El plebiscito de entrada 80/20 del 25 de octubre del 2020 y la elección de constituyentes del 15 y 16 de mayo del 2021 configuran la ola transformadora que viene desde el estallido social y la apertura del proceso constituyente en curso. Estos eventos deliberativos, preñados de diálogos, han cambiado la representación política en Chile hacia una nueva épica, ética, estética y poética más ciudadana, constituyente e interdependiente desde la independencia y distancia con las élites, el partido del orden y el poder constituido.
Desde el empate técnico entre Allende y Alessandri, pasando por la segunda vuelta entre Lagos y Lavín, hasta los enroques Bachelet-Piñera que la derecha no perdía tanta escena en la disputa por el poder político. En el actual momento transformador, es posible -y hasta muy probable- que la derecha no pase a un balotaje, luego de la tradicional primera vuelta en las presidenciales que se vienen en un Chile más despierto y en búsqueda de la otredad.
Esta vez no se trata de cambiar un presidente, ni tampoco será el pueblo quien construya un Chile bien diferente, como reza la canción del poder popular, ya que, esta vez, no se trata de este tipo de poder, sino del poder constituyente, cuestión distinta en amplitud, alcance y finalidad. Ya no desde la ingenuidad sobre el ejercicio de los poderes políticos, económicos y militares, sino comprendiendo las claves del cambio cultural, la composición de un tejido social y cultural diverso, distinto al de la patria joven, la Unidad Popular y la lucha antidictatorial y antineoliberal.
El próximo gobierno será de transición constituyente, y este escenario acomoda a quienes no van a tener la obsesión de gobernar con un Parlamento capaz de dar gobernabilidad en la medida de lo posible, porque ya se corrió el cerco hacia la zona constituyente, muy a pesar del poder constituido. En tal sentido, la productividad del nuevo Congreso, en el contexto de actuación y decisiones de la Convención Constitucional, va a alinear la creación de nuevas leyes con esa fuerza de gravedad, adaptando el actuar del Congreso y su rol, de acuerdo con lo que decida la nueva Constitución. Lo propio con la nueva orientación y rol para las Fuerzas Armadas y las policías, entre otras instituciones que son parte de la crisis de legitimidad institucional sistémica.
Resuelta esa ley de gravedad legislativa, lo que le queda al gobierno de transición constituyente es ejercer una gobernanza orientada al impulso de políticas públicas interministeriales, para abordar los ingentes problemas no resueltos desde la acción del nuevo Ejecutivo, teniendo el impulso del proceso constituyente a nivel de nuevos derechos, deberes e instituciones, con un preámbulo constitucional que inspire a las nuevas generaciones. Así, el gobierno de transición constituyente, más que un programa tradicional de gobierno, va a tener que contar con una parrilla programática de metodologías y tecnologías que apunten a lidiar con la complejidad de diseñar e implementar políticas públicas interministeriales.
Ejemplos de lo anterior en cuanto a políticas interministeriales es abordar la complejidad del sistema carcelario en Chile o el fomento decidido a la economía creativa. En el primer caso, es impensable para un gobierno de transición constituyente asumir esta tarea tan solo desde el Ministerio de Justicia o desde la precariedad institucional de Gendarmería de Chile. En el segundo caso, implica ampliar la concepción de la economía creativa, más allá del campo de las industrias culturales tradicionales, o bien junto con ellas, impactar generativamente otros sectores productivos donde la creatividad y la innovación logran lo impensado a nivel de producción de bienes y servicios con alcance estratégico en la feminización de la riqueza.
En las ecuaciones que brinden nuevas soluciones de diseño, van a estar presentes variables tradicionales con aquellas que van más allá de lo conocido, potenciando los nanoaprendizajes, los espacios de emprendizajes, la justicia restaurativa, la productividad regenerativa de la tierra y el mar para policultivos y la generación de bienes y servicios en clave de economías en colores y en flujo (verde, naranja, plateada, violeta, circular, solidaria), impulsadas por un Chile fraternal más exigente con sus necesidades de transformación efectiva.
Estos y otros asuntos públicos van a tener que convocar equipos de alto nivel provenientes de los ministerios de Educación, Culturas, Deportes, Ciencia, Salud, Género, Hacienda, Obras Públicas, Economía, Vivienda, Relaciones Exteriores, Interior, Presidencia, Defensa, Trabajo, Desarrollo Social, Agricultura, Transportes, Energía, Medio Ambiente, con soluciones de diseño sobre la base del despliegue de inteligencias colaborativas, probadas o experimentales, con resultados orientadores de las políticas públicas comparadas. No se trata tan solo de qué hacer, sino que también importan el dónde, cuándo, cuánto, cómo, para qué y por qué, entre otras preguntas espaciotemporales.
Para la atención de asuntos públicos de alta complejidad, los equipos interministeriales van a tener que dialogar con la ciudadanía, las comunidades científicas, el sector empresarial, las organizaciones sociales y culturales, entre la diversidad de actores posibles que cuentan con experiencia, experticia y laboratorios en modo co-laboratorios, disponibles para incidir en el diseño e implementación de políticas públicas interministeriales al servicio de las personas en sus territorios, cada vez más entendidos como espacios de oportunidades vitales.
El gobierno de transición constituyente va a disponerse, a favor de Chile y su futuro SMART (específico, medible, alcanzable, realista y en tiempo justo), sin espacio para la megalomanía ni aventuras riesgosas de alto costo para las nuevas generaciones. Se viene una presidencia fraternal sin corbatas, sin nudos en la garganta ni desesperanzas aprendidas. Hay un ambiente de optimismo resiliente en los diálogos intergeneracionales, donde la complejidad y la incertidumbre se enfrentan o se abordan con un set de herramientas que emanan de las ciencias, las tecnologías, las artes y las artesanías. Chile va a contar con elencos de calidad para el próximo gobierno de transición constituyente, con capacidad de ejercer liderazgos inclusivos, situacionales y estratégicos de mayor impacto.
Izkia no usa corbata, Julio César no usa corbata, Patricia no usa corbata, Daniel no usa corbata, Yasna no usa corbata, Gabriel no usa corbata, tampoco la usarían para el cambio de mando, menos Izkia y Patricia. A relajar la vena con lo que viene. Ya no vamos a hablar de un hiperpresidencialismo ni de ministros erráticos, sino de equipos que vienen trabajando hace un buen tiempo desde el Colmed, Espacio Público, Fundación Sol y una diversidad de plataformas y laboratorios abiertos, incluyendo a las universidades decimonónicas lideradas por la dupla SAVI (Sánchez y Vivaldi). Los viejos sabios también la llevan.
La Presidencia sin corbata que va a liderar el gobierno de la transición constituyente no va a requerir de las viejas correlaciones de fuerzas, porque el ejercicio de nueva ciudadanía ha demostrado que el poder energético está en el poder constituyente. Los trenes ya partieron en mayo, incluyendo las elecciones y los intentos de primarias. En ellas, algunos se quedaron en las estaciones sin poder abordar para llegar a su destino; otros se subieron al tren equivocado que nunca partió. Ahora se viene el choque de trenes en las primarias de julio, pero el punto de partida real comienza para los que pasen agosto, justo en la curva del año, antes de la estación terminal para las candidaturas en curso y aquellas por anunciarse que pasarán a segunda vuelta.