Discusiones sobre la vuelta a clases presenciales, el cobro de aranceles en la educación superior o la realización del Simce, traen al contexto de crisis sanitaria la previa e irresuelta crisis educativa. ¿Cómo enfrentar sus efectos en esta situación excepcional?
La decisión del ministro de Educación, Raúl Figueroa, de suspender y mantener la suspensión de las clases presenciales –sorteando incluso fuego amigo– es una señal positiva. Sin embargo, en las demás discusiones prima la inercia y el vacío de ideas.
Librada a su suerte, la crisis educativa puede multiplicar los problemas derivados de la pandemia. El agobio que genera el Simce y la incertidumbre sobre los pagos de los aranceles –nervios centrales de la educación chilena– son fuente de angustia para una población ya suficientemente estresada.
Insistir en el Simce en 2020 y preparar un rescate para la “industria” por la vía de un nuevo CAE, sugiere que se sigue actuando por inercia y repitiendo errores que han costado caros al país. Peor aún, en lugar de creatividad y responsabilidad, se ve en la suma de crisis educativa y pandemia una oportunidad económica y/o partidista. Aunque el ministro Figueroa prometió no volver a usar la educación como trinchera partidaria, el espíritu de Cubillos, al parecer, sigue vivo en su ministerio.
Hoy la educación debe estar al servicio de la vida. Las oposiciones sociales y políticas deben ser activas en esta línea; la aprobación en el Parlamento de la suspensión del Simce es positiva en ese sentido. Pero no basta decir lo que se rechaza –el pago de aranceles o el Simce–, sino que se debe elaborar un curso de acción distinto y responsable, que se haga cargo, sin demagogia ni tampoco letra chica, de las dificultades del sector.
En tal sentido, parece prudente elaborar propuestas para disminuir la dependencia de las instituciones de nivel terciario del cobro de aranceles, suspender el pago de deudas por educación, y no aplicar el Simce para orientar a las comunidades escolares a recuperar el sentido de construcción sociocultural de la educación, por encima de los rendimientos formales estandarizados.