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Sostenibilidad empresarial, territorio y comunidades Opinión

Sostenibilidad empresarial, territorio y comunidades

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Teresa Matamala
Por : Teresa Matamala Gerenta general Entorno Social
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Hace poco más de una década, la práctica empresarial de relación con el entorno se concentraba en aspectos normativos y de responsabilidad social, en un campo de acción bastante lejano del corazón del negocio y de la cabal comprensión de la relevancia del trabajo territorial para su propia sostenibilidad.

Con los resultados de esa experiencia a cuestas, varios sectores productivos tuvieron que avanzar mucho más allá. En estos años, hemos visto cómo han fracasado proyectos y se han encumbrado otros, cómo ha crecido la reputación de algunas marcas y se han debilitado otras. El estudio de estos casos nos revela que una clave para comprender los distintos desenlaces está en el modo de concebir y llevar a cabo la instalación en el territorio y la vinculación con sus comunidades.

En efecto, el relacionamiento comunitario, la oportunidad con que se enfrenta y la concepción sobre su desarrollo, entre otros, pueden ser factores determinantes en el curso de los proyectos de inversión, así como en la operación en régimen, ya que impactan directamente en el desempeño, permanencia y en definitiva en la sostenibilidad de las organizaciones.

Hoy, ninguna empresa puede prescindir de sus comunidades en el desarrollo de su negocio. Esto no solo supone la propia relación con el entorno, sino también la comprensión profunda de sus distinciones y el seguimiento concienzudo del territorio. Aquellas compañías que así lo han entendido han podido llevar a cabo y proyectar su actividad en el tiempo, propiciando un desarrollo integrador.

El camino recorrido para llegar a este punto –aunque queda mucho por avanzar– ha sido construido colaborativamente por muchos actores, que han aportado al desarrollo de mejores prácticas y enfoques para el trabajo territorial. En este proceso, del cual Entorno Social ha sido parte en sus siete años de historia, ha sido fundamental el rol del sector académico, que ha contribuido de manera significativa a la profesionalización del trabajo territorial; el desarrollo de la institucionalidad (desde organismos internacionales, pasando por el Legislativo hasta el Ejecutivo), que ha permitido el avance y fortalecimiento de regulaciones para el desarrollo de la participación; como también los altos estándares que ha logrado consolidar el sector de la consultoría ambiental y de relacionamiento, de las propias compañías que han creado áreas especializadas; y de las empresas de ingeniería y los proveedores que progresivamente se han sumado a un nuevo enfoque en el trabajo de instalación y vinculación con el entorno. Y, por supuesto, este avance no habría sido posible sin la voluntad y apertura de las comunidades que han estado disponibles para relacionarse con otros actores en su territorio. En este camino, hemos ido aprendiendo y construyendo en conjunto.

En tiempos complejos y de cambio, en los que transversalmente se promueve el diálogo, la experiencia acumulada por las organizaciones de diversos sectores empresariales en el trabajo comunitario y territorial, que ha implicado escuchar, sostener el disenso y mantener la disposición para buscar espacios de trabajo en conjunto, puede ser la base para una mejor comprensión de necesidades y expectativas. Hoy es un momento crucial para compartir buenas prácticas y aprendizajes para avanzar hacia la sociedad sostenible a la que todos aspiramos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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