los que fallecen por lesión cerebral sean automáticamente donantes. Aquellos que no quieran serlo que lo dispongan en su cédula de identidad al momento de renovarla, a quienes, a su vez, se les denegaría el derecho de trasplante. Una medida que podría aplacar a los dializadores que aparentemente están haciendo un negocio a costa del Erario Nacional.

Trasplantes o tenebrios oscuros

Ustedes recordarán la conmoción pública que se generó en Chile por el caso de Felipe, un niño inocente que agonizó por una enfermedad cardíaca terminal, cuya única posibilidad de recuperación definitiva la constituía un trasplante de corazón en forma urgente. Caso que pone en la palestra todo el enorme caudal de desinformación y de equivocaciones que, con respecto al tema de los trasplantes, ha existido ya por demasiado tiempo en nuestra sociedad.

Este corazón compatible apareció en Talca en una mujer recién fallecida en un accidente de tránsito. Todo estaba listo para llevar el corazón a Santiago y proceder a su injerto en el joven. Sin embargo, a última hora los familiares de la señora se negaron a entregar el órgano. Nuestra legislación faculta y legitima esta decisión efectuada por los familiares.

El resultado fue que el niño a los pocos días murió. Teniendo la clara y precisa oportunidad de sanarse con el trasplante del corazón de la Sra. fenecida en Talca, por un cúmulo de decisiones equivocadas, tomadas por los familiares, perdió irrevocablemente esta oportunidad. No fue por decisiones médicas, tampoco fue por un terremoto o un cataclismo imponderable. No. Fue por convicciones equivocadas de seres humanos. Claro, respetemos el libre albedrío y las decisiones de las personas. Pero no cuando estas decisiones implican un claro y grave daño a terceros.

Los tibetanos tienen una palabra (mudita) que no existe en otro idioma y que significa “la alegría en la alegría ajena”. En este caso claramente no se cumplió. Una oscura mezcla de superstición, ignorancia, compromiso mal entendido y probablemente soberbia, lo impidió, con resultados concretos lamentables. “Cenizas a las cenizas”. “Polvo al polvo”.

¿Quieren saber qué sucede con un cadáver? A las pocas horas empiezan a invadir el cuerpo nuestras propias bacterias intestinales. El vientre se hincha y la piel comienza a adquirir un tono verdoso. En el corte superficial, al momento de comenzar una autopsia, la grasa se ve licueficada, “aguachenta”. Lo mismo sucede con los músculos y los órganos internos. Estas bacterias anaeróbicas (que no necesitan oxígeno para sobrevivir) lo invaden todo. El hedor es nauseabundo y los órganos se deshacen quedando hechos “piltrafas”. Posteriormente vienen las larvas y otros variados comensales.

Por último, a los dos años aproximadamente, aparecen los peores de todos: ¡insectos! Con nombres poco simpáticos como “tenebrios oscuros”. Estos terminan el trabajo, dejando los huesos completamente pelados. Son pequeños, de color negro oscuro y uno los ve “burbujear” alrededor de los huesos como en las peores películas de terror.

La muerte de nuestras células no es igualmente rápida en los diferentes órganos. El cerebro, verdadera sede de nuestra persona, de nuestra calidad de Homo Sapiens Sapiens, de nuestra personalidad, de nuestra emocionalidad, recuerdos y más, es el más lábil. Al segundo de estar sin irrigación cae en inconsciencia, y más o menos a los diez minutos muere irreversiblemente sin posibilidad alguna de revivirlo.

El corazón es solo un músculo y se puede recuperar aún después de algunas horas de estar sin irrigación, asimismo como otros órganos que sirven precisamente para ser trasplantados. Se pueden mantener viables por mucho tiempo si de alguna manera se les provee de irrigación, oxigenación refrigeración y otras manipulaciones que maneja la gente dedicada a los traslados de estos órganos. En Chile existen estas cadenas e infraestructura adecuada.

En definitiva, le preguntaría a la gente que no quiere ser donante: ¿prefieren que sus órganos terminen en las fauces de los “tenebrios oscuros” o que sirvan para sanar a otros seres humanos similares a ellos?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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