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La peste partera del siglo XXI Opinión

La peste partera del siglo XXI

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Cristóbal Balbontín
Por : Cristóbal Balbontín Universidad Austral de Chile
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Para quienes experimentamos el pasaje del siglo XX al siglo XXI, hemos vivido en la impresión de una solución de continuidad entre el siglo XX y la actualidad con la consolidación en el mundo de las democracias liberales después de la caída de Berlín. Y durante mucho tiempo -quizás demasiado- también hemos vivido con la sensación de que el siglo XXI continuaría siendo una extensión del siglo XX. Hoy, frente a la epidemia de corona virus, esta convicción ha estallado en mil pedazos. De alguna manera en nuestros corazones ya lo sabemos: esta peste constituye un acontecimiento anunciador. El mundo no volverá a ser ni podrá volver a ser lo que era hasta ahora.

Irónicamente fue también cerca de los años 20’, concretamente en 1914, que el siglo XIX dio paso al siglo XX a través de la Primera Guerra mundial. No es una sorpresa: los grandes cambios de la humanidad siempre han estado marcados por guerras, como lo recuerda el historiador Graham Allison haciendo suya la maldición de Tucídides: los cambios de hegemonía en el mundo son de forma violenta. Y es por este motivo es que Marx escribe en El Capital : “La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva.” Tan sólo que en tiempos como los nuestros, tiempos de biopolítica, el horizonte de la guerra ya no se mide por el enfrentamiento regular de dos ejércitos, sino por un acontecimiento que tenga la magnitud de una guerra en su impacto sobre la vida: es precisamente eso lo que estamos viviendo vertiginosamente. Todas las señales están ahí: las perdidas de vidas humanas comparables a una guerra, la enorme movilización de todos los recurso materiales, científicos, humanos e intelectuales posibles por parte de los Estados para enfrentarla, la recesión económica comparable a la de la Segunda Guerra Mundial, la declaración de estados de excepción constitucional, la alteración radical de nuestras formas de vida. En su lugar sólo ha quedado un gran vacío: el horizonte abierto ante la angustiosa pregunta por lo que será.
Desde luego no podemos anticipar el desenlace de los acontecimientos, pero ya en la semilla del presente comienza a crecer el árbol del futuro cuyos rasgos podemos anticipar:

1. Coronavirus o el asalto de la naturaleza sobre la civilización

En esta crisis -como en ninguna otra- la humanidad se ha visto amenazada por el factor biológico. Una mutación de la cepa de coronavirus que se sospecha pasó de un murciélago al ser humano en un mercado donde se comercializa este animal. La fragilidad de la vida humana en su dependencia de la biosfera ha sido revelada. Del mismo modo que una impredecible mutación le da una baño de humildad al saber científico para demostrarnos lo que el romanticismo alemán siempre intuyo: el universo sigue siendo misterioso e imprevisible. Todos intuíamos que la enorme presión que ejercen sobre el medio ambiente 7.700 millones de seres humanos a través de la sociedad de consumo, no podía sino saldarse por un brutal asalto de la naturaleza sobre la civilización. Es esto lo que está en curso. Se impone la necesidad de una nueva relación de la humanidad con el medio ambiente. El giro ambiental será ahora o no será.

2. La necesidad de una gobernanza mundial

Del mismo modo que la epidemia surgió aparentemente por la desregulación sanitaria del mercado de animales de Huanan, en Wuhan, la globalización ha sido también hasta ahora fundamentalmente un fenómeno económico desregulado impulsado por el libre tránsito de capitales, bienes y personas. Un proceso sin embargo que no ha ido acompañado de una dimensión política. Dicho de otro manera, vivimos una globalización de hecho pero no de derecho. Y es precisamente esto lo que ha sido brutalmente puesto a prueba con la necesidad de una solidaridad global y de un esfuerzo coordinado a nivel mundial para combatir la epidemia. En su lugar los celos y las recriminaciones mutuas entre Estados y naciones ha minado la posibilidad de respuesta universal a un pandemia que –precisamente- ha sido posible gracias a la globalización. Esta distancia entre la dimensión normativa de lo político –aún anclada a un modelo de Estado nación- y su realidad económica –que es transnacional- es también la distancia que mide y hace posible la magnitud de la tragedia. Desde hoy en adelante es necesario hacerse cargo de la comunidad de destino que ya constituye la humanidad.

3. La importancia del rol social del Estado en la asignación de recursos

Resulta a lo menos irónico que la ruina de las premisas del modelo neoliberal surja precisamente de un mercado desregulado de animales. Es exactamente este paradigma de la autorregulación del mercado según la ley de la oferta y la demanda como mecanismo por excelencia para la asignación de recursos, lo que está en cuestión hoy en el mundo. En su lugar las sociedades políticas que con mejor éxito han logrado sortear la crisis son aquellas en que el Estado de protección social permite administrar y prever los riesgos de la sociedad en el tiempo. Es el caso de Alemania, por ejemplo, en que a pesar de la alta tasa de contagio, en lo fundamental la acción de los servicios de salud pública en la detección temprana y aislamiento social como la extensión de su sistema universal de salud ha permitido tener sólo un 0,4% de mortalidad. Por su parte, su sistema de seguridad social permite amortiguar las consecuencias de una cuarentena total. En el caso de Corea del Sur su sistema universal de salud ha permitido contener la enfermedad evitado el coste económico de una cuarentena total. De un punto económico, la ruina de los presupuestos de la economía monetaria están a la evidencia, con políticas expansivas de gastos fiscal e incluso de nacionalización de empresas para contener la crisis económica; lo que demuestra cuan necesaria es la intervención del Estado para asegurar el bien común. Interesantemente la expresión de Estado providencial tiene su origen en la teología dogmática cristiana, al destacar que la “providencia” es la acción la soberanía (divina) que no se agota en la creación del mundo sino también en su preservación.

4. Ha desenmascarado la ferocidad del sistema capitalista

Lo fascinante de esta crisis del corona virus es que ha sometido a una presión extrema a las sociedades, revelando las contradicciones del sistema capitalista. Es el caso del Reino Unido y de Estados Unidos. La ausencia o destrucción negligente del sistema universal de salud pública y del Estado Providencia ha implicado que el bienestar de estas sociedades descanse exclusivamente sobre la economía. Pero al desproveerse de una red de protección social y de salud para enfrentar la epidemia, la única manera de salvar vidas que les queda es la cuarentena total y sacrificar la economía. O bien sacrificar vidas para salvar la economía. ¿Pero no es acaso que la razón de ser de la economía es la satisfacción de las necesidades? ¿No es acaso la economía es al hombre y no el hombre a la economía? Por increíble que parezca no es la opinión de muchos responsables políticos en países que se han resistido a avanzar en estas circunstancias hacia la cuarentena, exponiendo a la población a la enfermedad a fin de mantener el funcionamiento económico. Es el caso del Gobernador de Texas quien ha elevado la economía a un fin en si mismo que merece el martirio nacional. Con esta declaración se desnuda lo que Marx siempre denuncio del capitalismo: su deshumanización (Verdichtligung). Al caer la mascara política del capitalismo, aparece un totalitarismo económico sin lugar para la dignidad del ser humano. La economía elevada a rango de un absoluto es también lo que esta detrás de la informalidad y la precarización del trabajo como de la desigualdad social que se hace visible hoy de forma trágica con las muertes de aquellos que de ordinario son invisibles. Aquellos que no tienen recursos para mantenerse en una cuarentena ni pagar el acceso a la salud privada y que están condenados a trabajar hasta morir. Esta crisis es también la crisis moral de la justicia social.

5. Este acontecimiento sellará la hegemonía política y cultural de Oriente

Hasta ahora el Oriente se había validado por su desempeño económico. Pero este acontecimiento ha venido a validar su modelo político y cultural. La defección de las sociedades liberales en su capacidad de respuesta frente a la crisis, demuestra que quizás el rol social de la libertad individual ha sido sobrevalorado. En su lugar las formas políticas de Oriente han gestionado exitosamente la crisis; logrando controlar la epidemia, comunicando seguridad a sus ciudadanos y reduciendo los costes económicos y sociales a través de un fuerte control del Estado sobre la sociedad civil. Del mismo modo que la cultura oriental privilegia la disciplina en torno a intereses colectivos por sobre los proyectos individuales, la sociedad política oriental asume con mayor naturalidad la restricción de las libertades individuales. Es el caso de la conculcación del derecho a la privacidad en las comunicaciones, suspendido sin pudor en la estrategia exitosa de Singapur y Hong Kong para identificar a los contagiados. Como contrapartida, la restricción de la libertad de expresión en China está a la base del retardo para actuar sobre la epidemia, al censurar en un comienzo la alarma del cuerpo médico de Wuhan sobre una neumonía atípica que comenzaba incubarse. Más allá de esta contingencia, la profundización del capitalismo de la mano de la civilización técnica sugiere una ampliación progresiva del campo de normalización social a la cual las sociedades autoritarias de Oriente están en mejor condiciones de responder que Occidente.

6. El éxito de los modelos de gobierno y administración centralizada del Estado

Especialmente interesante en la pandemia ha sido el desafío de lograr coherencia entre las distintas instancias de impulso político con que cuentan los diferentes modelos de Estado. La evidencia hasta ahora es que los modelos altamente centralizados de impulso político han logrado responder mejor al desafío, versus modelos políticos que privilegian centros de impulsos descentralizados. Es el caso de Italia, un modelo fuertemente regionalista donde cada provincia tomó distintas decisiones, lo que generó una reacción descoordinada que perjudicó su capacidad de respuesta. Es también el caso de Estados Unidos donde la descoordinación general frente a las iniciativas de cada Estado ha contribuido a que sea hoy el epicentro de la epidemia. No es un azar que el modelo de administración centralizada del Estado haya sido introducido por Napoleón tomando como modelo el ejercito francés y la hipótesis de la guerra.

7. La política frente a sus límites : la necesidad de la ética

Ante un esfuerzo extremo como éste, la política se ha visto confrontada a sus límites y ha tenido que apelar a la ética. Cada ser humano está interpelado a tomar acciones individuales que eviten la propagación del mal. Frente a una enfermedad que afecta especialmente a las personas mayores y a los vulnerables, el imperativo ético es sobre todo un imperativo de solidaridad y responsabilidad con la vida de los otros. Sorpresivamente hemos tomado conciencia que de nuestras más mínimas acciones pende quizás la vida o la muerte de los otros. Pero al detenernos y reflexionar nos preguntamos, ¿Es que acaso no siempre ha sido así? Fiat iustitia, pereat mundus.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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