En homenaje a la recientemente fallecida María Ester Feres, directora de la Dirección del Trabajo (DT) entre 1994 y 2004, quiero destacar el rol que juega este organismo en nuestro país. Según la OIT, la cantidad de inspecciones que lleva a cabo la DT para velar por el cumplimiento de las normas laborales en Chile es superior a la registrada en buena parte de los países de la región y de la OCDE. Por citar solo algunos ejemplos, mientras que en Chile, el último año de registro, el número de inspecciones llegó a 86.322, en USA alcanzó solo 27.914, en Finlandia 23.417 y en Colombia 8.494. Este dato no implica necesariamente que en Chile existan más infracciones laborales, pues –según los datos de la DT– solo cerca de un tercio de las materias fiscalizadas son comprobadas y terminan en sanción. Tampoco resulta de una diferencia sustancial en los recursos. Si bien la mayoría de las reformas laborales promulgadas desde 1990 han venido acompañadas de un reforzamiento de sus funciones, los recursos de la DT no han crecido al mismo ritmo. Es más, la OIT da cuenta de una baja del número de inspectores por cada 10 mil trabajadores, de 1,85 en el 2010 a 0,58 en el 2018.
La importancia de la actividad fiscalizadora en nuestro país está directamente relacionada con la debilidad de los sindicatos. La denuncia de infracciones laborales suele ser un acto individual de los trabajadores que sustituye la acción sindical. Pero en Chile, además, son los mismos sindicatos los que recurren a esta estrategia.
Así, la ENCLA 2019 muestra que el 33,9% de las empresas reportó al menos una denuncia sindical ante la DT, cifra muy superior a la de las paralizaciones, marchas u otro tipo de presión. Estudios han demostrado que, para los sindicatos, la acción ante la DT es mucho más que una estrategia orientada a restituir un derecho: es también una forma de demostrar fuerza, sembrar bases jurídicas o inclinar la balanza de una negociación a su favor. En otras palabras, es una estrategia para reforzar formas directas de presión sindical, las que por sí solas, debido a la legislación actual y a la debilidad de las organizaciones, difícilmente permiten defender los intereses de los trabajadores.
Feres, más que cualquier otro director, entendió la centralidad de la DT y decidió jugar abiertamente a favor de los trabajadores. Esta columna releva su legado, al mismo tiempo que plantea la necesidad de revisar los fundamentos de un sistema de relaciones laborales así de dependiente. El recurso a la DT ha permitido a los sindicatos atenuar su desventaja estructural, pero también ha tenido consecuencias negativas como la vulnerabilidad de los mismos a los cambios de conducción y la sobrecarga de la DT.
Cabe aprovechar el debate constitucional actual para discutir una nueva fórmula que dé recursos a los sindicatos para gestionar los conflictos con las empresas de manera autónoma.