Durante la semana pasada mantuve diversas conversaciones vía Facebook Live con distintos alcaldes de la Región del Biobío; líderes de comunas como Lebu, Coronel, Penco, Cabrero o Los Ángeles, territorios de muy dispares realidades, que tienen distintas necesidades y con diferentes vocaciones productivas, pero con una vivencia en común en los últimos años: sufrir el abandono y la ausencia de un gobierno central y regional que no llega a sus comunas.
Esto no es muy distinto a lo que durante la semana pasada pudimos ver en todos los medios de comunicación nacional, cuando a raíz de la discusión del tercer retiro, se han mostrado realidades de sectores ubicados en la periferia de la Región Metropolitana y que han sufrido por años la toma de decisiones preferente hacia las comunas de la “cota mil” y basada en sus realidades. Simplemente, no vemos más allá.
Y usted se preguntará, ¿qué pueden tener en común Puente Alto y Lebu? ¿Penco y Buin? Todas son comunas que requieren, para su correcto desarrollo, de la presencia de un Estado fuerte y que este, a través de sus respectivos Gobiernos Regionales, pueda llegar con un traspaso de recursos efectivo, oportuno, eficiente y no discriminatorio a los habitantes de esos territorios.
¿Pero cuál es la realidad? La lamentable realidad es que vivimos en un país con un sistema centralista, que diseña soluciones estandarizadas para todo el país, donde las regiones no tienen capacidad de incidir en la pertinencia de las soluciones diseñadas en el gobierno central para resolver sus problemas, las que regularmente llegan mal diseñadas y de manera tardía. El gobierno central se manifiesta en la región, a través de un intendente “designado” desde Santiago, que por lo general dura poco más de un año en su cargo, por lo que en la práctica se limita a implementar directrices nacionales y a no pensar en una estrategia de desarrollo regional que trascienda a los gobiernos de turno.
Esto se ve agravado, pues muchas veces estos intendentes responden a un padrino político con asiento en el Parlamento y en la práctica se desdobla entre favorecer los intereses del gobierno central y los intereses de su padrino, lo que se manifiesta favoreciendo en la asignación de recursos a las comunas que tienen liderazgos políticos afines al gobierno de turno y discriminando políticamente a aquellas comunas que no son afines con este gobierno o a los intereses de su mentor.
Descentralizar no es una concesión a las regiones, es una oportunidad de crecer como nación. En la medida que las regiones generen identidad y tengan el espacio para constituir, desde sus propias particulares y características culturales y geográficas, iniciativas y proyectos que las representen e identifiquen, será posible fortalecer sus economías locales.
Ahora, un legítimo sentido de descentralización conlleva una política de transferencia real de atribuciones concretas para la toma de decisiones y generación de planificaciones, programas y políticas regionales efectivas. El Gobernador Regional, deberá ser el promotor de esta descentralización, pero su marco de acción será prometedor en la medida que logre integrar facultades amplias.
En este ideal, el proceso constituyente será clave para propiciar una nueva orgánica administrativa más ecuánime e integradora, reconociendo la diversidad de nuestras regiones y su capacidad de tomar decisiones a nivel territorial y político.
Tras la pandemia se pueden revisar las cifras y nos daremos cuenta que en la curva de reactivación del empleo nuevamente llega a la Región Metropolitana de manera prioritaria. Mientras en Biobío se perdieron 140 mil trabajos en el peak de la pandemia en la región (correspondiendo mayormente mujeres), a la fecha el porcentaje de recuperación del empleo es de un 37%, mientras que en la Región Metropolitana es sobre un 55%; y solo por citar otras regiones de Chile, la cosa no cambia al mirar el resto del país, en la Región de Coquimbo es un 32% y en Magallanes es un 43%.
Apenas asuman los nuevos Gobernadores Regionales resultará muy importante que estos puedan activar proyectos de rápida ejecución que den empleo y activen a las pymes. Quizás la forma más rápida y eficiente de hacerlo sea precisamente a través de transferencias desde los Gobiernos Regionales hacia sus municipios de fondos directos de libre disposición, que no signifiquen postulaciones engorrosas, a través de organismos intermediarios que cobran una tajada importante de los dineros asignados por su servicio, y cuyas ayudas están llenas de filtros que el pequeño empresario, por capacidades técnicas, muchas veces no logra sortear. Así, los beneficiarios siempre terminan siendo los mismos.
Esto solo por hablar de urgencia, porque hay que buscar otras fórmulas que nos permitan avanzar en una descentralización real, los Gobernadores Regionales electos, independientemente de su color político, deberán trabajar unidos para lograr avances concretos en descentralización, con logros efectivos como conseguir que las empresas tributen en las comunas donde operan y no sigamos contribuyendo a que las cuatro comunas donde se toman las decisiones de todo el país, tengan dinero disponible para “donar” en tiempos de crisis, como la que vimos de Las Condes a La Pintana, que están a solo 23 kilómetros de distancia geográfica, pero a tanta distancia del desarrollo y de integración social.
El trabajo con las municipalidades será estratégico y esencial para la búsqueda de consolidación regional. Los gobernadores serán grandes alcaldes regionales y los alcaldes serán pequeños gobernadores comunales. Algo que puede parecer confuso, pero que refleja el anclaje de esta asociación estratégica, donde deberán primar la comunicación y el diálogo, buscando el bien de sus comunas y de la región que los aloja. Serán dos grandes representantes del pueblo, una dupla que bien articulada puede alcanzar un alto nivel de hegemonía regional.