El tráfico de drogas es la actividad más rentable del mundo y superior a todas las demás, como se puede ver solo considerando las cinco más importantes[1]:
Un negocio tan millonario debe necesariamente afectarse con los controles del coronavirus. Especialmente en un país como el nuestro. Un país pequeño cuyos recursos naturales, incluyendo el agua, son privados. Donde prácticamente no se cobra impuestos a los grandes poderes que lo poseen todo. A los que incluso se les da “perdonazos” cuando deben muchos impuestos para que “no se pierdan empleos”. Pese a la demostración masiva y potente de la disminución de puestos de trabajo, la clase política chilena sigue creyendo que la oferta de empleos se debe a la buena voluntad empresarial.
Antes de la pandemia, la economía chilena era sorprendente. Pese a su pequeñez se permitía los precios más altos del mundo. Con una bencina que cuesta el triple que en EEUU, con la electricidad y el teléfono un 80% más caros. Para qué compararnos con la Argentina donde el precio de nuestros servicios casi triplica los de ese país y los mismos supermercados chilenos, como el Jumbo, en Buenos Aires, son mucho más baratos que en Santiago. Lo más grave es el precio de los medicamentos que casi triplican los del resto del mundo. En las actividades concentradas en la industria de la entretención, los precios chilenos son superiores al 90% del resto de países. Los restoranes con comida mediocre son más caros que en París y el resto de ciudades europeas incluso en meses de vacaciones. Toda la industria de la entretención, bares y festivales, siempre estaban llenos de clientes. Imposible no preguntarse de donde salía la plata cuando las calles de los centros de las ciudades al mismo tiempo, estaban y están pobladas de todo tipo de vendedores ambulantes y las noches de todas las formas de prostitución.
El sobreendeudamiento enfermizo no es la única explicación. Por lo tanto no es difícil llegar al dinero ilegal y en especial al tráfico de coca que aumentó su necesidad de corredores a través de Chile después de que aumentara la producción de coca en Perú y Bolivia y que Colombia fuera tan controlada.
Todos sabemos que Chile no es productor de drogas ni de sus ingredientes. Las drogas ingresan a nuestro país por la frontera norte y esta llega a otros continentes desde Chile. Se ha informado que en puertos de África, Asia y Europa, entre 2009 y 2011, se incautó más de siete toneladas de droga provenientes de puertos chilenos, principalmente de Arica.
La mayor parte de la coca ingresa a Chile a través de casi mil kilómetros de frontera con Perú y Bolivia. Por más de 400 kilómetros con Argentina ingresa la marihuana prensada[2]. También por mar, ya que además de los puertos controlados por la Armada[3], hay otros 26 lugares donde es posible recalar botes y embarcaciones para ingresar o extraer mercadería, sin ningún control, ni siquiera de radar.
Hay 140 pasos no habilitados en Arica y Parinacota. Un primer tramo de 56 kilómetros, de 26 a 2.100 metros sobre el nivel del mar y doce sectores costeros inhabilitados también útiles para el narcotráfico. El tren Arica-Tacna, según tratado de 1929, solo puede ser controlado en Arica. Por ello mucha droga es arrojada 25 kilómetros antes de llegar a la estación dos veces al día. En un segundo tramo, de 111,4 Km en el sector precordillerano, en los hitos 27 a 80, está el paso Laguna Blanca frente a Alto Perú, centro de acopio de droga, donde carreteras pavimentadas facilitan el tráfico hacia los poblados de Puno y Ayacucho. Otro paso es Ancomarca en Perú, pueblo donde se acopia droga, con rutas ilegales para el narcotráfico, el contrabando de mercadería y el paso de vehículos robados. Finalmente, en un tramo de 168 kilómetros, con una altura de 3.800 metros sobre el nivel del mar, cada 15 días hay una feria internacional donde hay intercambio de contrabando y drogas.
La región de Antofagasta cuenta con 365 kilómetros de frontera con Bolivia y tres pasos habilitados: uno vehicular, el complejo Colchane, dos peatonales, Ujina y Cancosa y 389 kilómetros con Argentina. Vías naturales de Paraguay y Brasil también llegan a Bolivia. Por tanto, hay casi un total de 1.350 kilómetros de fronteras con tres países exportadores de droga. El Intendente de la Araucanía también informaba en 2011 que había cuatro pasos fronterizos en su región donde también entraba droga.
Es imposible no preguntarse qué ocurre en Chile ahora con este negocio monumental. En estos días, las empresas han despedido miles de trabajadores por carecer de demanda. Es de imaginar que el microtráfico está colapsado por el cierre de la industria de la entretención, que todos sabemos es el principal motor de la venta de productos ilegales como droga, prostitución, alcohol a menores, etc. Sin embargo, no sabemos lo que ocurre con nuestras fronteras. La buena noticia sería que así como en Santiago ha disminuido el smog también haya disminuido el consumo de drogas, pero eso se referiría al microtráfico y consumo interno, no al traslado de toneladas a Europa y África.
El 18 de marzo, se cerraron en Chile todas las fronteras terrestres, marítimas y aéreas para el tránsito de personas extranjeras, pero sin afectar la entrada y salida de carga, ni tampoco de los transportistas, para continuar garantizando el abastecimiento normal. Los nacionales chilenos y los residentes permanentes en Chile, que provengan de lugares de alto riesgo, podrán ingresar sometiéndose a la Aduana Sanitaria y a una cuarentena obligatoria de 14 días.
Según algunos analistas, la pandemia está asestando un golpe al narcotráfico, paralizando las economías, cerrando fronteras y eliminando las cadenas de suministros. Ponen de ejemplo a China de la que dependen los traficantes para la obtención de los químicos para fabricar drogas rentables como la metanfetamina y el fentanilo. Uno de los principales proveedores que suspendió sus actividades se encuentra en Wuhan, el epicentro del COVID-19. Sin embargo, las medidas tomadas en Chile en sus fronteras, solo afectan a personas. Los transportes y transportistas siguen funcionando de la misma forma en que lo hacían antes.
Según informaciones provenientes de España, a este país sigue ingresando la droga por canales más provincianos y pequeños. Incluso afirman que lo hacen con mayor impunidad, dado que el control se ha concentrado en los grandes pasos y referidos a los posibles enfermos.
Entrevistas realizadas por The Associated Press a cerca de dos docenas de agentes de cuerpos policiales y expertos en tráfico de drogas revelaron que los cárteles de México y Colombia continúan con sus actividades, como lo evidencian los recientes decomisos de drogas. Los cárteles de México, que prácticamente constituyen un poder alternativo al estado, se han concentrado en hacer obras de caridad y repartir comida a los pobladores en cuarentena o afectados por el virus. Lo mismo se informa acerca de regiones de Italia.
Como es nuestra costumbre, en Chile carecemos de información. Nunca hemos conocido oficial y sistemáticamente las cifras del negocio de la coca en nuestro país. En 2002 hizo un análisis del consumo el Instituto Libertad y Desarrollo y en 2011 el Subsecretario del Interior de la época informó en la Cámara de Diputados acerca de los corredores por donde ingresaba la coca y la mariguana prensada en la Frontera Norte. Salvo estas excepciones, u otras que se me escapen, carecemos de información oficial.
No puedo imaginar lo gratificante que sería para los que estamos sin poder movernos de nuestras casas, que las autoridades nos informaran que, aprovechando los controles fronterizos, se está haciendo una razzia contra los que ingresan la droga. Que nuestros militares que tienen mejores salarios y mejores pensiones que el resto de los chilenos, le están devolviendo al país lo que les ha dado concentrándose en controlar este negocio. ¿O será ya tan grande que no hay quien controle a quién?
[1] Global Financial Integrity, Washington, 2009. A la fecha estas cifras ya deben haber aumentado
[2] Con Argentina hay cuatro pasos fronterizos, la avanzada de El Laco, el retén de Socompa y los correspondientes a la PDI, Sico y Jama.
[3] Diagnóstico de DIRECTEMAR, órgano policial de la Armada encargado del control de las costas