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El retorno masivo de los campamentos Opinión

El retorno masivo de los campamentos

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Iván Poduje
Por : Iván Poduje Arquitecto, Magíster en Desarrollo Urbano Miembro Consejo Nacional de Desarrollo Urbano (CNDU)
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En realidad los campamentos nunca se fueron, pero en los últimos años su crecimiento se disparó en varias ciudades y de forma alarmante. En Atisba comparamos los catastros de Techo Chile de 2017 con fotos aéreas del 2020 recién liberadas por Google Earth, más información de municipios, y concluimos que en solo tres años, la superficie de campamentos en Santiago aumentó en un 84% y las familias que viven en estos asentamientos casi se duplicaron.

Además, volvieron los campamentos de gran tamaño que no se veían desde la toma de Peñalolén. Más del 90% del crecimiento se explica por ocho megatomas de terrenos que suman un millón de metros cuadrados de suelo y muchas familias de inmigrantes. Estas verdaderas ciudades informales, similares a las Villa Miseria de Buenos Aires, se instalaron al costado de Batuco y Lampa y en los márgenes de Maipú, La Florida, Cerro Navia, Cerrillos o Puente Alto.

Detectamos varios campamentos en zonas de riesgo. En La Florida, casi 600 familias se ubicaron en los bordes de la quebrada de Macul, en el mismo lugar donde 22 personas fallecieron en el aluvión de 1994. Ocuparon un terreno fiscal destinado a un parque, que nunca se hizo, lo que permitió que fuera tomado por personas que ahora viven arriba de una bomba de tiempo. En Puente Alto el enorme campamento Millantú se emplaza al borde del río Maipo, en una zona alta que podría ser afectada por socavamiento y siete campamentos de Colina y Talagante se ubican en bordes fluviales no canalizados.

En regiones se produce el mismo problema. En Gran Valparaíso la superficie de campamentos aumentó un 44% en tres años, también con grandes tomas que por primera vez avanzan hacia Quilpué y Villa Alemana. Y como no hemos aprendido nada, los nuevos campamentos de Valparaíso han vuelto a ocupar los cerros que se queman todos los años, sin calles ni redes de agua potable o alcantarillado.

¿Por qué este drama no forma parte de la agenda social que se discute en el Parlamento? ¿Cómo es posible que los campamentos casi se dupliquen en Santiago, Viña del Mar o Quilpué, existiendo mil cuatrocientas hectáreas de suelo fiscal abandonado? ¿Por qué las autoridades permiten que se ocupen zonas de riesgo nuevamente?

Cuesta encontrar respuestas para tanta indolencia. Pero una cosa es segura: las tomas de terrenos seguirán cuando se profundice la crisis económica, y todo indica que ya están operando mafias que venden sitios tomados a familias vulnerables, exportando el modelo de loteo brujo que hizo estragos en México o Brasil. Esperemos que nuestra elite política despierte pronto del viaje en ácido del “momento constituyente” y se tome el tiempo de bajar a la ciudad, para ver cómo la pobreza más dura volvió a los extramuros, sin que nadie haga nada serio por evitarlo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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