Cuando la crítica a la clase política chilena ha pasado a ser un recurso electoral habitual para conseguir adherentes; cuando el descrédito de la política ha ido más allá, instalándose en los discursos de los(as) candidatos(as) con el imperativo de negar y renegar, alejar y aislar, rechazar e, incluso, terminar con la política cuando conviene a sus intereses; cuando las nuevas prácticas electorales no han buscado solo vencer al otro(a) en las urnas, sino “eliminarlo(a)” con descalificaciones personales, funas, fake news y amenazas que, masificadas en redes sociales, se han tornado incontrolables; cuando en la actual contienda presidencial la política se ha transformado en estrategia tan desesperada como racional para capturar votos a como dé lugar y de la manera más eficiente; cuando la política no solo se ha burocratizado y banalizado, sino también distorsionado; cuando se ha validado por su utilidad y desechado por su inutilidad, es tiempo de preguntar por su sentido.
Al respecto, la brillante reflexión de Hannah Arendt (1905-1975) sobre la antigua polis griega es iluminadora porque muestra que, en algún momento de la historia occidental, la política no fue una actividad constituida en los criterios de eficiencia y utilidad que hoy parecen tan criticables como indispensables. De la polis comprende que el sentido de la política es la libertad. Como se verá a continuación, dista del concepto moderno de ausencia de coacción exterior para decidir entre alternativas. Quién mejor también que esta gran filósofa alemana para explicar los derroteros que ha seguido la política en la modernidad, alejándose irreversiblemente de su sentido último (Arendt, 2009).
La polis es el espacio de libertad entre iguales, a saber, entre ciudadanos que por tener resuelta la necesidad, pueden discutir sobre los asuntos públicos que conciernen a la vida buena y justa. Mujeres y esclavos no pueden acceder a dicha esfera pública porque están atados a la necesidad. Deben laborar para satisfacer los requerimientos domésticos del hombre que gobierna al interior de la oika, de la esfera privada. Solo con la superación de la necesidad es posible la ciudadanía griega.
En la ciudad Estado, la política es acción (praxis) y discurso (lexis). “La acción es la única actividad que se da entre los hombres sin la mediación de cosas o materia (…)” (Arendt, 2009: 22). Actuar es desarrollar la libertad. Pero esta no refiere a la capacidad de elegir, sino de empezar un movimiento. Actuar es inaugurar un proceso tan inesperado como impredecible en la esfera pública. Allí, la acción tiene amplia publicidad porque es vista y oída por todos. El ciudadano griego no actúa para satisfacer una necesidad, para ser útil. Actúa para trascender lo dado, para dejar una huella que luego recogerá la historia. No por acaso la valentía es una virtud política de primer orden.
La acción no es el comienzo de algo, sino de alguien que agrega algo propio a un mundo común preexistente, habitado por otros que también actúan. El mundo es intersubjetividad que incluye a contemporáneos, antepasados y descendientes; solo así es trascendente. Se experimenta y comprende como tal en el habla. El discurso como retórica complementa la acción. No tiene peso argumentativo persuasivo, por ende, no se valida por su utilidad. Es más bien un conjunto de bellas palabras sobre las grandes hazañas de diversos hombres. El relato no pretende unificar sino dar sentido a dicha heterogeneidad. De esta manera, a través de la política los hombres revelan quiénes son, se diferencian y distinguen.
Ahora bien, para la autora “La política se basa en el hecho de la pluralidad de los hombres” (Arendt, 1997: 45). Esto quiere decir que la condición humana de la política es la pluralidad. Los hombres, no el Hombre habitan el mundo; todos son humanos, pero nadie es igual a otro. Pluralidad implica distinción. Solo bajo y por la pluralidad, la individualidad de alguien puede revelarse libremente en la esfera pública (Burlés, 1997: 20). Solamente así, la acción política de los ciudadanos es reconocida por su notoriedad y excelencia al interior de la comunidad política. En virtud de lo anterior, “la política nace Entre-los-hombres” (1997: 46).
Sin caer en anacronismos, ni idealizaciones inconducentes, la pregunta arendtiana por el sentido de la política es relevante en el contexto electoral nacional. La polarización habla de una política que no nace “entre-los-hombres” sino en contra o a pesar de los(as) otros(as), y da cuenta de la imposibilidad de la pluralidad, por ende, de la distinción y reconocimiento. Por el contrario, el punto es encontrar en el/la otro(a) un error, pasado perverso, tejado de vidrio.
Más inquietante aún es constatar cuán lejos llega la política operando con racionalidad instrumental. Es urgente optimizar medios (salidas a territorios de baja votación, “volteretas”, alianzas con exadversarios, asesorías de imagen, etc.) en función del fin: conseguir los votos necesarios para ganar la elección presidencial. Se podría decir que uno de los medios utilizados empalma con el diagnóstico de Arendt sobre la política moderna: hoy se espera que “los de izquierda” y “los de derecha” se comporten de determinada manera. No tiene que ver solo con el voto, sino con conductas esperables (acceso y uso específico de espacios, medios de información, redes sociales, etc.) que fortalezcan y difundan la identificación política para asegurar el triunfo en las urnas.
La política, entonces, se normaliza. Para Hannah Arendt (2009), la política como acción se transforma en política como conducta, como patrón a seguir en marcos establecidos (normas, roles, funciones). Esto no es una novedad en Chile. Desde mediados del siglo XX las ciencias sociales la miden y estandarizan. Sí es preocupante que, otra vez, el miedo y la intolerancia respecto de la conducta política del otr(a) diferente, empañen la búsqueda del sentido de la política, no como un medio, sino como un fin en sí mismo, como un valor.
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Arendt, H. (2009). La condición humana, Madrid: Ediciones Paidós
Arendt, H. (1997). ¿Qué es la política? Buenos Aires: Ediciones Paidós
Burlés, F. (1997). Introducción, Arendt, H. (1997) ¿Qué es la política? Buenos Aires: Ediciones Paidós