“Por la razón o la fuerza” es la enseña del escudo nacional y el lema de la República de Chile. La frase se remonta a la época de la Independencia y, por su significado, se considera una versión castellana de la expresión en latín “Aut consilio aut ense” (“O por consejo o por espada”). Por la razón o la fuerza se vincula a este territorio habitado que prefirió primero ser Estado antes que una nación con comunidades originarias, para expresar su fuerza autoritaria cívico-militar.
La otrora Capitanía General como fuerte de la Corona española dio paso a un Chile Estado que se pensó y edificó como una fortificación para enfrentar las guerras de Independencia, los asedios de la reconquista y el asentamiento vigilante de república independiente, para lidiar con su devenir. Así ha sido como Chile ha enfrentado los conflictos con países vecinos, las controversias entre chilenos y el conflicto entre el Estado de Chile con los pueblos originarios.
En los textos de historia de Chile se relata que el año 1832, bajo el gobierno de José Joaquín Prieto, se presentó al Congreso el nuevo escudo nacional. Las razones para el cambio las redactó José Ignacio Zenteno y fueron expuestas ante el Senado, mediante una carta firmada por el ministro Joaquín Tocornal. Este texto puede parecer algo ambiguo en lo textual, pero directo e intolerante en su objetivo político para consagrar la razón cívico-militar autoritaria.
Zenteno escribió, para voz de Prieto y Tocornal, que “La República debe tener un escudo de armas que la simbolice conforme al uso casi inmemorial de todos los pueblos y naciones. No puede considerarse como tal el que se introdujo en los primeros tiempos de la revolución, porque a más de haber carecido de la sanción de autoridad competente, no contiene pieza alguna alusiva al objeto que debe representar. Ha creído, pues, el gobierno que no debiéndose tolerar por más tiempo ese escudo insignificante y abortivo, se sancionase de una vez el que reúna a la legalidad de su origen la propiedad de la alusión”.
El escudo nacional aludido es el primer escudo que reemplazó al emblema real español, de acuerdo con el espíritu revolucionario independista de 1812, liderado por José Miguel Carrera y oficializado el 15 de junio de 1813 como el escudo nacional de Chile. Se trata de una imagen en cuyo centro se instala una columna coronada por un globo, enmarcada por dos lemas que sirven de piso y techo para la figura de una pareja mixta de aborígenes semidesnudos. Arriba se lee, en latín, Post tenebras lux (Después de las tinieblas, la luz) y al pie del escudo dice Aut consilio aut ense (O por consejo o por la espada).
Luego de la primera reconquista española, fue O’Higgins quien propuso en 1818 un nuevo escudo, preservando la imagen central de la columna dórica y el globo terráqueo con la faz americana, flanqueada por armas de guerra. También sustituye los lemas del escudo de Carrera por el nuevo lema “Libertad” y elimina a la pareja mixta de indígenas del primer escudo. Este escudo fue promulgado por el Senado de la Patria Nueva el 23 de septiembre de 1819.
Evidentemente, el ninguneo o desprecio de Zenteno por el escudo de Carrera de 1812 pasa por reemplazar a la pareja autóctona en paños menores, hecha desaparecer por O´Higgins en 1818, pero también al escudo de O’Higgins por una heráldica más tradicional a la usanza de las realezas europeas, incrustando dos animales andinos machos, el cóndor y el huemul, que se encaraman con sus garras y pezuñas al escudo de armas, glorificados por dos coronas navales doradas como señal inequívoca de un incipiente patriotismo nacional por parte de las élites del siglo XIX.
Así fue como la propuesta del militar Zenteno alcanzó el 26 de junio de 1834 su oficialización en el Congreso Nacional, instalando la nueva imagen del escudo nacional aún sin lema, según el diseño del marino británico Charles Woods. El lema “Por la razón o la fuerza” ya estaba presente en monedas de plata y oro acuñadas entre 1818 y 1852, siendo en 1854 cuando se dispuso que el escudo nacional que lleva la bandera presidencial cargase el mismo lema de las monedas.
Fue recién en 1920, bajo el mandato presidencial de Sanfuentes, cuando se oficializó la inclusión del lema actual en el escudo, para después ser ratificado en 1967, en el gobierno de Frei Montalva. Actualmente, la aún vigente Constitución de 1980, determina en su artículo 2° que “son emblemas nacionales la bandera nacional, el escudo de armas de la República y el himno nacional”. A su vez, el artículo 6° de la Ley sobre Seguridad del Estado dispone que “Cometen delito contra el orden público […] los que ultrajaren públicamente la bandera, el escudo, el nombre de la patria…”. Es decir, por la razón o la fuerza, léase y comuníquese por el poder constituido hasta nuevo aviso y redacción de una nueva Constitución emanada del poder constituyente.
En octubre de 2004, el otrora senador Nelson Ávila presentó un proyecto de ley, aventurándose con un nuevo orden de los factores para alterar el producto con su propuesta “Por la fuerza de la razón”, que no escapa demasiado al paradigma anterior en ese juego de palabras, ya que la fuerza de la razón también alude a una imposición, gana una razón por sobre otras en un debate, lejano a las necesidades de diálogo que tenemos hoy como sociedad en medio de un proceso constituyente que nos debe invitar a la innovación colaborativa y la creatividad dialógica.
Ya sabemos que la moción no prosperó en ese Chile de democracia protegida binominal; sin embargo, el contexto ha cambiado con la actual crisis de legitimidad institucional sistémica que, mediante un diálogo y negociación política, abrió el proceso constituyente y hoy nos encontramos a pocos meses de una elección para elegir convencionales constituyentes y dejar atrás la Constitución de 1980 y también a ese Chile donde las élites reemplazaron al pueblo por un imaginario a su medida para continuar con su poder constituido.
La castellanización del lema de la Roma imperial “O por consejo o por espada”, inscrito luego como el lema “Por la razón o la fuerza”, grafica el dualismo “saber-poder”, una alianza entre el saber institucional y el poder militar. Por la razón o la fuerza ha marcado las decisiones de las élites para gobernar y autogobernarse durante 200 años de vida republicana, poblando las páginas de la historia de Chile con su método arcaico y precario de resolución de conflictos, entendido como “O aceptas mi razón o te impongo mi fuerza”, dando paso a guerras fratricidas, golpes de Estado, matanzas contra habitantes indefensos, constituciones impuestas por la élite vencedora y un modelo económico que ha convertido el experimento en una razón de Estado.
Pensar el presente del Chile constituyente en 200 años, significa proyectar los próximos 100 años (existencia vital de una persona nacida en este siglo XXI) como una invitación para el bien común y pensar 100 años hacía atrás, buscando hacia el siglo XX las claves históricas, culturales y políticas cuando Chile enfrentaba una crisis de legitimidad institucional que desembocó en la redacción de la Constitución de 1925, incluyendo la evolución de la democracia representativa, a ratos con intentos reformistas o revolucionarios, interrumpidos por un golpe de Estado que instaló una dictadura cívico-militar y luego derivó en una transición ecualizada por una democracia protegida, diseñada por la Constitución de 1980 como pretérito presente.
El proceso constituyente actual abre paso al poder constituyente para dejar atrás ese Chile dicotómico y falto de recursos que inspira el actual lema nacional, dando espacios de participación y colaboración en el tratamiento pacífico y creativo de los conflictos, con una gama de enfoques (resolución, gestión, regulación, transformación) que amplían nuestras opciones y alternativas como sociedad para el abordaje de crisis, conflictos, diálogos y negociaciones.
Serán los convencionales constituyentes, electos por el pueblo soberano el 11 de abril del 2021, quienes redacten una nueva Constitución, la que también podría incluir en sus primeros artículos sobre identidad nacional la propuesta de un nuevo lema nacional como horizonte de expectativas que nos invite a navegar hacia un futuro deseable y compartido. Un lema tipo bambú, resistente y flexible para abordar la complejidades e incertidumbres de las crisis anidadas con impacto local y global de las cuales tenemos que aprender y avanzar fortalecidos como comunidad plurinacional.