El avance del COVID19 por el mundo nos presenta una postal —hermosa y aterradora— de un mundo sin turismo. Resulta complejo sacar de nuestra cotidianidad este fenómeno imaginando unas vacaciones sin salir de casa. Por otra parte, destinos turísticos a nivel mundial han presenciado regeneración de ecosistemas, los niveles de CO2 descienden y el planeta ha vuelto a respirar. De todas las calamidades que ha producido el avance del COVID 19 por el mundo, la industria turística es el ejemplo fehaciente de la parálisis de un sector que comprende un 10,4% del PIB mundial generando empleo a más de 300 millones de personas. Según un último informe de la OMT, el turismo internacional podría caer hasta un 60-80% en el conjunto del año 2020.Ante esta dicotomía, es necesario plantear un análisis crítico hacia turismo de masas, y el impacto negativo que genera en los ecosistemas naturales y las comunidades locales residentes en los destinos turísticos v/s el beneficio económico que produce.
El turismo es una industria inusual, ya que el principal activo que comercializa – una playa, un río o una iglesia – no le pertenece. Este recurso natural es la base del producto turístico que se genera junto con los servicios turísticos y la infraestructura de acceso al destino, influyendo así en la experiencia del turista, y en consecuencia en la actitud del mismo hacia el destino turístico. Este recurso natural es finito, frágil y clave para las comunidades locales, que ha sido afectado en muchas partes del mundo por el cambio climático. A continuación el impacto que ha tenido por industria:
Industria de Cruceros
Un 75% de la industria la componen Carnival, Royal Caribbean y Norwegian, con base en Panamá, Liberia y Bermudas -todos paraísos fiscales- disfrutando de bajos impuestos y leyes medioambientales bastante más laxas que el resto de la industria en relación al impacto que genera en cada puerto pintoresco donde recalan erosionando las costas y ecosistemas submarinos, embarcaderos que reciben a miles de excursionistas que recorren en masa la ciudad, y gastan en Chile un promedio de 68 dólares por persona durante las horas que pasan en cada ciudad puerto. Lück (2007) señala que el impacto económico generado por los excursionistas durante las recaladas suele ser mínimo; los turistas de cruceros comen, duermen y disfrutan del entretenimiento a bordo, por lo tanto el gasto se reduce a la compra de artesanía local. En relación a la contaminación, los cruceros de lujo son ciudades flotantes que funcionan a base de diésel altamente contaminante. Las mismas ciudades que prohíben acertadamente los automóviles diesel, brindan un pase gratuito a las compañías de cruceros que emiten gases tóxicos que causan un daño inconmensurable a las costas cercanas.
La industria aerocomercial y el Low Cost
Otra industria clave en el desarrollo del turismo internacional es la aerocomercial. Según un estudio de la revista Nature Climate Change (2018), las aerolíneas generan un 8 % de emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. El crecimiento durante los últimos diez años ha sido explosivo, las aerolíneas transportaron 4.500 millones de pasajeros en 2019, vale decir, se duplicaron en relación al año 2009, ¿la razón? Las aerolíneas de bajo costo; 52 de las 290 aerolíneas miembros de IATA se categorizan a sí mismas como low cost. La cuota global de mercado de las low cost en 2018 fue del 29% considerando asientos ofertados.
La industria del alojamiento turístico y Airbnb
La hospitalidad, constituye un componente esencial de la oferta de servicios turísticos y en general se ha caracterizado por oportunidades viables para reducir las emisiones de dióxido de carbono, y por consiguiente, disminuir la huella de carbono. Según Piotr Zientara y Bohdanowicz (2019), muchos hoteles han implementado acciones de este tipo como parte del programa de RSE, haciendo frente de esta forma al cambio climático. Además, se ha implementado por el mundo la distinción internacional de sustentabilidad otorgada a nivel gubernamental, como un sello de distinción respecto de la política de sustentabilidad del alojamiento, certificando que éste cumple con las tres elementos que integra el concepto de sustentabilidad – equidad social, gestión económica y cuidado medio ambiental – Tal certificación incluye la exposición directa en la agencia de viajes virtual Bookdifferent.com, visitada por turistas conscientes que prefieren reservar en este tipo de alojamientos con una visión distinta por el mundo.
Airbnb y la hotelería
El desarrollo tecnológico en la industria turística, ha empoderado al turista contemporáneo. A través del internet es posible reservar hoteles, líneas aéreas y otros servicios sin la necesidad de acudir a un agente de viajes que planifique un viaje. La aparición de Airbnb, una compañía web que permite a la gente común arrendar sus residencias como alojamiento turístico en las mismas condiciones que un hotel presta sus servicios, pero a un mejor precio. La entrada de Airbnb facilita y permite el contacto entre propietarios de viviendas y turistas, sin que dichas empresas estén formalizadas, cuenten con resolución sanitaria, ni menos un permiso municipal. Los propietarios locales ofertan sus residencias inicialmente desde una perspectiva de economía colaborativa y progresivamente con una finalidad estrictamente comercial. La vivienda se convierten en producto turístico, rentabilidad derivada de este uso ocasional. Esta modalidad de negocios crece cuando los inversionistas del sector inmobiliario invierten en este modelo explotado por pequeños propietarios locales así como por grandes fondos de inversión que compran edificios enteros para este uso. Hasta antes del estallido social en Chile, se podían observar valores tan bajos como una habitación ensuite en el centro histórico de Santiago de Chile, por menos de diez mil pesos (13 USD); en consecuencia, a un hostal le era imposible competir con estos precios.
Turistificación de los centros urbanos
Existe un fenómeno que afecta los centros urbanos —los procesos de gentrificación— los cuales desplazan a la población tradicional, vale decir, las clases sociales más vulnerables, hasta el punto de excluirlas del territorio, ante la llegada de individuos con mayor capital económico y cultural,(Desmond, 2012; González, 2011; Hiernaux, 2006; Janoschka & Sequera, 2014). Cuando este desplazamiento de las comunidades más vulnerables desde el centro urbano patrimonial hacia los suburbios se genera por la llegada masiva de turistas, se desprende entonces un nuevo concepto denominado turistificación. Jansen-Verbeke (1998) define la turistificación como un proceso de transformación irreversible que afecta a las ciudades históricas producto de la llegada masiva de turistas (positiva y negativamente); mientras Santos y Sequera (2018) afirman que estos efectos se dan particularmente en el mercado inmobiliario local y el aumento excesivo de los precios de alquiler, expulsando y marginando a familias de barrios turistificados en la ciudad de Madrid. La aparición de nuevas tecnologías de la información y la comunicación como Airbnb, ha permitido sobrecargar aun más ciudades como Barcelona, Madrid y Amsterdam que han incluso multado a esta empresa por el impacto negativo en los vecinos de la ciudad.
¿Qué tipo de turismo entonces?
Los objetivos estratégicos de la estrategia de turismo lanzada el 2012 por Sernatur, es la carta de navegación para la industria. Esta estrategia contemplaba tres objetivos estratégicos al 2020:
– Duplicar el aporte del turismo al PIB, 3,2% del 2011 al 6% en el año 2020.
– Promover la creación de pymes y medianas empresas (40000 nuevos empleos al 2020)
– Crecimiento de la cantidad de turistas internacionales cuantitativamente ( 5,4 millones al 2020 y aumentar el gasto en un 50%)
¿Ha sido eficaz la estrategia? No lo ha sido. El aporte de la industria al PIB se ha mantenido, y si bien ha crecido cuantitativamente, el gasto se ha estancado, y los productos turísticos que se ofrecen no han podido aumentar su valor. Pareciera una tendencia mundial, el turista quiere pagar menos en sus vacaciones, y las tecnologías se prestan como la coyuntura perfecta para aquello.
Hacia el fin del turismo de masas
Si bien en el centro patrimonial de Santiago de Chile se han producido procesos de gentrificación y turistificación, aun estamos a tiempo de generar una adecuada gestión del turismo en nuestra capital para evitar la sobresaturación del destino, que podría crear un sentimiento turismofóbico que ya se ha presenciado en lugares como Barcelona o Venecia, en donde los turistas pasan a ser una verdadera termita que consume los recursos de los lugareños, aportando muy poco a las comunidades locales. Pareciera que la pandemia nos indica que el recurso natural, la base del producto turístico, es finito y frágil; el turismo no es el derecho que muchos turistas, parecen pensar que es, sino un privilegio que debemos internalizar como una experiencia única de la cual podemos disfrutar, siempre y cuando el concepto de sustentabilidad deje de ser un elemento meramente de marketing, sino una realidad en las comunidades locales y los ecosistemas que permiten su desarrollo.