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Proceso constituyente: ¿laberinto o via bloccata? Opinión Crédito: puntocritico.com

Proceso constituyente: ¿laberinto o via bloccata?

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Sergio F. Toro Mendoza
Por : Sergio F. Toro Mendoza Consejero del Servicio Exterior de Chile, abogado de la Universidad de Valparaíso
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Del título “El problema de la guerra y los caminos de la paz”, escrito por Norberto Bobbio en 1978, siempre me llamó la atención la conjugación del singular con el plural. La guerra parece ser siempre un problema en singular; en cambio, a la paz se puede acceder siempre en plural. El título en italiano confirma el contraste. De esta obra hay dos conceptos que inspiran este artículo: laberinto y camino bloqueado.

Bobbio ofrece tres representaciones que ayudan a comprender la realidad humana y el proceso histórico: la mosca en la botella, el pez en la red y el laberinto. Anota que para Wittgenstein la labor de la filosofía es ayudar a la mosca a salir de la botella. Tal representación se traslada a los problemas simples y complejos del ser humano, ya que hay una salida y un espectador que ayuda a encontrarla. Para otros, el ser humano está atrapado, como un pez en una red. Sus esfuerzos por encontrar una salida son fútiles. Al abrirse la red, encontrará la muerte. Para Bobbio, en cambio, la condición humana está representada por el laberinto: quien entra a un laberinto sabe que existe una salida, pero no sabe cuál de los muchos caminos conducen a ella. El laberinto implica avanzar y retroceder. Avanzar hasta encontrarse con el camino bloqueado; retroceder hasta el último punto de partida para intentar un nuevo camino.

En la concepción de Bobbio, el laberinto nunca ofrece una salida final, por lo que la “única lección del laberinto es la calle bloqueada”. Tal es el caso de la guerra nuclear que es el objeto de su libro, porque esa guerra –que ya no se expresa en kilotones sino en megatones- no implica una finalidad, sino un final. El hecho que las partes en el conflicto nuclear hayan encontrado lo que Bobbio llamó el “equilibrio del terror” (técnicamente conocido como “MAD” – Mutually Assured Destruction) no implica que se haya logrado la paz, sino simplemente un equilibrio en el poder de destrucción recíproco – la seguridad de que la violencia de uno será replicada en similares términos por la violencia del otro.

Un camino bloqueado es, en la visión de Bobbio, aquel imposible, porque cierra el curso histórico, o que, siendo posible, es injustificado o ilegítimo. Ofrece como ejemplo la esclavitud: en un momento histórico hubo seres humanos que concluyeron que se trataba de una institución imposible, injustificada o ilegítima. La esclavitud debía ser abolida, porque era una vía bloqueada para el curso histórico. Cuando el ser humano reconoce estar ante un camino bloqueado, se adopta un “cambio decisivo”.

Pensando en el proceso histórico del Chile de hoy, los conceptos mencionados, laberinto y vía bloqueada, podrían ayudarnos a describir dos hechos: uno pasado y otro en pleno desarrollo.

Por una parte, uno podría interpretar que el malestar expresado por una parte importante de la ciudadanía el 18 de octubre de 2019, fue la reacción a una via bloccata. Esto porque una parte significativa de la ciudadanía consideró que el sistema institucional chileno (político, social, económico, cultural) era imposible o injustificado: un camino bloqueado que no tenía una finalidad compartida. La movilización popular del 18 de octubre de 2019 se expresó mediante una legítima protesta democrática, pero también hubo expresiones de violencia desconocidas desde el retorno a la democracia en 1990, las que ameritan una reflexión que excede el presente texto.

En contraste, el “Acuerdo por la Paz Social y nueva Constitución”, adoptado por una mayoría significativa del Congreso Nacional, el 15 de noviembre de 2019, representa bien el “cambio decisivo” bobbiano. Este Acuerdo fue una respuesta institucional que señala una salida política-jurídica al camino bloqueado denunciado el 19 de octubre. La implementación de este Acuerdo implica el reordenamiento de Chile desde el último punto de partida: las reglas constituyentes sobre las cuales se edificará la estructura política, social, cultural y económica de Chile. Este Acuerdo fue confirmado por 5.9 millones de ciudadanos que votaron por aprobar la elaboración de una nueva Constitución Política. Sólo 1.5 millones optaron por el rechazo. Dentro de los que votaron por el apruebo ganó mayoritariamente los que preferían una “Convención Constituyente”, que será la primera en ser paritaria y con representación de pueblos originarios.

El hecho que la protesta de octubre de 2019 se haya encauzado por un proceso iluminado por el derecho, es un trazo de la mayor relevancia y se corresponde a la observación de que el derecho no es sólo contenido normativo, sino que tiene, además, una funcionalidad, en este caso, la función de restituir la preeminencia de los medios pacíficos como instrumentos para resolver conflictos humanos. El derecho, además, tiene la potencialidad de facilitar los cambios políticos, sociales, culturales y económicos que una sociedad democrática pueda reclamar, mediante el uso de la regla de mayoría y del respecto a las minorías, en un momento histórico determinado. Son las funciones del derecho en la construcción de la paz y como facilitador del desarrollo sostenible, respectivamente.

Pero no todo es iluminismo. A esta altura, habiéndose elegido la ciudadanía a los 155 constituyentes, llama la atención el continúo déficit sobre el sentido y propósito común de este decurso histórico. Esto podría ser parte de un fenómeno mayor representando por la falta de convergencia sobre medios y fines. La discusión macro parece haberse decantado por las posiciones contrastantes entre partidarios de una “Constitución minimalista” y aquellos que abogan por una “Constitución sustantiva o programática”. Para unos, las Constituciones incorporan las declaraciones y límites generales que después son mayormente elaborados por la legislación secundaria, ya que las Constituciones no son “programas de gobierno”. Así, se argumenta que las Constituciones deben establecer las instituciones del Estado, fijar las reglas del juego político y dejar espacio para que los ciudadanos, en los procesos eleccionarios subsiguientes, puedan elegir los énfasis sociales, económicos y culturales, que mejor representen sus posiciones políticas. Para otros, en cambio, debido a la desconfianza existente en las instituciones – de la cual el malestar social del 18 de octubre de 2019 habría sido sólo una reacción-, lo que corresponde en este momento histórico es transitar desde una vis declarativa a una vis coercitiva a nivel Constitucional. Esta discusión pareciera recordar las palabras de Norberto Bobbio “no sólo veritas, sino también civitas filia temporis” (Il problema della guerra e le vie della pace, 1978) – no sólo la verdad, sino también las instituciones son hijas del tiempo.

El cuadro de divergencias se ve reforzado por opiniones de personas que se podrían considerar instruidas, educadas o moderadas en sus juicios y que expresan escepticismo sobre los posibles resultados del proceso constituyente. Así, se describe un proceso que “no va a ninguna parte” o que “no entregará nada nuevo”, “una pérdida de tiempo” o “nunca se van a poner de acuerdo en nada”. Se asume el proceso constituyente como un escenario adicional para la “polarización actual”.

El panorama descrito anteriormente evoca de mejor manera la via bloccata del laberinto de Bobbio. Sin embargo, a mi entender se trata sólo de trazos parciales y no necesariamente de las características permanentes del proceso. Hay que ser optimista porque cada etapa tiene su propio espíritu.

En este sentido, es razonable pensar que la apertura de las sesiones de la Convención Constituyente generará una nueva dinámica que coadyuve al logro del mandato popular: acordar una nueva Constitución Política para Chile. Los 155 constituyentes tienen la misma legitimidad en origen y, para el cumplimiento del mandato popular, requieren generar un ambiente de entendimiento que supone una actitud de saber escuchar y ser escuchado, de dar confianza y ganarse la confianza. Uno de los desafíos que tendrán los constituyentes es superar sus propias desconfianzas y temores, para lo cual la única fórmula conocida es el diálogo y la conversación recurrentes. Los actos del habla, los compromisos y la retroalimentación.

Para algunos, no escapa a la observación que la dinámica constituyente es un juego multilateral y, por lo mismo, nadie puede sostener razonablemente que posee toda la verdad y reclamar de los demás el apoyo incondicional a sus propuestas. El juego multilateral es siempre de equilibrios, compromisos y la búsqueda de ese “middle ground” donde florece el consenso y se marchitan los desacuerdos. Aún más, como el resultado de las elecciones indicó que no hay una mayoría clara, los constituyentes estarán en el mejor de los hábitats multilaterales – aunque lo desconozcan – aquel en el que hay que convencer mediante la sincera actitud de poder ser, a su vez, convencidos, para crear mayorías en los diferentes los temas. Están en el dilema del prisionero más perfecto, donde sólo la cooperación ofrece la distribución más equitativa de los resultados.

El optimismo es que la representación del laberinto se impondrá en el dinamismo constituyente y eso significa que hay siempre una salida.  Lo que se percibe hoy es que la ciudadanía tiene la esperanza de que el esfuerzo constituyente se traduzca en resultados. En esta línea, sería importante que los constituyentes pudieran generar desde ya una visión más sofisticada del télos Constitucional y del mandato recibido. En lo sustantivo, desde mi perspectiva, existe una oportunidad para explorar una nueva frontera jurídica en materia de derechos sociales garantizados. El mismo Bobbio decía que la democracia liberal debía hacerse cargo de las promesas incumplidas de la democracia (El futuro de la democracia, 1984) y que los progresos sociales en democracia deben dirigirse siempre hacia adelante, pero también paso a paso. Agregaría que un esfuerzo fiscal responsable debería acompañar los resultados del proceso constituyente en este ámbito, sin populismos.

Laberinto y camino bloqueado, una metáfora que explica bien, a mi entender, no sólo el proceso histórico, sino también el misterio la condición humana. Bobbio optó por vivir intensamente ese “corto Siglo XX” (1914-1991), en la expresión del historiador Eric Hobsbawn, reflexionando, debatiendo y escribiendo y nos dejó, entre otros legados, los dos conceptos que han inspirado este artículo. La leyenda cuenta que, en sus últimos días, el filósofo turinés repetía con frecuencia “taedium vitae” antes de fallecer el 9 de enero 2004. Queda siempre la duda si el fenómeno natural del cese de la vida humana es parte del laberinto o la última via bloccata. Si fuera lo primero, entonces el laberinto sería la teoría del todo, del misterio de la vida y de la muerte, y habría que reescribir esa parte del libro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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