Una fotografía aún en movimiento de las percepciones de los trabajadores durante este período de distanciamiento social en proceso. En abril de este año, el Foro Económico Mundial calificó la cuarentena por COVID-19 como “El mayor experimento psicológico jamás conducido”. En ese momento, alrededor de un tercio de la población mundial –2,6 miles de millones de personas– estaba experimentando algún tipo de aislamiento, ante lo cual el organismo advirtió la importancia de ir más allá de la atención a los pacientes infectados para ofrecer atención psicológica generalizada.
A principios de año, un artículo en The Lancet señalaba los posibles efectos emocionales de atravesar largos períodos de distanciamiento social, como el que experimentaron China y Canadá en 2003 a raíz del Síndrome Respiratorio Agudo Severo o varios países africanos durante el brote de ébola en 2014. En esos y otros procesos anteriores, las consecuencias fueron evidentes: desde insomnio, desánimo, estrés, ansiedad y agotamiento, hasta ira, depresión, irritabilidad y estrés postraumático.
Frente a este panorama y a ocho meses de que la Organización Mundial de la Salud declarara el COVID-19 como pandemia, surgen las preguntas: ¿Cómo se sienten los trabajadores hoy en día? ¿Cuál es su estado psicológico, sus niveles de satisfacción, y sobre todo, sus expectativas en medio de esta crisis global?
Una fotografía general del clima laboral en 2020 es que sus realidades y expectativas son diferentes. Las salas de descanso, almuerzos y oficinas impactantes dejaron de tener la misma relevancia que a principios de año. Los beneficios de contar con espacios físicos atractivos para el personal se diluyeron una vez que el contacto físico debió reducirse al máximo para evitar el contagio y el trabajo remoto se generalizó. Para algunos colaboradores remotos el trabajo “invadió” sus casas y su espacio personal “desapareció”, debido a que ahora comparten las 24 horas del día con sus parejas, hijos y demás familiares en una misma casa.
Una encuesta elaborada por Gallup entre julio y agosto, indica que jóvenes que trabajan en contacto permanente con clientes (de forma presencial) se sienten menos informados y menos cuidados por la empresa. Asimismo, poco preparados para enfrentar las tareas diarias, en comparación con los de mayor edad que se desempeñan de forma remota en labores administrativas. Por otro lado, la diferencia de percepción entre los padres que trabajan de forma remota y las madres es muy llamativa. De acuerdo con el estudio de McKinsey, los primeros reportan 79,4% de efectividad laboral, 63,2% se sienten motivados y 70,5% dice contar con un buen estado de bienestar, solo 37% de las segundas considera que su efectividad en el trabajo es óptima, su motivación es de 38,5% y apenas 41% piensa que su nivel de bienestar es positivo.
Por último, a través de varias encuestas y estudios, se muestra que hay mucha conexión virtual y poca emoción, sintiéndose emocionalmente drenados por su trabajo. Además, vulnerables, en donde casi 1 de cada 4 colaboradores reporta sentirse frecuentemente mal acerca de sí mismo o piensa que es un “fracaso que se ha decepcionado a sí mismo o a su familia”. Las amenazas de su estabilidad laboral, puesto que los colaboradores ven riesgo en oportunidades personales, salario, beneficios, seguridad laboral y condiciones de protección.
Tal como dijo Joel Galvin, jefe de Investigación de Vistage: “Cuando la economía mejore, (los colaboradores) tendrán opciones. La guerra de talento ya regresó, porque las compañías saludables están buscando agresivamente a los talentos más destacados en aquellas organizaciones que les ha costado adaptarse a los cambios».