Como hombre gay chileno, casado en el extranjero debido a la ausencia de una ley de matrimonio igualitario en el país, el anuncio hecho en la última Cuenta Pública del Presidente Sebastián Piñera, me produjo sorpresa y alegría. Evidentemente, el derecho al matrimonio igualitario ha sido un anhelo al que muchos aspirábamos en Chile. Sin duda alguna, este derecho permite el reconocimiento legal y también social de un conjunto importante de parejas del mismo sexo que conformamos chilenos y chilenas.
Sin embargo, al mismo tiempo, y ahora en mi posición como investigador de la violencia ejercida hacia nuestra comunidad LGBT en el país, creo que, junto a la alegría, debemos considerar lo siguiente respecto a este anuncio.
Primero, los datos de encuestas recientes, como las de la PUC en su conocido estudio Bicentenario, indican que, en el 2019, un 61% de los chilenos entrevistados apoyaba el matrimonio igualitario. Es decir, aún tenemos, al mismo tiempo, un porcentaje importante de chilenos que no apoya esta medida (39%). Esto nos obliga a seguir trabajando para educar a la población nacional respecto a la importancia de la obtención de este derecho.
Segundo, el eventual reconocimiento de este derecho debe ir de la mano de la regulación de los derechos de filiación. La discusión de la homoparentalidad es, también, una deuda pendiente para el país y respecto a ella, la favorabilidad de la población nacional es más baja que respecto al matrimonio igualitario.
Tercero, el éxito de la eventual aprobación de una ley como esta, no puede ser asignado o atribuido a la actual administración de Gobierno. Más bien, estimo que el éxito de lo conseguido hasta ahora y, eventualmente con la aprobación de la ley, ha sido logrado por el trabajo incansable de activistas y organizaciones LGBT que se han dejado la piel para sacar adelante esta ley. A ellas y ellos debe ir nuestro reconocimiento.
Si bien este reconocimiento salda una deuda histórica de Chile con su población LGBT, al mismo tiempo, necesitamos avanzar en el reconocimiento de otras deudas históricas a otros grupos de nuestro país. Los desafíos que tenemos posestallido social son enormes, ya que persisten las enormes brechas sociales y debemos luchar para disminuir dichas diferencias en campos como la salud, la previsión social o la educación.
Por último, en estos últimos años han aumentado las ofensivas y políticas antigénero en el país y la región. De esta forma, diversos grupos han luchado contra el avance en materia de derechos para nuestra comunidad LGBT pero, también, para el progreso de otros derechos tan importantes, como el del aborto. Por tanto, asimismo, debemos contemplar que las tensiones y resistencias para sacar adelante una ley como esta serán duras y habrá que estar preparados para combatirlas.