Superar la pandemia será un desafío del Estado y la ciudadanía, también lo será cuidar la democracia, respetando los itinerarios, su proceso y, por supuesto, la voluntad popular. Porque lo que parece desconocer ahora un sector de la derecha es que el 15 de noviembre se logró un inédito pacto parlamentario para que los chilenos eligieran entre mantener la Constitución o volver a escribirla, esta vez de manera legítima. Sin embargo, lo que no debe olvidar la clase política es que fue la ciudadanía la que presionó, masivamente en la calle y de manera pacífica, por cambios profundos representados en la Carta Fundamental, pero que apuntaban a acortar la brecha de la desigualdad y terminar con los abusos. Esa noche estuvo en juego la democracia y se logró un punto de inflexión que quedó estampado en piedra.
Nuevamente debemos preguntarnos si fue un acto fallido o un lapsus el que cometió el Presidente Piñera –algo frecuente en sus improvisaciones– o, más bien, respondió a una estrategia cuidadosamente planificada, pero lo cierto es que sus declaraciones causaron un revuelo transversal. Dijo que el plebiscito de octubre podría suspenderse por razones sanitarias y/o económicas, en referencia a la recesión mundial que está provocando el coronavirus. En menos de cuatro días, era el tercer personaje político de la derecha que planteaba el mismo tema. Ese factor, es el que hace deducir que existía una estrategia política orientada a instalar esta duda y posicionar la idea en la agenda pública. Primero fue Chadwick, el exministro impedido de ejercer cargos públicos por cinco años, que ha vuelto en gloria y majestad a asesorar al Mandatario y cumplir en la UDI el rol político de promover el rechazo, junto a la también exministra Marcela Cubillos.
Luego siguieron Blumel y Mañalich, este último reiterando la postura que él mismo adelantó algunas semanas atrás. La operación ya estaba en marcha, sin embargo, Sebastián Piñera cometió el error –o tal vez intencionalmente quiso “sondear” el argumento– de incluir la recesión como justificación a su postura. Las reacciones no se hicieron esperar, partiendo por la cada vez más alicaída oposición –que solo despierta gracias a los errores no forzados de La Moneda– y luego los partidarios oficialistas del Apruebo, pese a las duras críticas y presiones que están recibiendo de los grupos más duros. De hecho, la dupla Ossandón llegó a insinuar que esta era una operación política para negar las razones del estallido social
Y por supuesto que el país tendrá que tener una discusión sobre si existen las condiciones sanitarias para realizar el plebiscito en octubre, eso ni siquiera está en duda, más aún, después que en los últimos días las cifras de contagiados y fallecidos se dispararon de manera alarmante, poniendo en duda los argumentos exitistas con que el Gobierno intentó proyectar el control total del virus, para impulsar la fallida puesta en escena de “nueva normalidad”. Pero no es aceptable que un sector de la derecha –y menos el Presidente– intente instalar que un proceso eleccionario se condiciona a factores económicos. Si es por eso, y considerando que la recesión golpeará fuerte a Chile –y el mundo–, deberíamos olvidarnos de la democracia por unos años y suspender todas las elecciones de 2020 y 2021.
Pero de fondo, y lo más preocupante, es que varios dirigentes de derecha han insinuado que, más allá de la postergación, el plebiscito no sería ahora necesario. Y lo han hecho de manera soterrada, buscando argumentos no solo económicos, pretendiendo proyectar la inutilidad de este proceso en función de un escenario de crisis prolongada. La propia diputada de RN, Ximena Ossandón, dejó al descubierto el plan en curso: “Si, de alguna forma, un sector político piensa poner en duda el plebiscito, eso implica negar o invisibilizar las razones del estallido social. En definitiva, son demandas que hasta el minuto no han sido resueltas». Si esto es así, significaría que estaríamos frente a un “golpe” blanco.
Porque las señales no solamente vinieron de la dirigencia política. A solo tres días de que La Moneda cuestionara la realización del plebiscito –a través de las voces de Chadwick, Blumel, Mañalich y Piñera–, empezó a circular un sospechoso video en RRSS, el que parecía ser un llamado a destrozar la democracia e incluso insinuaba un atentado al Presidente. Además del pésimo gusto y mala factura, las imágenes eran burdas. Usaban a íconos del estallido del 18/0 –como Catrillanca y el perro “matapacos”–, intentando claramente asociar la violencia al movimiento social.
Sin embargo, la visión más polémica era La Moneda quemada, algo que solo ha ocurrido una vez en la historia de Chile, y todos sabemos los que estuvieron detrás. ¿Qué querían insinuar? ¿Una “coincidencia” en la misma semana? Y más aún la extraña forma en que una persona cercana a Kast “descubrió” y viralizó el video.
Así, como país, superar la pandemia será un desafío del Estado y la ciudadanía, también lo será cuidar la democracia, respetando los itinerarios, su proceso y, por supuesto, la voluntad popular. Porque lo que parece desconocer ahora un sector de la derecha es que el 15 de noviembre se logró un inédito pacto parlamentario para que los chilenos eligieran entre mantener la Constitución o volver a escribirla, esta vez de manera legítima. Sin embargo, lo que no debe olvidar la clase política es que fue la ciudadanía la que presionó, masivamente en la calle y de manera pacífica, por cambios profundos representados en la Carta Fundamental, pero que apuntaban a acortar la brecha de la desigualdad y terminar con los abusos.
Esa noche, estuvo en juego la democracia y se logró un punto de inflexión que quedó estampado en piedra. Romper ese acuerdo podría tener un alto costo político y encender una mecha, en la ciudadanía, de consecuencias insospechadas. Mal que mal, la democracia ha resistido todo tipo de crisis económicas a lo largo de siglos.