Desde hace muchos años, las personas cuidadoras cumplen un rol fundamental con los adultos mayores y personas con discapacidad que necesiten ayuda para realizar muchas de sus actividades cotidianas. Cuando comenzó la pandemia y posterior confinamiento en el país, las cuidadoras y los cuidadores tomaron un papel clave para evitar el contagio hacia quienes tenían a su cargo, temiendo también transportar el virus a sus casas, lo que convertía el proceso en una gran carga sicológica y emocional.
El Estudio Nacional de Discapacidad II de 2015 evidenció una gran brecha de género entre las personas cuidadoras, dando a conocer que un 80,7% de quienes están al cuidado de personas con discapacidad adultas en situación de dependencia son mujeres, aumentando más este porcentaje en el caso de personas con dependencias severas.
Algo similar ocurre con las cifras entregadas por el Hospital Digital del Ministerio de Salud, donde dan cuenta que más de un 85% de las personas cuidadoras de adultos mayores son también mujeres. Además, se da cuenta de que 2 de cada 3 personas cuidadoras no se ha tomado vacaciones en los últimos años, sumado a que cuidan a personas en tiempos prolongados, que pueden extenderse por más de 12 horas. No comparten el cuidado y, lamentablemente, se sienten solas.
Por otro lado, la Encuesta Nacional de Dependencia dirigida por Senama en 2009, evidenció que un 44% de las cuidadoras y los cuidadores encuestados presentan alguna afección depresiva, mientras que los mismos presentaron un 19% de sobrecarga ligera y un 25% intensa.
En este sentido, hemos visto que se les dificulta toda su labor, provocando efectos físicos, psicológicos, sociales y económicos, presentando agotamiento físico, mayor frecuencia de síntomas depresivos, permanencia de emociones negativas, disminución en la participación de actividades sociales, familiares y, en algunos casos, bajos ingresos económicos.
Entonces, ¿cómo apoyamos a las personas cuidadoras, en especial a estas mujeres cuidadoras?
Se requieren urgentes políticas públicas que reconozcan la experiencia valiosa y la gran responsabilidad que conlleva este rol y se les brinde protección, con programas que apoyen a su contención sicológica, emocional, que se les faciliten espacios que les entreguen mecanismos y herramientas para su “autocuidado”, ya que así pueden evitar situaciones de alto estrés, tanto para ellos como para la persona que tienen a su cargo. Junto con esto, velar por su situación socioeconómica, ya que debiese ser un rol remunerado por parte del Estado.
Por ello, en el marco del 5 de noviembre, “Día Internacional de las Personas Cuidadoras”, se hace relevante visibilizar esta realidad y alentar y agradecer a todas las personas cuidadoras de nuestro país, quienes realizan un gran trabajo de contención, asistencia, apoyo y responsabilidad con personas que los necesitan día a día, una labor exigente y silenciosa.
Hacemos un llamado, también, a la importancia de entregar redes de apoyo a estas personas, que muchas veces sacrifican y postergan sus vidas para poder atender a otros, el cual es completamente un acto de amor incondicional y empatía.