Los salubristas, en todo caso, estamos de fiesta. En algún momento nos pareció que la prensa era compasiva con el señor Djokovic y no se leían expresiones rotundas que promovieran su desalojo.
A propósito de la comunicación de riesgo, tratada en un reciente seminario organizado por la Fundación Espacio Público, qué buena noticia esta de que el señor Djokovic será finalmente deportado. El mensaje es claro: ve y vacúnate, no habrá excepciones. Las razones son de salud pública, no son decisiones que puedan tomarse a espaldas del colectivo, individualmente. Según El Mercurio, el tenista declaró estar “profundamente decepcionado” porque no podrá buscar su Grand Slam número 21. ¡Habrase visto! Te juiste, jote, pa’ los pinos, habría dicho mi padre.
Los salubristas, en todo caso, estamos de fiesta. En algún momento nos pareció que la prensa era compasiva con el señor Djokovic y no se leían expresiones rotundas que promovieran su desalojo. De pronto me pareció que los comentaristas deportivos se vivían a sí mismos, digo en representación de los deportistas, como ciudadanos singulares a quienes había que perdonar las mentiras y triquiñuelas en que incurrían para colarse. Ya bastante le hemos perdonado a don Arturo Vidal. Pero finalmente, por más que a algunos les pese, en el planeta de los animales raros –koalas, canguros y demonios de Tasmania– ha primado la cordura.
Esta comunicación de riesgo me recordó al exalcalde Lavín cuando quiso abrir el Apumanque y de pronto echó pie atrás, porque no estaban dadas las condiciones para hacerlo y lo reconoció hidalgamente. Aquello me pareció comunicacionalmente claro en su momento. En el ir y venir estaba el quid de la potencia comunicacional: ayer se abría, pero hoy no se abre porque no hay condiciones, los casos han aumentado.
Ahora bien, aprovechemos de volver a pasar un aviso: para los trabajadores de un hospital y para los pacientes no es una buena noticia tener en la dotación de personal a entusiastas antivacunas que vienen a trabajar, porque no hay modo de obligarlos a permanecer en sus casas mientras se mantengan en tal posición. Esto ya lo hemos dicho, pero aquí tampoco se hacen excepciones. Dicen que vacunarse no es obligatorio como en Austria, mientras que a restaurantes, cafés y fuentes de soda solo pueden entrar personas con su Pase de Movilidad al día. Y en los gimnasios solo pueden ingresar, a recintos cerrados, personas con su esquema de vacunación completo.