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La educación después del Covid Opinión

La educación después del Covid

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Francisco Alessandri
Por : Francisco Alessandri investigador de Acción Educar
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Tras casi un año y medio de pandemia, los niños y adolescentes se han visto duramente afectados por las consecuencias del coronavirus. Escuelas y jardines cerrados, el encierro y la educación online han impactado en su desarrollo, salud mental y aprendizajes. A estas alturas, existen una gran cantidad de estudios que así lo demuestran y, de forma casi censal, es lo que confirma la prueba de Diagnóstico Integral de Aprendizajes elaborada por la Agencia de Calidad de la Educación.

Ante esta situación, la vuelta a clases presenciales -siempre voluntaria- es urgente y no puede ser desatendida por los sostenedores (durante este año el 57% de los establecimientos tuvo alguna actividad presencial), quienes deben aprovechar las nuevas medidas anunciadas por el Mineduc para, por fin, impulsar un retorno seguro. Y, aunque la reapertura evitará que las brechas de educación, desarrollo y emocionales sigan aumentando; también será necesario que como país elaboremos un plan de remediación para recuperar los aprendizajes perdidos y la salud mental de nuestros estudiantes.

Para lo anterior, cabe preguntarse qué están haciendo distintos países y organizaciones internacionales en materia de recuperación, de manera de rescatar y adaptar diversas medidas a la realidad nacional. En ese sentido, especialistas de distintas organizaciones, como el Banco Mundial, el Centro por el Desarrollo Global, la consultora Mckinsey, UNESCO, entre otras; destacan tres tipos de estrategias.

El primer tipo de plan corresponde a tutorías personalizadas, complementarias a las clases, en pequeños grupos o para solo un estudiante; las cuales podrían ser realizadas por distintos miembros de la comunidad educativa y tener fines muy focalizados para cada grupo. Esta estrategia, central en el plan del Reino Unido, requiere de capacidad para definir cuáles son los principales desafíos de cada alumno, y de que el tutor tenga las herramientas necesarias para ayudarlo. Al mismo tiempo, tiene la ventaja de que puede ser un gasto focalizado en aquellos que más lo necesitan.

Un plan alternativo es el aumento de horarios de clase, ya sea incluyendo clases los fines de semana, con planes escolares en el verano o bien alargando la jornada escolar. Con esto, los estudiantes tendrían más tiempo para aprender los contenidos pendientes y avanzarían en la recuperación sin generar cambios demasiado grandes en el día a día de las escuelas. Una consideración importante es que, entendiendo la situación dramática de salud mental de los alumnos, se recomienda que este aumento considere aspectos emocionales y de aprendizaje lúdico, no solo más horas frente a un pizarrón. Esta estrategia es un eje central de países como Estados Unidos y Francia y requieren de un compromiso importante de toda la comunidad educativa, debido a los cambios de jornada laboral, utilización de infraestructura en nuevos horarios, y colaboración de los apoderados para asegurar la asistencia de los estudiantes.

Finalmente, la tercera estrategia corresponde a un esfuerzo de nivelación con currículos priorizados. Para ello, se deben priorizar los elementos más relevantes que deben alcanzar un nivel satisfactorio y centrar los siguientes años en una recuperación de conocimientos. Esta estrategia es la que plantea Filipinas, y que fue utilizada por Sierra Leona después del Ébola con un éxito importante. Con este plan, el regulador debe tener un conocimiento claro de la situación escolar luego de la crisis, junto con las necesidades más apremiantes de la comunidad, incluyendo, en caso de ser necesario, horas de nivelación en el currículo. Para lograr un correcto trabajo, debe entregar apoyo a profesores y escuelas para enfrentar los nuevos desafíos del currículo priorizado.

¿Cuál estrategia debemos seguir? La respuesta no es evidente, pero sí existen varias consideraciones que el gobierno debe tener en cuenta. En primer lugar, hay que seguir la estrategia más adecuada a nuestro contexto, que involucra un tiempo importante de cierre de colegios y una alta desigualdad en las oportunidades de aprendizaje de los niños. Segundo, el aspecto socioemocional de los jóvenes debe ser un valor central en el plan de remediación que se elabore. En tercer lugar, cualquier plan de remediación va a necesitar apoyo de la comunidad escolar, por lo que es fundamental considerarla. Y, finalmente, no podemos olvidar la búsqueda de la medida más costo – efectiva posible. Los recursos limitados y la situación de crisis que vive el país, reflejada en la última Casen, exigen al estado un esfuerzo importante para apoyar de forma eficiente a la población, y elaborar políticas públicas basadas en la evidencia es un imperativo para mitigar de forma efectiva los daños del coronavirus en el país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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