Según el Informe de Evaluación sobre la aplicación e implementación de la Ley de Inclusión Laboral, el 62,3% de las instituciones públicas y privadas refiere que la Ley N°21.015 no puede cumplirse, ya que no creen que las personas con discapacidad puedan desempeñarse en los cargos ofrecidos por su condición de salud.
A tres años de implementada la ley que incentiva la inclusión de personas con discapacidad al mundo del trabajo, ¿nos sorprende esta cifra?, ¿qué sucede en el imaginario colectivo de las personas en Chile que creemos que las personas con discapacidad no presentan una condición de salud compatible con el trabajo?
Daniel Kahneman, psicólogo ganador del Premio Nobel de Economía por su trabajo sobre el modelo racional de la toma de decisiones, define dos tipos de pensamiento. El sistema 1, rápido, intuitivo, automático, inconsciente; y el sistema 2, analítico, racional, lento, consciente. A partir del sistema 1 aparecen las heurísticas, para ayudarnos a tomar decisiones rápidas y así ahorrar tiempo y esfuerzo mental. Pero, a su vez, nos puede llevar a errores llamados sesgos.
Entonces, ¿qué está prevaleciendo en los tomadores de decisiones en las organizaciones? Heurística de representatividad y de anclaje. Tendemos a comparar entre dos personas, juzgando la probabilidad del resultado de acuerdo a los estereotipos que conocemos y, además, tomando la decisión sobre la base de un punto de referencia, que en este caso sería el estereotipo de las personas con discapacidad.
Para poder avanzar en materia de inclusión en la empresa, en octubre de 2020 se promulga la Ley N°21.275, con el fin de que las instituciones y empresas cuenten con un experto en inclusión. Mi pregunta es: ¿cambiará ese 62,3%? ¿El experto en inclusión podrá generar el cambio cultural necesario para revertir ese número?
La respuesta es no. Un experto en inclusión podrá prepararse, certificarse y facilitar los procesos de gestión del talento al interior de la organización, podrá ser una tremenda herramienta para mejorar falencias de la ley, pero no podremos avanzar en inclusión si no comprendemos que la transformación necesaria para el cambio cultural parte en nosotros mismos. Cada miembro de la organización tiene y debe ser consciente y trabajar sus propios sesgos, ya que así tomaremos las decisiones desde un sistema de pensamiento 2 y no 1, dejando de lado los estereotipos que nos impiden avanzar hacia una sociedad inclusiva.