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Francia, un vecino en el Pacífico

Francia, un vecino en el Pacífico

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Fernando Reyes Matta
Por : Fernando Reyes Matta Exembajador en China, Director del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre China, Universidad Andrés Bello.
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Todo indica que ha llegado el momento de ver a Francia como un país vecino en el Pacífico, más allá de la relación fuerte e histórica que tenemos en el marco de Europa. Porque la geopolítica global nos dice que se están reforzando sus estrategias tanto en el Índico como en el Pacífico, por lo cual Chile debe poner ahora más atención a lo que Francia es y ha sido por este lado del mundo. Esa proyección territorial es la de un vecino para nosotros.

Hace pocos días vimos al presidente de Francia, Emmanuel Macron, en visita a Tahití –corazón de la llamada Polinesia Francesa–, es decir a muy pocas horas de nuestra Isla de Pascua. Tuvo una buena recepción, coronas de flores al cuello y aplausos de bienvenida, pero también su presencia reabrió el reclamo de compensaciones de los habitantes de ese archipiélago por los efectos que sobre ellos tuvieron las radiaciones de las pruebas nucleares realizadas entre 1966 y 1996 en el atolón de Mururoa. Y no dejan de tener razón porque, con evidencias médicas en la mano, los polinésicos ya han demostrado a las autoridades en París que las mujeres de entre 40 y 50 años de aquellas islas tienen la tasa de cáncer de tiroides más alta del mundo.

El presidente Macron fue claro en decir que Francia tiene una “deuda” con esta remota región en el Pacífico sur. En un discurso antes de regresar a París, el jefe del Elíseo ha prometido “verdad y transparencia” sobre el proceso. Así lo afirmó en medio de los aplausos, si bien no pronunció la palabra “perdón”, como esperaban algunas asociaciones locales. Sin embargo, Macron reconoció que la deuda era ineludible y evidente en relación con los ensayos nucleares de 1966 a 1974, “de los que no hay manera de decir que fueron limpios”.

Si aquellos tuvieron un fuerte rechazo en Chile, mucho más los resistió la sociedad chilena en 1995 cuando Chirac reanudó las pruebas, esta vez subterráneas, pero no por eso menos condenables. Hubo una fuerte movilización y tanto el Presidente Frei como el canciller José Miguel Insulza actuaron con energía en los foros multilaterales, en rechazo a la presencia de esas armas nucleares en nuestra cercanía oceánica. La última prueba nuclear se realizó el 27 de enero de 1996, nuevamente en Mururoa, después de que Chirac, ya como presidente, revirtiera la moratoria decidida por su antecesor, el socialista François Mitterrand. Hizo las pruebas para demostrar poder y luego, en septiembre de ese mismo año, firmó el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos nucleares (TICE), que París ratificó en 1998.

Pero ahora, un cuarto de siglo después, hay que hablar con Francia por otras razones sobre su presencia en esta región. En junio 2019, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia declaró: “El Indo-Pacífico, una prioridad para Francia”. Todos sabemos que el concepto Indo-Pacífico lo ha levantado Estados Unidos con fuerza en su confrontación con China y busca articular a algunos socios europeos en la estrategia QUAD (Australia, India, Japón, USA). Si se toma en cuenta que Francia dio a conocer en esa fecha su “Estrategia de Defensa Francesa en el Indo-Pacífico” –el primer pronunciamiento de este tipo de un país europeo–, podría suponerse que se ha unido al mismo planteamiento impulsado desde Washington. Y en algunos aspectos lo está. Pero un análisis cuidadoso de los contenidos de esa estrategia entrega matices que Chile debiera tomar en cuenta.

Según el gobierno de Macron, lo que Francia debe hacer es “actuar como una potencia mediadora, integradora y estabilizadora (…). Eso significa reforzar nuestra cooperación con todos los países a nivel local, sin compromisos exclusivos; una fuerte implicación en la resolución de las crisis regionales; un mayor apoyo al multilateralismo regional; y un compromiso para promover los bienes públicos comunes (protección del clima y la biodiversidad, sanidad, educación). En este marco pretendemos proteger nuestra soberanía y nuestros intereses”, afirma la estrategia oficial francesa en el Indo-Pacífico. Y estos ejes de la estrategia lo ilustran bien:

“(…) Con China, por supuesto, alianza fundamental, también a través de la Unión Europea, que conlleva que la reciprocidad vaya siendo cada vez mayor con un diálogo político constructivo en un clima de confianza y una profundización de las relaciones económicas y comerciales y de los intercambios humanos; al igual que con los demás socios estratégicos, como por ejemplo Australia, India, Japón, Corea del Sur, Indonesia y Singapur, con quienes existe una comunión de valores e intereses.

“(…) Mayor implicación en las organizaciones regionales para ayudar en el desarrollo del multilateralismo. Para ello hay que intensificar las relaciones de Francia con la ASEAN, organización central, también en el contexto de la Defence Ministers Meeting-Plus de la ASEAN (ADMM-PLUS);… y, de manera más general, debe reforzarse su presencia en todos los foros regionales y subregionales, en particular en el Foro de las Islas del Pacífico, del que Francia es socio de diálogo, la Comunidad del Pacífico (CPS) o el Programa Regional del Pacífico Sur para el Medio Ambiente (SPREP), del que es miembro fundador”.

Bajo la lógica de actuar en el teatro marítimo, donde la Armada francesa lleva a cabo operaciones continuamente, se registra el despliegue de la Fragata Prairial desde Tahití para vigilar el embargo contra Corea del Norte en cooperación con Japón, según señala El Radar de la GeoRealidad, en artículo reciente. A su vez, la “misión Marianne” ha desplegado durante ocho meses, y por primera vez en el Pacífico Occidental, un submarino de ataque nuclear, el SSN Emeraude. De estos desplazamientos sabe la Armada de Chile, como también le corresponde entender que la estrategia de Francia tiene connotaciones distintas cuando usa los conceptos Indo-Pacífico. Y eso no es un tema menor, mirando los intereses de Chile en su conjunto.

El desafío está en analizar todos los aspectos que Francia se plantea en esta reciente Estrategia, que van más allá del análisis geopolítico militar. Dice: “Compromiso por la promoción de los bienes comunes (cambio climático, medioambiente y biodiversidad, salud, educación, tecnología digital, infraestructuras de calidad) en una región en plena transición demográfica, social y urbanística”. Igualmente, la Cancillería francesa señala que la Agencia Francesa de Desarrollo busca trabajar en la zona indo-pacífica en temas ligados al cambio climático: ciudad sostenible, gestión del agua, ordenación del territorio, protección y valorización del patrimonio natural y cultural, gobernanza y eficacia del Estado, protección social, trabajo digno y salud, entre otros. A partir de eso, hay una agenda para el diálogo entre Francia y Chile sobre el devenir del Pacífico Sur y del futuro de la región Asia Pacífico, en tanto el poder galo se ha planteado una presencia prioritaria en nuestra cercanía. Todo indica que ambos países, cada cual en su dimensión, pueden coincidir en manejarse con cierta autonomía en medio de la confrontación emergente entre China y Estados Unidos.

Esto de considerar a Francia como un vecino lo vio claramente el canciller Gabriel Valdés en 1968, cuando entraron a Chile los sobrevivientes de la guerrilla del Che. Las presiones de Estados Unidos para que fueran devueltos a Bolivia y ser juzgados allá fueron inmensas. No había posibilidad de enviarlos a Cuba ni por Lima ni por Buenos Aires y cualquier otra ruta en el continente sería interceptada. Fue allí cuando el canciller Valdés demostró su agudeza política y dijo: “Chile también limita con Francia”. Y hacia Tahití salieron acompañados de Salvador Allende, presidente del Senado y en garantía que eran llevados a una transferencia segura. En la carpeta de referencias también están los vuelos de LAN hacia Nueva Zelanda y Australia que, durante mucho tiempo, tuvieron como escala el aeropuerto en Papeete. Y no está de más recordar que el dominio de Francia en Tahití surgió directamente de los consejos del general Ramón Freire a la reina Pomaré IV, sometida a máximas presiones para que optara por un Protectorado inglés o francés.

Hay bases diversas para ese nuevo diálogo: lo esencial es percibir a tiempo cómo están cambiando las interacciones y los mapas en el mundo global.

*Ex embajador y académico en la UNAB.

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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