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Entre el mercado y el bien común: las aguas en clave constituyente Opinión

Entre el mercado y el bien común: las aguas en clave constituyente

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Amaya Alvez, Robinson Torres y Rodrigo Castillo
Por : Amaya Alvez, Robinson Torres y Rodrigo Castillo Doctora en Derecho. Académica Universidad de Concepción. Candidata a constituyente Distrito 20 (Prov. de Concepción). Colectiva - Justicia en DDHH. Doctor en Ciencias Socioambientales. Académico Universidad de Concepción. Abogado. Colectiva - Justicia en DDHH.
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La noticia llamó la atención en diversos medios a nivel mundial: en Estados Unidos el agua había empezado a cotizar en la bolsa de comercio. El alcance real de la noticia es un poco más acotado. Esto, porque son los contratos de futuro respecto del agua (y no el agua en sí misma), y respecto de un lugar en particular (California), los que empezaron a ser cotizados en la Bolsa de Valores. Sin embargo, pese al carácter “indirecto” del mecanismo, los posibles impactos de su utilización dan cuenta de una profundización de la mercantilización del agua, en circunstancias que la crisis de disponibilidad y gobernanza a nivel mundial se agudiza.

La utilización de los mecanismos de mercado para efectos de asignación y toma de decisiones en materia de aguas, ha fomentado en parte importante las desigualdades en el acceso y ha profundizado los factores antrópicos de la crisis en torno a ella. Es por lo mismo que, frente al anuncio de la entrada del agua a los mercados de futuros, el relator especial en la materia de Naciones Unidas ha declarado que la medida “constituye una amenaza a derechos humanos básicos”. [1] La prevención sobre esta tensión entre el derecho al acceso al agua y su sostenibilidad, versus la profundización de su comercialización y especulación en la bolsa, es perfectamente aplicable a la situación de Chile, en donde la Constitución de 1980 y el Código de Aguas de 1981 han establecido un marco legal que sustenta la visión del agua como bien de mercado.

Este modelo de aguas y los extractivismos que los acompañan, no han sido equitativos, eficientes, ni menos sostenibles en la gestión, conservación y gobernanza de las aguas y territorios del país. Por ello se necesita cambiar de rumbo, no mirar a Wall Street, sino reorientar las epistemologías y/o cosmovisiones respecto a la relación que se tiene con la naturaleza, los ecosistemas, y las aguas en todas sus formas y expresiones ¿Cuáles son las alternativas para dar un giro desde el modelo privatizador de las aguas, donde se la trata como una mercancía que ahora llega a la bolsa, hacia uno de respeto y cuidado de la naturaleza, territorios y sus culturas?

Si el capitalismo hídrico del modelo chileno –instaurado en dictadura– ha demostrado que no es el camino, difícilmente nos convencerán de que el agua en la bolsa de valores sí lo es. Los resultados más visibles de este modelo chileno de propiedad privada sobre derechos de agua, tras décadas de implementación, muestra un escenario de acaparamiento de derechos, degradación socioambiental, y contaminación hidrosocial de cuencas y territorios. Ejemplo de ello es el más de medio millón de personas que vive sin acceso al agua desde Arica hasta la Patagonia, además de todo el daño socioambiental que han gatillado los extractivismos (por ejemplo, minero, forestal y del salmón) a lo largo de los ecosistemas terrestres y marinos del país.

En esos mismos territorios, habitan desde hace miles de años culturas que han venerado y cuidado de diversas formas el agua y los territorios. Aimara, Mapuche, Atacameños, Kollas, Rapa Nui y Kawéskar, entre otros pueblos originarios, han desarrollado históricamente diversas hidrocosmologías, saberes, normas sociales y prácticas de cuidado y conservación de las aguas. Estos complejos sistemas hidroculturales son el sustrato vivo de alternativas y caminos posibles para decidir colectivamente sobre nuevos saberes y prácticas de gestión ancestral de las aguas en la Nueva Constitución, que permita transitar desde el actual modelo de propiedad privada hacia uno de propiedad común. Al respecto, tenemos una inmensidad que aprender de los pueblos originarios que habitan los diversos territorios del país. Hasta ahora, ni la ciencia ni el Estado se han preocupado de valorar y aprender de estas sabidurías originarias. Debemos enmendar ese rumbo en la Nueva Constitución.

Por ello, los cupos constituyentes para candidatos y candidatas provenientes de pueblos originarios son muy significativos, ya que por primera vez en la historia permitirá que estos saberes ancestrales se socialicen, dialoguen e incorporen como una base mínima para una nueva institucionalidad que, de paso, será también un reconocimiento a los derechos y diferencia cultural de los pueblos originarios. Permitirá que el proceso constituyente se despliegue como un diálogo de saberes plurinacional que, desde la sociedad misma, siente las bases democráticas de un nuevo pacto hidrosocial y estado plurinacional.

El nuevo modelo de propiedad común, gestión sostenible y plurinacional de las aguas debe construirse colectivamente incorporando saberes, normas, tecnologías e hidrocosmologías de los pueblos originarios. Prácticas milenarias que han demostrado ser más sostenibles y respetuosas con la naturaleza que el modelo neoliberal de privatización de las aguas.

 

[1] Noticias ONU: Comercializar el agua en el mercado de futuros de Wall Street viola los derechos humanos básicos, asegura experto. URL: https://news.un.org/es/story/2020/12/1485432

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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