En un país desigual como el nuestro, que nos exige ajustes redistributivos, han quedado en evidencia nuevamente las condiciones de vida de los ciudadanos más postergados en momentos de crisis, visibilizando la distancia espacial y conductual entre grupos socialmente diversos, junto a la necesidad de repriorizar programas estatales de apoyo, tanto hoy como en el futuro inmediato, en definitiva, fomentar desde la mirada interdisciplinar, que surge desde la universidad hacia el Estado, con tal de resolver y dar respuesta a los problemas complejos de nuestra realidad urbana y territorial.
El día de ayer el Instituto de Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI), de la Universidad de Chile, en conjunto con Entel y donde participaron coinvestigadores de nuestro Datalab Ciudad / Territorio, publicó el primer informe de un estudio llamado COVID-Analytics, en el que en el contexto de la pandemia se vinculan datos estadísticos de movilidad con información que usa la red de telecomunicaciones a escala de zonas censales –entre 2 mil y 3 mil habitantes– cada una de ellas, permitiendo observar los comportamientos y flujos, medir las cuarentenas sectorizadas y la movilidad de los habitantes de la Región Metropolitana de Santiago durante las primeras diez semanas de confinamiento.
El informe presentado considera datos analizados de los meses de marzo y abril de 2020, exponiendo los efectos en la movilidad en contexto de la aplicación de políticas públicas sanitarias y crisis socioeconómica, permitiendo visualizar la relación entre el (in)cumplimiento de cada cuarentena y la movilidad dentro y fuera de la zona del hogar en las comunas del área metropolitana de Santiago.
En efecto, dado que las zonas censales es la escala mínima de agregación de los datos, se logra observar relaciones inter e intracomunales de movilidad de sus habitantes, resultando interesante reflexionar sobre cómo se distribuyeron los porcentajes de mayores y menores entradas y salidas, además, sus trayectorias dentro de la ciudad y a través del área urbana de la región en los cuales se decretaron cuarentenas voluntarias. En relación con lo anterior, de pudo observar que una ciudad segregada, dispersa, produce y reproduce desigualdades en la toma de decisiones de sus habitantes a la hora de quedarse o no en casa ante un escenario de pandemia.
Para ilustrar, de todas las comunas que componen la Región Metropolitana, solo las ubicadas en el cono de alta renta (Las Condes y Vitacura), en la primera semana de análisis, del 16 de marzo de 2020, la movilidad registrada disminuyó un 30%, mientras que la siguiente semana, del 23 de marzo de 2020, disminuyó un 40%, sin embargo, las unidades espaciales comunales de menores ingresos, en Puente Alto, Quinta Normal o El Bosque, registraron disminuciones de entre un 10% y 20%, en las mismas respectivas semanas.
En este mismo sentido, es posible establecer que las zonas censales que demuestran menores salidas y, por tanto, son las que tienen mayor cumplimiento de la cuarentena, se relacionen con atributos socioeconómicos y ambientales que facilitan la permanencia en los hogares y el teletrabajo, acorde a la seguridad y la salud, mientras que las zonas con mayores entradas se relacionan con comunas de menores ingresos.
En ese sentido, se da cuenta de una constante de desigualdad socioespacial, evidenciando que en los territorios donde hay menores ingresos y oportunidades se ve forzado el salir del hogar, que en las zonas censales atractoras –con eventuales desplazamientos del comercio ambulante– expone oportunidades de nuevos subcentros, en una ciudad más equitativa en oportunidades y servicios, redistribución necesaria pero que aun no existe.
Se devela así una aparente percepción de seguridad en las zonas de mayores ingresos, que se permite cumplir la cuarentena, contra una movilidad creciente en las zonas de menores ingresos, permitiendo inferir que el espacio urbano genera islas de pobreza, como escenarios de mayor vulnerabilidad e incertidumbre.
Podemos decir, entonces, coincidiendo con los preocupantes datos generales recientemente conocidos de contagios y muertes exponenciales, que la cuarentena sectorizada solo desplazó el riesgo de contagio y demostró una lógica más compleja de ciudad, desconocida para las medidas tomadas, dejando a la vista una preocupante distancia entre conocimiento teórico, luego empírico y la decisión política respecto a la segregación y el hacinamiento, factores de desigualdad social tantos años expuestos desde los expertos, pero invisible especialmente para los argumentos de una sociedad exitista.
En cuanto a las conclusiones dinámicas posibles, pueden mencionarse dos ámbitos: uno relacionado con los aislamientos condicionados en la ciudad ya descritos y otros que permiten aprendizajes respecto a las relaciones entre conocimiento académico-científico y la política pública, donde la falta de vínculos entre los tomadores de decisiones y el mundo científico tiene consecuencias evidentes. Esta distancia planteada puede ser resuelta, pero no la falta de voluntad para asumir la necesidad de nuevos conocimientos y, por lo tanto, la disposición previa que acepta –reservadamente si se quiere– la necesidad de corregir una medida.
En un país desigual como el nuestro, que nos exige ajustes redistributivos, han quedado en evidencia nuevamente las condiciones de vida de los ciudadanos más postergados en momentos de crisis, visibilizando la distancia espacial y conductual entre grupos socialmente diversos, junto a la necesidad de repriorizar programas estatales de apoyo, tanto hoy como en el futuro inmediato, en definitiva, fomentar desde la mirada interdisciplinar, que surge desde la universidad hacia el Estado, con tal de resolver y dar respuesta a los problemas complejos de nuestra realidad urbana y territorial.
La información y el visualizador están disponibles en el sitio https://covidanalytics.isci.cl/movilidad/