Hace algunos días el Príncipe William hizo noticia al criticar los esfuerzos y recursos destinados al turismo espacial, esto en un contexto de crisis climática mundial. “Algunas de las mentes y cerebros más brillantes del mundo deberían intentar antes que nada arreglar este planeta, no tratar de encontrar el próximo lugar para vivir«, fueron sus palabras.
Muchos estuvieron de acuerdo con sus dichos en el sentido de innovar para enmendar el rumbo medioambiental ante la urgencia que vivimos, mientras que otros valoraron los avances que se están logrando en la industria del turismo espacial. Me parece una buena aproximación el desarrollo de ambas áreas, sin subestimar la importancia de la otra.
El debate en los medios acerca del gasto que implica llevar turistas al espacio, versus emplear esos mismos recursos en combatir la grave crisis climática que estamos viviendo, continúa en desarrollo. A favor del turismo espacial, su crecimiento implica modernización, desarrollo tecnológico e innovación, elementos que pueden ser claves para el futuro y las nuevas tendencias. Pero al mismo tiempo, estos avances están generando un enorme impacto en la huella de carbono. Por eso, enfocarse en el desarrollo de tecnologías que ayuden a preservar nuestro medio ambiente también es clave. Estamos en un momento decisivo para generar cambios positivos y profundos o seguir aumentando el problema de la contaminación. Frente a esto, se debe generar una matriz de innovación para combatir esta problemática, pero sin dejar de lado el avance a otros proyectos.
Esta discusión no debe tener un resultado binario, porque no es el objetivo elegir una sobre otra opción, ni desechar la menos prioritaria. Nadie gana si se coartan la imaginación y la innovación, eso generaría una cadena de estancamientos y ahora es cuando más necesitamos del florecimiento de ideas disruptivas para enfrentar los desafíos climáticos.
¿Cómo avanzar responsablemente? La respuesta es haciéndolo de manera sustentable y sostenible. El ejemplo más significativo es el impacto del hidrógeno verde, también conocido como el “combustible del futuro”. Su empleo permitirá reemplazar a los combustibles fósiles y minimizar la huella de carbono, siendo un soporte fundamental para alcanzar el desafío de la descarbonización en el año 2050.
Así como el hidrógeno verde, muchas otras buenas ideas sustentables pueden surgir en los próximos 30 años si damos cabida a la creatividad, imaginación e innovación tecnológica para resolver las dificultades con un enfoque diferente.
Quiero pensar que la carrera por el turismo espacial podrá seguir adelante sin generar daños al ecosistema y que científicos, expertos, emprendedores y fundadores de startups pueden, en este proceso exploratorio, encontrar soluciones de uso civil que nos permitan combatir los grandes desafíos que tenemos aquí en la tierra.