Hay una mujer que cumple con todos estos perfiles, su nombre es Ramona Reyes Painequeo y es candidata. No solo eso, Ramona Reyes además fue alcaldesa durante varios períodos en la comuna de Paillaco, cerca de Osorno, lugar de Chile muy difícil para alguien de izquierda, mujer y mapuche; cuestión que demuestra con creces su capacidad de diálogo y administración en aguas complejas, cualidades imprescindibles para esta última etapa. ¿Quién podría ser una perfecta dupla? Otra mujer, con experiencia política, reconocido compromiso y cercana al Presidente electo: Beatriz Sánchez.
Cuando en el futuro hablemos de la Convención Constitucional, quizá nos referiremos a ella distinguiendo sus etapas. Sin duda que la primera será la etapa de instalación, un período heroico, lleno de símbolos y luchas enormes y mínimas tratando de instalar criterios nuevos, el torbellino de ideas que decantarían en un medio ambiente propio alejado de la política tradicional, una burbuja de conceptos emergentes que prefiguraría el espíritu de la discusión de las normas, con un primer producto entregable expresado en reglamentos sobrerregulados, repletos de énfasis y enumeraciones quizá excesivas. Unos reglamentos que parecían escritos más bien por activistas tratando de instalar sus luchas particulares que por constituyentes redactando normas generales inclusivas y criteriosas.
Durante ese período lleno de errores pero de muchísimos más aciertos de los que la prensa más conservadora quiso admitir, fue apareciendo el dibujo de un barco, un timón y una brújula; una forma de centro político movido por aguas laterales que ensayaba una dirección bastante clara: por un lado Independientes No Neutrales, por el otro el Frente Amplio+ y por el centro el Colectivo Socialista. El país posestallido parecía haberse inclinado hacia la centroizquierda y la Convención lo reflejaba nítidamente en este camino corrido hacia los ideales progresistas, alejados del antiguo centro concertacionista que flotaba a la deriva recogiendo pedazos y náufragos de otros espacios para armarse un espacio en un rincón.
[cita tipo=»destaque»]Dos capitanas, dos mujeres capaces y comprometidas que equilibren la fuerza y lleven sin temores el proceso hacia el destino que todos soñamos.[/cita]
Hoy, a seis meses de ese turbulento 4 de julio y de la estabilización de la mayoría de las posiciones, llegó el momento en que la Convención Constitucional requiere conducción política nítida: una mesa con una brújula indicando una dirección representativa, con ideas y objetivos claros más allá de los conceptos amplios o universales que manejara la primera administración. Esa dirección debería estar dada por el conglomerado que más aceptación y objetivos cumplidos obtuvo durante esta primera etapa, el grupo que le dio navegabilidad al barco; más allá de los extremos, los espectáculos o las razones extraconstitucionales. Una dirección dada por una presidencia y una vicepresidencia que den garantías de equilibrio y orientación claras.
Hay un par de criterios originales que sin duda siguen teniendo vigencia. Esta rebelión popular tuvo tres agentes claros: el sector popular, las mujeres y los pueblos originarios. Sin duda que la presidencia debiese continuar en unas manos femeninas que le han dado a la Convención completa un aire diferente, más colaborativo, más amoroso y más flexible. También es importante que esté en manos de alguien de origen popular, una persona que encarne las necesidades porque las ha vivido –uno de los principios que llegó para quedarse en la convencional: las causas las lideran quienes las viven– y por supuesto que es deseable el punto de vista de los pueblos originarios.
Desde ese ángulo, hay una mujer que cumple con todos estos perfiles, su nombre es Ramona Reyes Painequeo y es candidata. No solo eso, Ramona Reyes además fue alcaldesa durante varios períodos en la comuna de Paillaco, cerca de Osorno, lugar de Chile muy difícil para alguien de izquierda, mujer y mapuche; cuestión que demuestra con creces su capacidad de diálogo y administración en aguas complejas, cualidades imprescindibles para esta última etapa. ¿Quién podría ser una perfecta dupla? Otra mujer, con experiencia política, reconocido compromiso y cercana al Presidente electo: Beatriz Sánchez. Alguien que sepa de articulaciones amables y con sentido ético, una buena persona que además tienda un cable con la Presidencia de la República, que va a resultar imprescindible en esta última etapa donde la Convención necesitará de todo el apoyo que nunca tuvo de parte de Piñera, para alcanzar un mínimo de difusión y cercanía pública.
Ambos nombres pertenecen al eje que ha prevalecido y se ha levantado como un centro confiable, capaz de orientar las discusiones y llevar este barco a puerto en su etapa más difícil y determinante. Dos capitanas, dos mujeres capaces y comprometidas que equilibren la fuerza y lleven sin temores el proceso hacia el destino que todos soñamos: el momento en que podamos decir que Chile tiene un nuevo horizonte, más humano y amable para todos sus hijos e hijas.
Creo con el corazón, que Ramona y Beatriz son esas personas.