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El retiro de fondos de las AFP: un triunfo neoliberal que los neoliberales no celebrarán Opinión

El retiro de fondos de las AFP: un triunfo neoliberal que los neoliberales no celebrarán

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Enrique Fernández Darraz
Por : Enrique Fernández Darraz Doctor en Sociología, académico.
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La generalizada demanda por retirar parte de los fondos de las AFP es, sin duda, uno de los más importantes logros del modelo neoliberal chileno. Representa la consagración del principio de propiedad privada sobre el que reposa el sistema de pensiones. Paradójicamente, los principales promotores del modelo se oponen a ello de manera rabiosa, acusándonos de cometer una insensatez que sólo nos perjudicará a nosotros mismos.

Desde el punto de vista ideológico esto es bastante sorprendente, ya que deberían ser sus más fervientes impulsores y hacerse parte del júbilo. Para entender esta afirmación hay que revisar los – a mi juicio – tres principales éxitos culturales de la dictadura del general Pinochet y su corte de empresarios y chicago boys, persistentes hasta hoy.

El primero corresponde a la idea que el Estado es un mal administrador. A treinta años del regreso a la democracia no hay quien no repita esta monserga. Y si se apela a los ejemplos de Japón, Alemania o Noruega, se acciona el dispositivo sociocultural siguiente, que señala que nosotros no somos japoneses, alemanes ni noruegos, sino chilenos, poco dados al trabajo, al acierto y a la productividad. Esta idea fue un argumento central para privatizar las empresas estatales y desmantelar la seguridad social y la educación pública. Gracias a ella se jibarizó el Estado y se traspasó al ámbito privado la provisión de gran cantidad de bienes públicos, con serio menoscabo de su cobertura y calidad.

El segundo éxito fue la generación de mercados en ámbitos de la vida social donde ello no era concebible ni aceptable. La ideología neoliberal supone que el Estado debe intervenir sólo cuando el sector privado no satisface las necesidades. No obstante, como han hecho ver estudiosos y estudiosas, en Chile esto fue más allá y el Estado impulsó la creación de mercados altamente lucrativos, subvencionando la actividad privada o garantizándole rentabilidades. Es el caso de los llamados “monopolios naturales”, derechos de agua, jubilaciones, prestaciones de salud, educación, entre otros. Es decir, el Estado fomentó el desarrollo de mercados donde no los había, ni tampoco los hay en países desarrollados. Como era obvio, los cercanos al régimen fueron los principales beneficiados, en la medida que, además de diseñar sus reglas de funcionamiento y hacerse de los bienes estatales, poseían los nexos y el capital para adquirir posiciones de preminencia, cuando no monopólicas.

El tercer éxito ideológico fue extender el concepto de propiedad privada a todo ámbito imaginable. Así, en Chile se puede ser dueño o dueña de derechos de agua, concesiones pesqueras, escuelas, universidades, fondos de pensiones, seguros de salud, entre otras. Esto es también fundamental para entender cómo fue ideológicamente posible demoler el principio de solidaridad social, consustancial a cualquier sociedad moderna.

Un cuarto aspecto – pero que merece otro tratamiento – es el empate moral que la dictadura y sus defensores insisten aún hoy en intentar establecer entre economía y vida humana. Cuando se habla de los detenidos desaparecidos o torturados, la respuesta invariable es que a cambio se tuvo un notable crecimiento económico. Como si un crimen pudiera justificarse así. Su fantasma resurgió ahora, durante la pandemia, cuando el gobierno explicó la no implementación de cuarentanas por la necesidad de salvar la economía.

La exigencia ciudadana de retirar parte de los fondos de pensiones representa, entonces, el punto culminante del ejercicio del derecho a la propiedad privada. La población exige hoy lo que desde años le han dicho que le pertenece, que puede trasladar de AFP en AFP y de fondo en fondo, en busca de mayores beneficios individuales. Paradójicamente, sin embargo, los principales promotores del modelo neoliberal y defensores acérrimos del principio de la propiedad privada no celebran su propio triunfo. Al contrario, exhiben sin disimulo su rabia y un dolor rayanos en el luto.

Y no es para menos, ya que éste podría ser el inicio de la agonía de uno de los hijos que más satisfacciones les dio, al proveerles ganancias apoteósicas y una fuente constante y barata de capital para sus empresas.

Después de todo, tal vez no son tan neoliberales como nos decían.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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