Los últimos años hemos sido testigos de un Chile que no conocíamos. Un Chile tremendamente desigual. Un Chile con gigantescos abusos e injusticias. Un Chile con niveles de desconfianza que sorprenden al mundo entero. Un Chile que sangra y que sufre.
¿Por qué? ¿Dónde radica el origen de estos problemas?
La respuesta es multidimensional, pero quiero plantear tres posibles explicaciones.
Primero, nuestro modelo de desarrollo tiene como principal indicador el crecimiento económico del PIB. Es decir, medimos nuestro progreso humano y societal por estándares materiales. Nada más errado. En palabras de Manfred Max-Neef, hemos violado un postulado central: “La economía debe estar al servicio de las personas y no las personas al servicio de la economía”.
Segundo, hemos instalado el individualismo y la competencia como pilares de nuestras vidas. Hemos ido descuidando los vínculos, la cooperación y el reconocernos, tal como lo diría el biólogo Maturana, como “legítimos otros”.
Tercero, hemos nacido creyendo que la mayoría de los seres humanos somos egoístas y maximizadores de bienestar material. Esto nos ha llevado a “protegernos” del otro(a), autojustificando el hecho de que debemos preocuparnos solo de nuestro propio bienestar, sin considerar e integrar los grupos con mayor vulnerabilidad o en situación de inequidad. Serían la famosa “mano invisible” o “el rebalse», los encargados de resolver estos profundos problemas de nuestra sociedad. Afortunadamente, esta errónea creencia ha sido rebatida fuertemente por las neurociencias y los estudios de Richard Davidson: se ha encontrado que la mayoría de los seres humanos nacen buenos, generosos y altruistas.
Para mí, la mayor implicancia del punto anterior es su mensaje de esperanza. Si comenzamos a creer que la mayoría de los seres humanos son en esencia altruistas, podremos comenzar a crear una sociedad altruista. Un país donde sean la generosidad (y no el egoísmo) y la cooperación (y no la competencia) las bases de su modelo de desarrollo. El altruismo es un elemento clave para construir un mundo más justo y mantener la paz social. Pero, además, hay algo no menor. El altruismo no solo permite construir mejores sociedades. El altruismo es uno de los principales determinantes de nuestra felicidad y salud mental. Es un ganar/ganar. Por esto, Matthieu Ricard –ese reconocido investigador y monje budista conocido como “el hombre más feliz del mundo”– plantea que “la felicidad es sentirse bien, funcionar bien, pero, por sobre todo, hacer el bien”. Matthieu –nos contaba– “nunca conoció a alguien 100% feliz que no haya aprendido a servir a otros(as)”.
¿Qué relación tiene esto con el proyecto del nuevo Gobierno que comenzará en marzo del 2022?
Sigo a Gabriel y a ese grupo que lo acompaña –Camila, Karol, Beatriz, Giorgio y tantos otros(as)– desde hace años. Los sigo por varias razones, pero sobre todo por su capacidad de soñar. De soñar con un Chile mejor, un Chile altruista y generoso. Un Chile para todos y todas. Estoy convencido de que lo que Gabriel está proponiendo es movernos desde un Modelo de Desarrollo basado en lo material, el egoísmo y el individualismo, a un Modelo de Desarrollo basado en el altruismo, la bondad y la generosidad. Un Modelo que, en palabras de Manfred Max-Neef, “bajo ninguna circunstancia colocará interés económico alguno por sobre el respeto por la vida”. Un modelo que, si le damos la oportunidad, traerá progreso, prosperidad, sustentabilidad y paz social a Chile.
Alejandro Jodorosky nos decía que “los pájaros que nacen en jaulas creen que volar es una enfermedad”. Gabriel y su equipo nos han ayudado a abrir esa “jaula” en la que hemos estado encerrados durante tantos años. Démosle la oportunidad de que la sigan abriendo. Démosle la confianza a este equipo de jóvenes a que nos ayuden a construir, y de verdad, un país del que nos sintamos orgullosos de vivir.