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Era pos áulica, geopedagogías y modalidades territoriales de aprendizaje Opinión

Era pos áulica, geopedagogías y modalidades territoriales de aprendizaje

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La crisis pandémica abrió muchos procesos de transformación. Más allá del evidente daño que se aprecia sobre todo en el ámbito de la salud pública y en particular, en las muertes asociadas al Covid 19, las dinámicas de interrupción y cierre del flujo que teníamos antes de la crisis, posibilitaron la aparición de otras dinámicas de movilidad que nos vinieron a enseñar cosas que no sabíamos o que habíamos olvidado. Las nuevas movilidades surgen a propósito de las clausuras y cierres que las restricciones de la política sanitaria impusieron a la vida cotidiana.

En educación, sobre todo con el cierre de la escuela, se produjo una paradoja interesante. Surgió un aprecio especial por la experiencia presencial de aprendizaje en la escuela, pero al mismo tiempo, se constató que el aula escolar no es el único lugar donde se aprende. Este comentario se entiende mejor si se considera una visión sobre lo pedagógico que tiene al aula como dispositivo medular y hegemónico a la hora de definir espacios para los aprendizajes. Pero donde hay un aula debe haber una escuela y si esta última debe ser cerrada comienzan los problemas.

Eso fue lo que enfrentamos en marzo del 2020 en la escuela básica y especial Novomar de Puente Alto. Su cierre interrumpía nuestro más preciado capital: el vínculo emocional con nuestros estudiantes que se logra con las experiencias presenciales. Esto se veía potenciado por un sistema de prácticas protectoras que provienen de nuestro modelo de Convivencia Protegida y prácticas restaurativas (no punitivas). En este sentido, todo tipo de educación a distancia era un terreno, además de desconocido, impropio para una pedagogía de los afectos y la cercanía, donde aprender es actuar en y con el mundo y eso es posible solo a través de un cuerpo que se acopla a la vida de forma autónoma y activa.

Por eso, nuestra decisión temprana fue llevar la escuela al territorio y apostar a que esa movilidad podría revertir la exclusión generada por la suspensión de clases y al mismo tiempo, sortear la brecha digital propia de una experiencia online. El Aprendizaje Nómada debutaría en marzo del 2020 luego de un par de años de experimentación con metodologías nómadas. La idea era combinar experiencias de aula con otras modalidades de aprendizaje territorial. Nodos, senderos y circuitos serían los primeros tanteos de una estrategia inédita de articulación entre actores y elementos de la escuela y de la comunidad.

Aula Imperial

El aula escolar es un territorio en extremo codificado, normatizado. Eso explica su consistencia a pesar de la diversidad de geografías, culturas y estudiantes donde aparece. Un aula en Chile, Noruega o Zimbabue, a pesar de sus diferencias, mantiene una estructura que hace facilmente reconocible el tipo de experiencia que está ocurriendo ahí. Pero el Covid provocó su clausura y nadie estaba preparado para el nuevo escenario. La respuesta oficial frente a la crisis fue la implementación de modalidades online.

Optar por una modalidad a distancia mediada por tecnología habría sido un novocidio. Los estudiantes de Novomar no solo están alejados de las oportunidades de la vida económica y social, sino que las condiciones tecnológicas de campamentos y barrios gueto de la zona sur de Santiago colocan a estos territorios en una condición de aislamiento por sus dificultades de conectividad a internet. Habríamos podido optar por hacer como, y tratar de mantener una clase virtual, sin embargo, menos del 10% de nuestros estudiantes habrían podido conectarse. Pero sabíamos que eso tampoco asegura mantener la continuidad de los aprendizajes ya que el problema es mayor al de la conectividad.

En una situación dramática como esta, la decisión finalmente fue ética, y en nuestro caso se apega a las necesidades y riesgos de la vulnerabilidad de niños y niñas. Pero también estratégica, porque la continuidad pedagógica requiere condiciones previas y eso solo se logra fortaleciendo el vínculo emocional a través de ayuda en momentos en que más se necesita. Lo nómada nos ayudó a imaginar que era posible crear una solución conectada con la realidad de nuestros estudiantes, sus familias y barrios. Así logramos crear varios tipos de trabajo territorial, unos más intensos en ayuda social y económica y otros en pedagogía. Nuestro camino no era o lo uno o lo otro sino ambas cosas al mismo tiempo.

En el ámbito pedagógico destaca el Aula Móvil (AM), modalidad que logró reproducir la experiencia de la escuela en pasajes de campamentos y poblaciones. De esta forma Novomar logra durante la pandemia asegurar la continuidad pedagógica y de paso duplicar su matrícula y alejar el fantasma de cierre por desfinanciamiento. Sin embargo, el AM no es una experiencia institucional propiamente tal. Se parece a su simil en la escuela, pero el fundamento es distinto porque se construye también desde una lógica comunitaria y territorial. Actores comunitarios co definen junto a docentes el lugar más adecuado, apoyan logísticamente y velan por la seguridad del espacio.

Las dirigentas del campamento nunca dejaron de estar presentes en los 15 meses de trabajo de los equipos profesionales de Novomar. Detrás de este tipo de implementación nómada existe una noción de comunidad emergente, que se rige por reglas de un territorio que integra elementos heterogéneos y que no reproduce lógicas jerárquicas o de oposiciones binarias. La inmanencia, principio de la Matriz de Pensamiento Nómada, permite pensar la realidad en un solo plano, donde currículo y saber local o docente y actor comunitario, tienen la misma importancia y no es posible ordenarlos por grado. En el ecosistema de aprendizaje nómada todo elemento funciona bajo una lógica sumativa: escuela + barrio + currículo + parque + saber local + docente + aprendiz + vecino + árbol + monumento + sede vecinal, etc.

Geopedagogía y senderos nómadas

Las dinámicas de interacción que posibilitan el aprendizaje nómada van acompañadas de un ajuste sistémico. Es un proceso de transformación radical en que elementos disimiles se afectan mutuamente y terminan construyendo un flujo rico en diversidad, en integración y movilidades. Aparece una noción de comunidad que está en la base de la experiencia de aprendizaje. Actores de la escuela y del territorio se acoplan y reconocen un territorio que es nómada (no codificado) y eso potencia las transformaciones y la movilidad. Estamos frente a una danza vital en la que actores diversos crean una comunidad y establecen un nuevo vínculo con su territorio.

Pensar nómada deviene en un tipo de geopedagogía que ordena el trabajo y crea no sólo experiencias de aprendizaje para la infancia, sino que aporta aprendizajes para la transformación social y redefine las relaciones de lo humano con todo lo existente. Una comunidad nómada posibilita una nueva forma de habitar el territorio. Niños y niñas aprenden en y con un ecosistema integrado (social – natural – tecnológico) que entrega lo necesario para que toda singularidad se acople al mundo viviendo-aprendiendo.

La experiencia nómada busca precipitar acontencimientos para los aprendizajes. Estos acontecimientos además de ser siempe únicos y no reproducibles, se basan en que es el aprediz quien aprende. Por lo tanto, el rol de los adultos, sean docentes u actores de la comunidad, es crear condiciones de posibilidad para que se exprese con fuerza la potencia de vida de cada niño o niña. En la lógica nómada aprender y vivir son lo mismo.

La pandemia aceleró el proceso de implementación de lo nómada en Novomar. La escuela se organiza hoy de forma horizontal y con eso el liderazgo se distribuye en ejes y proyectos. Esta condición nos permitió desplegar un trabajo original hacia el territorio. El aula móvil, que fue una excelente solución para fases 1º y 2º de la pandemia, también aseguró que una vez que abrimos la escuela (agosto de 2021), el porcentaje de presencialidad en el establecimiento fue de un 70%, mientras el promedio nacional fue de un 27%. No existe otra explicación que dilucide el porqué nuestros estudiantes se volcaron tan pronta y masivamente a la escuela, que el trabajo previo e intenso con ellos durante más de un año en los lugares donde viven.

Lo interesante de la movilidad nómada es que se rompe con lógicas de escasez ya que los afanes se juegan en escenarios de lo múltiple. Ya no se trata de una escuela, un docente y estudiantes. Menos de un currículo limitado de conocimientos. Los ecosistemas nómadas surgen de dinámicas de acoples de todo con todo, de uno en transformación junto a otros. A la hora de aprender, la vida misma es el mejor escenario y no existe mayor riqueza de recursos para el aprendizaje que el que encontramos en la realidad. Lo nómada se trata de la lógica de las combinaciones, de los ensamblajes.

Actuando en el territorio

Finalmente, y después de una larga espera, octubre 2021 fue el mes de inicio de las metodologías nómadas. Antes, implementamos un Sistema de Información Geográfica que geolocaliza zonas de estudiantes y recursos para el diseño de experiencias pedagógicas. Comenzamos con senderos de aprendizaje y en paralelo trabajamos para una experiencia que proviene de un cruce entre ecoturismo y pedagogía. Un sendero de aprendizaje nómada que es articulado de forma comunitaria a través de una coordinación entre docentes y vecinos, asegura no solo que los estudiantes aprendan actuando en su barrio. Un sendero nómada es un acontecimiento único que intensifica las movilidades en función de que niños y niñas aprendan en un doble movimiento: de acople al mundo y al mismo tiempo, de transformación del mismo.

Un sendero de aprendizaje nómada es siempre una experiencia emergente en la que los estudiantes aprenden de forma situada, contextualizada. Hemos hecho senderos con cuatro cursos. Con 7º y 8º básico se realizaron caminatas cercanas a la escuela y cada lugar dio origen a diferentes experiencias. El equipo docente moduló el flujo a través de detenciones y paradas en diferentes localizaciones. Ambas caminatas articularon contenidos de cuatro asignaturas troncales (matemática, lenguaje, historia y ciencias naturales) con elementos del territorio como saberes locales (entrevistas a vecinos, fondos de conocimiento), observación de elementos comunitarios (iglesia, centro comunitario, jardínes) e interacción en espacios comunitarios (feria y parque).

A los estudiantes se les entregó un mapa que operó como dispositivo de acompañamiento y como herramienta para ir consignando información geolocalizada. Al grupo de 8º se les entregó además una lupa y una guía de campo para micro observaciones. El mapa representa un formato no líneal que actúa como mecanismo flexible para que cada participante consigne elementos de su trayecto. No determina un orden jerárquico y permite que los estudiantes se apropien de la experiencia. El mapa también opera en el caso del docente, como una estrategia proyectiva que le sirve para crear contextos para el senderear.

En la era pos áulica las aulas móviles y otras metodologías propias del aprendizaje nómada (senderos, nodos y circuitos) representan no solo una oportunidad de asegurar la continuidad pedagógica, sino también la de legitimar el aprendizaje como parte de un proceso social y cultural que se construye entre la escuela y la comunidad. La escuela Novomar hoy no sólo aporta a disminuir el impacto negativo de la brecha digital, sino que abre espacio para otras comprensiones sobre el aprendizaje. El aprendizaje nómada no es solo respuesta creativa, que disminuye las injusticias de modelos educativos que no están hechos para todos, sino que entrega una visión ética que instala lo pedagógico en un ámbito de la transformación social.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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