Estamos de acuerdo con el señor John Griffiths en que el presupuesto de defensa debe ser el adecuado para financiar las capacidades estratégicas necesarias para la defensa nacional, según lo determinen las autoridades políticas (el directorio).
Para ello es ineludible considerar que el pasado 25 de octubre de 2020 el 80% de los chilenos (los accionistas) decidieron que quieren vivir en una sociedad más justa, humana y fraterna y en ese escenario, los sumos sacerdotes de la economía serán implacables para hacer cumplir el dogma de fe de los equilibrios macroeconómicos.
Citando la famosa frase del expresidente ejecutivo de Codelco “No hay plata, viejo. Entiéndeme no hay un puto peso” podemos graficar las restricciones presupuestarias inferidas por la pandemia del covid-19 y las inmensas demandas sociales que surgen de los millones de personas con sueldos bajo 400 mil pesos mensuales o que se han quedado sin fondos de jubilación en sus AFP, que ya están generando una monstruosa deuda pública para financiarlas.
En estas circunstancias no hay peor ciego que aquel que no quiere ver y mis opiniones solo pretenden evitar a tiempo la quiebra anunciada de la defensa nacional, para lo cual reitero el llamado a nuestros líderes militares (los gerentes) para que abran sus ojos en favor de la patria que juraron defender.